Entrevista

Carlos Ibáñez: «Por la covid viví una experiencia cercana a la muerte que me cambió la vida»

Hoy presenta su libro «Vivir, sin vivir» en el que relata sus 21 días en coma profundo y más de dos meses hospitalizado

Carlos Ibañez
Carlos IbañezJESÚS G FERIALA RAZÓN

La Covid-19 nos dejó huella, pero a algunos más que a otros. A Carlos Ibáñez, exdirector general del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid (COFM) y actual asesor de presidencia de Cofares, le cambió la vida, hasta el punto de que el SARS-CoV-2 casi se la arrebata, al tenerle 21 días en coma profundo y dos meses ingresado en el Hospital La Paz de Madrid. De aquella trascendental vivencia surge «Vivir, sin vivir. Mi experiencia ante la Covid-19», un libro tan sincero como emocionante y desgarrador que se presenta hoy y con el que Ibáñez quiere que nadie se olvide de la tragedia que puso en jaque al mundo.

¿Por qué ha decidido plasmar su vivencia con la Covid-19?

Cuando me dieron el alta y me trasladé junto a mi mujer a casa de mi hijo para recuperarme, él me había preparado un escritorio en el que comencé a plasmar de forma espontánea los recuerdos de los sueños, las visiones y la experiencia que viví en la UCI, porque lo tenía todo en la cabeza, incluso meses después, con una lucidez sorprendente. No era mi intención escribir un libro, pero casi sin querer fue tomando esa forma. Me vino a la cabeza una obra que leí de joven de Oriana Fallaci que me impactó, titulada «Nada y así sea», sobre su año como corresponsal de guerra en Vietnam en el que describía el horror que vivió. En cierta forma nosotros tuvimos un enfrentamiento brutal con el SARS-CoV-2 y no quería que el horror de aquellos meses se perdiera en el olvido.

¿Qué fue lo peor de aquello?

Que dimos por normal que los fallecidos se contaran cada día por cientos y que la gente no se pudiera despedir de sus seres queridos. Eso fue un horror tan semejante como el de algunas guerras.

¿Es un libro terapéutico?

No, mi deseo es que se conociera esta versión de la pandemia desde dentro, es decir, de lo que sintieron los pacientes. No he tenido ninguna necesidad terapéutica, pero sí creía que merecía la pena que se supiera esto. Mucha gente lo habrá pasado incluso peor que yo, pero otros no lo han podido contar y lo justo es que haya más conciencia de lo que ocurrió y que se invierta más en salud pública.

¿Faltó coraje para contar el verdadero drama que se vivía?

Sin duda, creo que faltó decir la verdad en muchas ocasiones y se blanqueó la realidad.

¿Cómo se vivió desde dentro?

El 16 de diciembre de 2020 llegué a Urgencias convencido de que en unas horas iría a trabajar, pero ya no salí de allí hasta febrero. Tres días después de ingresar me dijeron que los pulmones no recibían oxígeno suficiente y que me iban a sedar para pasar a la UCI. Sentí miedo, porque con mis antecedentes pensé lo peor y que de allí no saldría. Fueron unos segundos que se hicieron eternos. Después, ya no piensas nada, sólo quedan los recuerdos de los sueños tan extraños de aquellos días, mientras mi familia sufría desde casa, porque no mejoraba. Estuve 21 días en coma profundo y en tres ocasiones avisaron a mi familia de que si no mejoraba me desconectarían, la última vez a la 01:30 de la madrugada.

Pero esa misma madrugada su destino cambió 180 grados...

Se produjo un fenómeno inexplicable desde lo racional que suele definirse como una experiencia cercana a la muerte. No soy especialmente religioso, pero desde luego pienso que hay algo más allá. Esa noche vi una intensa luz blanca con gran fuerza lumínica y me vi a mí mismo tumbado en la cama, sintiendo una sensación de paz y una calma y tranquilidad difíciles de explicar. Pasé de rozar la muerte a iniciar una recuperación fuera de lo normal, porque a los dos días ya estaba sentado y moviendo las piernas con unos pedales.

¿Cómo se lleva tener que volver a aprender a vivir?

Es angustioso despertarse sin saber por qué estás allí, sin recordar a qué te dedicas, sin saber comer, ni escribir y casi ni hablar... Quizá son los momentos más duros de todo aquellos. La moral se hunde, pero recibir la visita de mi hijo era sanador y también observar el sacrificio y el apoyo incondicional de todos los profesionales de la UCI, que se volcaban con un inmenso cariño, como aquel que aplaudía cada vez que entraba para infundir ánimo.

El doctor Julio Zarco, que tuvo un papel clave en su vivencia, es un adalid de la humanización en la sanidad. ¿Cree que su impronta ha calado?

Él fue quien hizo de enlace entre el hospital y mi familia esos meses. Y gracias a lo que he vivido puedo decir que la humanización que predica en el desierto Julio Zarco ya es una realidad en espacios como la UCI de La Paz, donde la empatía, el cuidado emocional del paciente o la comprensión por parte del profesional es tan importante como el tratamiento médico, pues en algunas ocasiones curan más una sonrisa o un gesto de cariño que una pastilla. Por suerte el mensaje de Zarco va calando, pero creo que debería haber una Dirección General de Humanización en todas las consejerías que se preocupara de este aspecto, pues es el camino por el que debe ir la sanidad.

Su libro es un alegato a la calidad de los sanitarios españoles. ¿Se nos ha olvidado su esfuerzo?

Yo lo único que tengo es agradecimiento y gratitud para los sanitarios, pues muchos se dejaron la piel, al igual que tantos farmacéuticos que fallecieron, pero por desgracia se nos ha olvidado pronto.

¿Hemos aprendido la lección para futuras pandemias?

Tropezaremos dos y tres veces con las mismas piedras... Lo que no puede ser es que volvamos a tener una emergencia sanitaria y no tener recursos propios, por eso hay que trabajar más en reservas estratégicas, invertir más en sanidad pública y fomentar la colaboración público-privada, porque gracias a la industria farmacéutica y a la investigación salimos airosos.

¿Y su aprendizaje personal?

Que debemos vivir de otro modo, más humano, más agradecidos, valorar las pequeñas cosas que dan la felicidad, dando prioridad a la familia y a los amigos y no tanto al trabajo y a lo material. La covid me acercó tanto a la muerte que me cambió la vida a mejor.