Genética

Una bióloga explica la verdad sobre tener hijos con tu primo: "Pueden salir sanos"

La tiktoker @virtual_diva aclara que el riesgo no está en la consanguinidad por sí sola, sino en la mayor probabilidad de heredar enfermedades recesivas

Una bióloga explica la verdad sobre tener hijos con tu primo: "Pueden salir sanos"
Cada gen puede presentarse en dos versiones, llamadas alelos, y estos pueden ser dominantes o recesivosLa Razón

La idea de que dos primos tengan un hijo suele rodearse de chistes fáciles, pero la realidad genética es más matizada de lo que parece. La bióloga Mafer, conocida en redes como @virtual_diva, ha utilizado su cuenta de TikTok para explicar qué ocurre realmente cuando los padres comparten antepasados comunes y por qué el riesgo depende menos del parentesco en sí que de la información genética que ambos llevan entre sus cromosomas.

Para empezar, la experta recuerda que cada persona hereda 23 cromosomas de su madre y 23 de su padre, y que en ellos se almacenan todos los genes que determinan desde el color de ojos hasta la susceptibilidad a ciertas enfermedades.

Cada gen puede presentarse en dos versiones, llamadas alelos, y estos pueden ser dominantes o recesivos. Solo cuando ambos alelos son recesivos se manifiestan ciertas características o enfermedades, lo que explica por qué muchas personas son portadoras sin saberlo.

El ejemplo de la hemofilia y el peligro del alelo compartido

Mafer pone un caso claro: si una familia tiene antecedentes de hemofilia y un miembro tiene hijos con alguien ajeno al linaje, lo más probable es que el otro progenitor aporte el alelo sano dominante y los hijos no desarrollen la enfermedad. Sin embargo, si ese mismo portador se empareja con un familiar que comparte los mismos antepasados, ambos pueden llevar el mismo alelo recesivo y multiplicar las opciones de que la enfermedad aparezca en la siguiente generación.

Para que la explicación resultara contundente, la bióloga citó el caso extremo de Carlos II de España, cuyo coeficiente de consanguinidad alcanzó el 25,4 por ciento tras generaciones de matrimonios entre parientes cercanos. El monarca acumuló múltiples enfermedades congénitas, padeció infertilidad y falleció a los 38 años sin descendencia, convirtiéndose en un ejemplo histórico de cómo la endogamia repetida puede afectar gravemente la salud.

Aun así, Mafer matiza que tener un hijo con un primo no condena automáticamente al bebé a esos males, sino que aumenta la probabilidad de que se manifiesten enfermedades recesivas si ambos portan los mismos alelos.

Su mensaje final es claro: la genética no es sentencia, pero sí obliga a informarse. Antes de tomar decisiones reproductivas entre personas emparentadas, conviene conocer la historia familiar y, si es necesario, realizar pruebas genéticas que determinen qué alelos comparten. De esa forma, se puede tomar una decisión consciente y reducir riesgos sin caer en el estigma ni en la broma fácil.