Coronavirus
Josep Pàmies: El charlatán de la fiesta de besos que ofreció su brebaje a Trump
Tiene 72 años y la solución al coronavirus, dice, en forma de fórmula magistral. varios colegios de médicos le han denunciado, pero este embaucador que juega con vidas humanas sigue adelante
Josep Pàmies es un charlatán a la vieja usanza. De esos que dicen curarlo todo sin curar nada. Experto en todo y en nada. La última ocurrencia de este horticultor jubilado ha sido congregar junto a la orilla del río Segre, en su localidad de Balaguer (Lérida), a unas cien personas para infectarse de la Covid-19 en una fiesta de besos y abrazos. A todos les pulverizó con MMS, una fórmula de clorito de sodio que, según pretende hacer creer, puede curar. Ninguno llevaba mascarilla y algunos llegaron de otras provincias, vulnerando a un tiempo varias normas del estado de alarma. Él se jacta de desobedecer a las autoridades sanitarias. Incansable, inquieto, agitador y profundo conocedor de la tierra, Pàmies podría sacar mejor partido a sus 72 años. Viste sombrero y su piel es del color del barro. Tiene esos ojillos de pilluelo que delatan la gran habilidad de burlarse hasta de sí mismo. A pesar de los vituperios recibidos, habla para LA RAZÓN satisfecho de la polvareda mediática que ha levantado su verbena de besos prohibida. Se expresa con una seguridad pasmosa y, si nos quedásemos solo con el tono, podría incluso pasar por erudito. Sin embargo, su insolencia es inadmisible porque lo que está en juego es la salud y muchas vidas humanas. Diferentes colectivos médicos llevan tiempo advirtiéndole y denunciando sus prácticas. En su huerta dice tener todos los remedios y elixires «tanto para aliviar cualquier dolencia como para tratar y prevenir toda enfermedad». De acuerdo con la comunidad científica, todos son tan falsos como los legendarios polvos del cuerno de unicornio. En su invernadero se encuentran plantas y flores con anotaciones a mano. Cultiva, por ejemplo, stevia, marihuana o kalanchoe y a cada una le da uno o varios usos terapéuticos. Con absoluta cachaza detalla que una misma puede tener uso en dolencias del corazón, hígado, menstruación, inflamación y cáncer de mama. La exposición que hace resulta abrumadora, pero ahora la polémica se centra en el MMS. En esta fórmula dice haber descubierto el perejil de todas las salsas. Lo mismo desinfecta una lechuga que depura nuestro riego sanguíneo o acaba con un coronavirus en menos de 24 horas. ¿Qué es exactamente el clorito de sodio?
Un desinfectante industrial
Se trata de un componente químico usado como desinfectante industrial y para blanquear papel y productos textiles. Se vende por diferentes canales, sobre todo por internet. Su ingesta puede provocar efectos muy perjudiciales para la salud. En los casos más leves, náuseas, vómitos, irritación ocular y diarrea. En concentraciones altas, produce fallo renal y celular, atacando, sobre todo, a las células del torrente sanguíneo. Puede llegar a ser letal, según Xavier Giménez Font, químico e investigador de la Universidad de Barcelona. «El MMS no cura ni el coronavirus, ni ninguna otra enfermedad», asegura. No es lejía, pero tiene una composición similar. «Si ingerimos MMS su comportamiento es el de un veneno, para nada el de un medicamento». Además, su simple manipulación puede resultar explosiva antes de disolverse en agua. Por eso su comercialización como medicamento o preparado para consumirse está prohibida tanto en Europa como en Estados Unidos. Sin embargo, Pàmies insiste en su capacidad de curación y carga, con una incontenible verborrea difícil de transcribir, contra los médicos, virólogos, epidemiólogos y demás sabios que luchan contra el coronavirus. Actúa con gran un gran desdén hacia la profesión médica, muy similar al de Donald Trump cuando anunció que la mejor ofensiva contra el virus era un chute de desinfectante. Luego reculó: «Fue solo un comentario sarcástico». Curiosamente, el horticultor catalán asegura que unos días antes había escrito a la Casa Blanca buscando el apoyo del presidente. Aunque este no ha salido al quite, a Pàmies no le frena nada. Ha apelado también al Papa dirigiéndole una carta para que interceda en el uso del MMS y de «una planta bendita» llamada Artemisia annua, también prohibida por la OMS, para curar tanto la malaria como el coronavirus. La respuesta del Vaticano ha sido que estos son asuntos de los gobiernos. Tampoco parecen importarle las acusaciones de delitos contra la salud pública que va acumulando. Al