Alergia

¿Cuáles son los principales efectos secundarios de los antihistamínicos?

Los medicamentos frente a la alergia de segunda y tercera generación tienen menos efectos secundarios. Por ello, no se deben comprar en la farmacia sin receta los de primera generación

Cómo hacer frente a los síntomas de la alergia
Una profesional sanitaria realizando pruebas de alergia larazon

Con la llegada de la primavera, llegan también los agentes externos que provocan los síntomas de congestión nasal, lagrimeo, estornudos, tos seca, enrojecimiento de ojos, pitidos al respirar, entre otros.

Según datos de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) las enfermedades alérgicas por pólenes afectan en nuestro país a más de ocho millones de personas, siete de los cuales son alérgicos a gramíneas seguidos en orden decreciente por alergia al olivo, arizónica, plátano de sombra, salsola y parietaria. En el centro peninsular, los pólenes más frecuentes son los de gramíneas, olivo y arizónica.

Aunque, según las previsiones, esta primavera no va a ser especialmente problemática para los alérgicos- ya que los niveles de polen de gramínea o de ciprés se mantienen "sorprendentemente bajos", la incidencia de rinitis alérgica estacional (fiebre del heno) y la gripe si está causando estragos en la población.

No todas las alergias requieren tratamiento. Algunas pueden desaparecer al evitar el contacto con el alérgeno pero, si los síntomas continúan, es necesario además tomar alguna medicación como un antihistamínico. Acudir a un especialista es fundamental para poder evaluar la gravedad de la sintomatología y la necesidad de prescribir un tratamiento.

Los antihistamínicos actúan bloqueando una sustancia química que provoca el síntoma (histamina) y la libera el sistema inmunitario durante una reacción alérgica. Con ello se logra que la histamina no llegue a producir sus efectos sobre la piel (picor, habones o ronchas, etc.), ni en la mucosa respiratoria (lagrimeo, picor nasal y ocular, estornudos, destilación, etc.). Además, algunos antihistamínicos presentan también propiedades antiinflamatorias, inhibiendo la propia liberación de histamina por los mastocitos y frenan, hasta cierto punto, el desarrollo de las reacciones alérgicas.

Dentro de ellos hay dos grupos. Los clásicos o de primera generación causan sedación y diversos efectos anticolinérgicos, en general indeseables (sequedad de boca, visión borrosa, estreñimiento, retención de orina); suelen formar parte de compuestos anticatarrales de venta con y sin receta médica, y la mayoría deben tomarse varias veces al día. El segundo grupo son los antihistamínicos no sedantes o de segunda generación, que son más seguros desde el punto de vista del rendimiento laboral y escolar y la conducción de vehículos, presentan menos interacciones que los fármacos clásicos y, en su mayoría, se toman en una dosis única diaria, más cómoda y más fácil de cumplir. El efecto secundario más común es el dolor de cabeza.

¿En qué casos no están indicados los antihistamínicos?

El problema es que gran parte de los antihistamínicos clásicos se venden en farmacias sin receta y muchas personas que llevan utilizando un tipo de medicamento durante muchos años, son reticentes a probar otro fármaco por temor a que no funcione igual de bien. Sin embargo, los especialistas recomiendan evitar este uso y consultar con el médico para informarse sobre qué alternativas existen.

Por otro lado, el hecho de que estén disponibles sin prescripción puede llevar a creer que cualquiera los puede tomar, pero no es cierto. Estos fármacos están contraindicados en personas con glaucoma o problemas respiratorios (como una bronquitis crónica), con hipertensión, con enfermedad tiroidea o con cardiopatías. Además, algunos antihistamínicos son incompatibles con los medicamentos que se metabolizan en el hígado (como muchos antiinflamatorios).