Curiosidades
El "boom" del cortisol: ¿qué es y por qué ralentiza el metabolismo?
Una exposición prolongada al estrés puede alterar los niveles de cortisol y poner en jaque al organismo: desde subir de peso hasta desarrollar un tumor
El cortisol ayuda al cuerpo a enfrentar situaciones percibidas como amenazantes. Esta hormona esteroidea, conocida como la hormona del estrés, es eso y mucho más. También se encarga de regular el metabolismo, el sistema inmunológico, la presión arterial, la acción antiinflamatoria e incluso la regulación del nivel de azúcar en sangre.
Por otro lado, el cortisol sigue el ritmo circadiano, con niveles más altos por la mañana y niveles más bajos por la noche para promover el sueño, con lo cual ayuda a regular el ciclo sueño-vigilia.
Ahora bien, despertarse no activa como se creía un aumento en la liberación de cortisol, sino que este aumenta en las horas previas al despertar como parte de la preparación del cuerpo para el día siguiente, según un estudio de la Universidad de Bristol.
Estas son solo algunas de sus funciones reguladoras, pero hay muchas más como la inflamatoria y la inmunitaria. Los niveles de cortisol afectan a prácticamente todo. De hecho, los deportistas se esfuerzan y rinde menos con estrés por los elevados niveles de cortisol.
Los problemas surgen cuando el estrés no es algo puntual y se cronifica.
Así, aunque el estrés en sí mismo no es malo, pues ayuda en situaciones que exigen una respuesta rápida, el estrés crónico puede tener efectos negativos en la salud, entre ellos una menor capacidad para perder grasa. Y es que tener elevados los niveles de cortisol puede aumentar el apetito, sobre todo por alimentos altamente palatables (ricos en grasas y azúcares) y hacer que el cuerpo almacene más grasa, especialmente en la parte del tronco superior.
Se trata de una respuesta adaptativa. Es decir, el cuerpo percibe el estrés como una señal de que necesita almacenar energía, como si se tuviera que preparar para una emergencia.
Y el problema es que optar por dulces, refrescos, galletas o pan blanco causan picos rápidos de glucosa en sangre, aumentando los niveles de insulina que pueden desencadenar un aumento en los niveles de cortisol.
Además, comer en exceso debido al estrés puede llevar a un ciclo de culpa y más estrés, creando un círculo vicioso difícil de romper.
Y no solo, el cortisol puede afectar a cómo quemamos energía. Es decir, ralentizar el metabolismo, y de este modo ganar peso aunque no haya cambiado la ingesta calórica ni se haya dejado de hacer ejercicio físico.
El exceso de cortisol puede derivar en el síndrome de Cushing. Esta enfermedad rara es un trastorno hormonal causado por una exposición prolongada y excesiva a esta hormona y que viene provocado por un tumor de la hipófisis (en el 70% de los casos), un tumor suprarrenal (15%) o un síndrome de Cushing ectópico (15%).
Ese exceso de cortisol hace que estos pacientes puedan tener, entre otros signos característicos, la cara redondeada, obesidad abdominal y como una giba de grasa entre los hombros, así como estrías anchas de color rojo vinoso. También y, pese a ese aumento de peso, es habitual que tengan las extremidades muy delgadas, tal y como explicó en su día el doctor Juan Vila, director de Recordati Rare Diseases. Y ese es el problema, que el síndrome de Cushing que se confunde en demasiadas ocasiones con engordar.