Opinión

Un tumor en el Colegio de Médicos de Madrid

Desde hace años la corporación está sumida en el escándalo permanente

Manuel Martínez Sellés, jefe de cardiología del Hospital Gregorio Marañón, preside el Colegio de Médicos de Madrid
Manuel Martínez Sellés, jefe de cardiología del Hospital Gregorio Marañón, preside el Colegio de Médicos de MadridCristina BejaranoLa Razón

El Colegio de Médicos de Madrid no puede seguir así. Desde hace años, la corporación profesional más grande de España está sumida en el escándalo permanente, y el elemento común de este despropósito es una empresa especializada en intentar convertir en marionetas a los presidentes y a sus juntas directivas para después hacer caja a costa de los bolsillos de los sufridos facultativos.

Los ecos pasados de esta infamia aún resuenan y siempre cobran nuevos bríos a medida que se van sucediendo las elecciones. Trascendieron durante los mandatos del ginecólogo José Zamarriego y de la anatomopatóloga Juliana Farina; siguieron durante la interinidad del también ginecólogo Miguel García Alarilla; terminaron de estallar cuando la psiquiatra militar Sonia López Arribas estuvo al frente de la institución y, afortunadamente, se amortiguaron durante la presidencia del médico de familia Miguel Ángel Sánchez Chillón, que devino en implacable cirujano de hierro contra toda forma de corrupción. De una forma u otra, todos y cada uno de ellos trataron de extirpar el tumor que ha provocado la metástasis en el Colegio, pero los casos de López Arribas y Sánchez Chillón merecen una especial mención por dar una lección de ética y de valentía que nunca les será suficientemente reconocida.

El turno le ha llegado ahora a Manuel Martínez Sellés, un cardiólogo que, como le sucedió a la psiquiatra militar, parece estar abriendo los ojos sobre la marcha, como el resto de lo que le queda de junta. De momento, ha dejado en manos de una comisión formada por los ex presidentes la posible reforma de los estatutos, cortando así en seco la vía que siempre intentó usar la empresa para perpetuarse en el colegio. Tal vez todos ellos debieran comparecer ante la opinión pública para contar lo que ocurre: ¡basta ya!