contrario, presume de una larga impunidad. El Consejo de Colegios de Médicos de Cataluña (CCMC) le ha denunciado por prescribir clorito de sodio como tratamiento contra el coronavirus. El Colegio de Médicos de Lérida ha pedido sanciones por la fiesta de abrazos, aclarando que «deplora y lamenta» esta celebración. Se obviaron las normas del estado de alarma «poniendo en riesgo la salud comunitaria y la recuperación económica de la sociedad», señala en un comunicado. También el Colegio Oficial de Médicos de Málaga le ha denunciado en tres ocasiones por unas conferencias en las que fomentaba terapias alternativas que pueden constituir delito contra la salud pública. La Asociación Europea de Centros de Toxicología y Toxicología Clínica se han sumado a la alerta sobre el uso de MMS. Pàmies contraataca y lo hace, sobre todo, frente a la industria química y farmacéutica con el siguiente argumento: «Todo esto es una farsa orquestada desde la OMS a favor de algunas empresas. Algún día se hablará de la inutilidad de las mascarillas, del daño que hicieron las fumigaciones y desinfectantes químicos y de la ruina del país. ¿Quién pagará por ello?». Usando este razonamiento, pidió ante el Tribunal Supremo la suspensión de la orden que permite a las unidades militares el uso de biocidas en las labores de desinfección para hacer frente a la Covid-19. El Supremo denegó esta medida cautelarísima subrayando que la orden no modifica las indicaciones de uso ya vigentes ni introduce nuevos productos. Se ponen los pelos como escarpias cuando, al preguntarle por pruebas o estudios científicos que avalen el MMS, nos remite a Jim Humble, un charlatán estadounidense que se hace llamar obispo. Igual que él, se proclama negacionista y antivacunas y asegura ser un dios de mil millones de edad venido de la Galaxia de Andrómeda. Su misión es salvar a la humanidad con esta solución milagrosa. Su otro gran referente es el alemán Andreas Kalcker, arrestado en España en 2012 por la venta de esta solución como medicamento. Todos promueven el MMS como cura inmediata del coronavirus.
Su «dulce revolución»
Está también respaldado por ese público ferviente que le sigue desde su asociación Dulce Revolución, una plataforma que reniega de la industria farmacéutica y que defiende contra viento y marea el uso terapéutico, como único tratamiento posible, de las plantas medicinales y los remedios naturales. En lugar de mascarillas, Pàmies ha repartido entre socios y simpatizantes unos 500 litros de MMS gratuitos y asegura que cuenta ya con una veintena de voluntarios para contagiarse y demostrar después la efectividad de su brebaje. Desde su página web, Pàmies maneja bien la táctica de «a mí me funciona» con el relato de supuestos testimonios que cuentan sus experiencias positivas. En el mejor de los casos no es más que el efecto placebo en personas cuyo sistema inmunológico ha podido luchar y vencer al agente vírico por sí mismo, sin medicación. Lo que no se le puede negar es su promoción de vida saludable. Hace un tiempo tomó la decisión de pagar un euro diario a los trabajadores que se trasladasen a sus instalaciones en bici. Él reside en una masía en las afueras de Balaguer, junto a su mujer Rosa Mari. Desde los 16 años se ha dedicado al cultivo. «Llevo la tierra en vena –cuenta–. Para mis padres y mi abuela no existía más principio que la naturaleza». La guerra que sí ha dado por perdida es el independentismo catalán. Pàmies se declara independentista desencantado. «Aquella Cataluña independiente que yo soñé junto a Teresa Forcades, médico y teóloga, hoy es inviable», indica. Por cierto, esta mujer le ha expresado su apoyo incondicional en su defensa del MMS. Su discurso está lleno de errores médicos imperdonables e incluso algunas contradicciones que él mismo justifica con sorna. Se declara vegano, pero no se priva de un buen jamón ibérico. Y aunque encuentra en las plantas el remedio para todo mal, es un cardiólogo el que trata su corazón después de haber sufrido dos anginas de pecho. Consejos vendo que para mí no tengo. Charlatanes, curanderos, advenedizos y embaucadores siempre han estado ahí, pero en la pandemia han encontrado un auténtico filón tratando de colar sus prodigios mientras la investigación científica sigue su curso. Pàmies denuncia que el miedo que despierta la OMS en los ciudadanos debilita el sistema inmunitario y por eso enfermamos. Más bien habría que decir que el miedo es el gran mástil al que se agarra la falsa medicina.
✕
Accede a tu cuenta para comentar