Coronavirus

Los mercados callejeros chinos están fuera de control

Destaca por su potencial en inteligencia artificial Sin embargo, en los puestos de la ciudad se concentran todo tipo de seres vivos sin aparente control sanitario

Prevention measures against coronavirus in Cambodia
Las autoridades sanitarias camboyanas descubrieron a un ciudadano chino infectado con coronavirus en la provincia de SihanoukKITH SEREYEFE

Tan solo hace falta darse un paseo por la calle Nelson del mercado húmedo del barrio hongkonés de Mongkok. Allí, apilados en cajas de poliespan convertidas en acuario, uno puede encontrar anguilas, sepias y todo tipo de marisco y de peces vivos y coleando. Tanto que a menudo mojan al cliente cuando no acaban en el suelo de un escurridizo salto. Doblando la esquina, por un lado le toca el turno a las ranas y tortugas que, apiladas dentro de jaulas esperan que un comprador las elija y las lleve a la cazuela. Por el otro, se encuentran los pollos que, también enjaulados, pronto se convertirán en deliciosos platos de comida cantonesa. Y si uno quiere comprar langostinos, estos le acompañarán a casa dando tumbos dentro de una bolsa de plástico.

La carne fresca es mejor o, al menos eso piensan en China, un país que ha prohibido temporalmente el comercio de animales silvestres vivos desde que se descubrió que el nuevo coronavirus había surgido del mercado de Huanan, en la ciudad de Wuhan. El patógeno que, hasta la fecha ha acabado con la vida de 305 personas e infectado a casi 14.542, ha llegado a una veintena de países que, además de poner restrictivas medidas al flujo de pasajeros con China, contemplan cómo una nación a la cabeza de la tecnología mundial convive con problemas de salubridad que han obligado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a declarar la emergencia internacional.

Al otro lado de la frontera, las opciones culinarias aún son más pintorescas. En el zoco de Huanan, la lista era más propia de un zoológico. Allí se podían encontrar cocodrilos, puercoespines, serpientes, civetas, ratas de bambú, pavos reales, crías de lobo, perros, avestruces, pavos reales o conejos. Una lista que circulaba por las redes sociales estipulaba los precios de cada especie a la venta, ya fuera por trozos o vivos. Por sus propiedades culinarias o por un exotismo propio de las clases más pudientes, muchos de estos animales, que convivían enjaulados en las mismas calles, eran vendidos sin haber pasado los controles sanitarios adecuados. De ahí que algunos de sus vendedores y clientes comenzaran a mostrar síntomas de una nueva y desconocida neumonía que ha acabado siendo el resultado del nuevo germen conocido como 2019-nCoV.

Por eso, cuando se confirmó que el nuevo patógeno había salido de allí, a muchos no les extrañó. Desde el 1 de enero sus comercios cerraron indefinidamente y las autoridades chinas procedieron a desinfectar unas calles en las que ahora solo pasean agentes enfundados en trajes protectores tratando de averiguar de qué criatura saltó aquel virus que tiene a medio mundo en alerta. En un primer momento se pensó que el coronavirus podía provenir de las serpientes vivas que allí se vendrían, pero esta teoría perdió fuelle después de que otros científicos apuntaran a un mamífero (probablemente un murciélago) como portador del patógeno.

Un problema serio

La cuestión es que no es la primera vez que en China se desata una epidemia de semejante calado por un problema de salubridad y los expertos en salud llevan años alertando de que este tipo de comercio tan particular de China y de otras regiones asiáticas es un peligro para la propagación de enfermedades. «Los mercados húmedos son lugares donde múltiples especies de animales conviven y son sacrificados. La concentración de los animales y sus fluidos corporales facilitan que un nuevo patógeno salte de una especie a otra», advirtió Amesh Adalja, epidemiólogo del Centro John Hopkins para la Seguridad Sanitaria.

En los últimos años, han salido de este tipo de lugares varias enfermedades infeccionas como la gripe aviar H7N9, el MERS (síndrome respiratorio de Oriente Medio) o el SARS (síndrome respiratorio agudo severo). Este último, primo hermano del nuevo coronavirus, apareció en 2002 en el mercado de Qin Ping, en la provincia de Cantón, y con una tasa de mortalidad del 10% acabó con la vida de casi 800 personas e infectó a otras 8.422 en todo el mundo. Ya entonces se determinó que el causante de aquel virus fue la carne de civeta, un felino muy apreciado en la cocina china.

Desde entonces muchas cosas han cambiado. Se ha mejorado la higiene y se aprobó un sistema de licencias con inspecciones rutinarias para controlar la venta de diferentes especies. En Pekín, Shanghái o Shenzhen se prohibió la venta de aves de corral y de otros animales vivos y se aprobó una ley contra el comercio de animales en peligro de extinción que castigaba al consumidor. Pero lo que no se ha podido controlar ha sido el apetito por este tipo de carne con el que se sigue comerciando tanto en mercados como en restaurantes al margen de la ley. Eso, y que quizá esas inspecciones no hayan sido tan rigurosas como deberían.

Lo que no deja de llamar la atención es que se den este tipo de problemas en un país donde hay millones de cámaras de reconocimiento facial y en el que, en el plano médico, la inteligencia artificial es capaz de precisar diagnósticos, facilitar consultas con especialistas o realizar pruebas médicas hasta en las zonas más remotas de la China rural. Aquí, las empresas compiten por encontrar soluciones a las carencias médicas del país más poblado del mundo. «China tiene una gran población y gracias a eso tenemos muchos resultados médicos, así que podemos entrenar a las máquinas con miles de algoritmos para que aprendan de los datos», explicó a Efe Hu Hairong, directora general de la compañía «Demetics Medical Technology». «Las mejores oportunidades de la inteligencia artificial están en el sector de la salud y están en China, ya que tenemos más de dos millones de médicos y millones de datos de pacientes que analizar y contrastar», apuntaba también a la agencia de noticias la vicepresidenta de la plataforma We Doctor, Cheng Yi. Pero lo cierto es que en el gigante asiático, más allá de la capacidad tecnológica, la clave para evitar este tipo de situaciones es el control por parte de las autoridades a la hora de aplicar unas leyes que mejoren las condiciones higiénicas y sanitarias en lugares tan comunes como el mercado de Huanan.