Hacia la erradicación del virus
40 años del primer paciente con sida en España: de una muerte lenta a cronificar la enfermedad
En 1981, tres años antes de que se identificara y aislara el virus, el hospital Vall d’Hebron trató el primer caso y desde entonces la investigación ha permitido avanzar de forma significativa en el diagnóstico y el tratamiento
Hoy en día, las 150.000 personas con sida que viven en España pueden tener una buena calidad de vida y una esperanza de vida igual a la de cualquier otra persona, pese a que siguen teniendo la infección y, por lo tanto, han de mantener su adhesión al tratamiento de por vida, y eso se debe principalmente a que se ha logrado cronificar la enfermedad, pero hasta llegar a este punto, el virus VIH se llevó por delante muchas vidas y, además, de una forma muy cruel.
Ahora hace 40 años que se diagnosticó en España el primer caso de sida. Se trataba de un peluquero de 35 años que ingresó en octubre de 1981 en el Hospital Universitario de la Vall d’Hebron de Barcelona con dolor de cabeza persistente, lesiones de color púrpura y Sarcoma de Kaposi, que es un tipo de cáncer de piel provocado por un herpes virus. Por entonces, ni siquiera se conocía el virus causante del sida, que no se aisló e identificó hasta 1983, cuando se bautizó la enfermedad como Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, por lo que aquellos primeros pacientes eran tratados de los infecciones surgidas a raíz de la inmunodeficiencia que causa el virus, pero nunca del propio virus.
Y es que como explica el doctor Vicenç Falcó, jefe del servicio de Enfermedades Infecciosas de Vall d’Hebron e investigador del Grupo de Enfermedades Infecciosas del VHIR, “los primeros años fueron muy duros porque no se diagnosticaba la enfermedad y los pacientes llegaban al hospital con complicaciones infecciosas, que por entonces no se asociaban al VIH, las cuales les conducían a la muerte”. “La evolución era muy lenta porque lo que sucede con este virus es que penetra en el organismo y entonces se produce una lucha entre el sistema inmunológico y el virus, que infecta las células, sobre todo a las del sistema defensivo. Así pues, con el tiempo, el virus casi siempre gana y, por lo tanto, el sistema inmunológico se va deteriorando, lo que da lugar a una situación de inmunodeficiencia y eso provoca que el paciente sea susceptible a tener infecciones oportunistas, que se llaman así porque el origen son microorganismos que aprovechan la inmunodeficiencia del huésped”.
“En los primeros años de la enfermedad tan solo se identifican los síntomas de esas infecciones oportunistas surgidas a consecuencia de la inmunodeficiencia, las cuales se aprendieron a tratar, alargando así un poco la vida de las personas con sida, quienes, sin embargo, se iban consumiendo poco a poco porque, pese a que los médicos les protegíamos de las infecciones, no tratábamos el sida, de manera que el virus seguía replicándose”.
En este contexto, el primer paciente de sida fue sufriendo ese progresivo deterioro de su organismo cuando los médicos le realizaron un escáner gracias al cual identificaron un tumor de tres centímetros en su cerebro, que los doctores interpretaron como una metástasis, por lo que fue intervenido de urgencia para acabar falleciendo tan solo cuatro días después de la intervención. A posteriori, durante la autopsia, se encontraron en el cerebro células parasitadas en lugar de las células tumorales y éstas se asociaron a la toxoplasmosis, lo que permitió asociar por primera vez la infección al cerebro por toxoplasma al sida.
“No fue hasta 1996 cuando se produjo el gran salto en lo que se refiere al tratamiento de la enfermedad, ya que fue entonces cuando se pudo controlar y monitorizar la infección gracias a una combinación de fármacos de diferentes familias, lo que permitió que los pacientes dejaran de sufrir infecciones oportunistas y, por lo tanto, la supervivencia mejoró”. “Esos primeros tratamientos eran muy complejos de administrar y tenían una toxicidad importante”, señala al respecto el doctor Falcó, quien apunta que “no fue hasta hace unos 10 o 15 años que empezamos a disponer de unos tratamientos más eficaces, menos tóxicos y fácilmente administrables”. “Ahora, en la gran mayoría de casos podemos controlar la enfermedad con solo una pastilla al día”, destaca Falcó, quien sin embargo señala que “el gran reto es erradicar el virus o encontrar una cura funcional de la enfermedad”.
La meta, erradicar el virus
Y es que, como apunta Falcó, el problema de este virus es que, “una vez penetra en el organismo y lo infecta, se integra en el genoma de determinadas células, determinados linfocitos, en estado latente, que es lo que se conoce como reservorio y, en un momento dado, se puede reactivar y volver a replicarse”, indica el doctor, quien al respecto señala que “erradicar el gen del virus integrado en el gen de las células del reservorio es muy difícil porque nuestro sistema inmunológico no es capaz de reconocer a estas células como extrañas y, por lo tanto, no puede eliminarlo”.
Por su parte, la doctora María José Buzón, responsable de la Línea de Investigación Traslacional del VIH en el grupo de investigación en Enfermedades Infecciosas del Vall d’Hebron Institut de Recerca (VHIR), subraya que “los pacientes se tratan y logran suprimir la carga viral, pero no se curan nunca. Si están con tratamiento antirretroviral no pasa nada, pero si se para, el virus vuelve a salir de forma sistémica”, por lo que una de las principales líneas de investigación se centra en tratar de dar a conocer las células infectadas para poder eliminarlas.
En este sentido, tal y como explica Buzón, “se estudia mucho, por una parte, cuáles son esas células que están latentemente infectadas, que sabemos que son células CD4, pero hay muchos subtipos, y también a nivel anatómico”. “Entonces las estrategias van dirigidas a estos sitios anatómicos y a intentar reactivar el virus de su forma latente para que después el sistema inmune sea capaz de reconocerlo y eliminarlo”, apunta.
En este contexto, “hay muchas líneas de investigación, como la de diseñar estrategias para que estos fármacos reactivadores de la latencia vayan a sitios donde está el virus persistiendo, como los ganglios linfáticos”, pero también “se está trabajando mucho con anticuerpos monoclonales, aunque el problema es que esta célula se ha de hacer visible, empezar a expresar el virus para que el sistema inmune lo consiga detectar y lo elimine”, relata Buzón.
Paralelamente, “se están investigando algunas vacunas terapéuticas que intentan adiestrar el sistema inmunológico del paciente ya infectado con la intención de que, cuando éste pare el tratamiento antirretroviral, el sistema inmunológico sea más fuerte y sea capaz de reconocer la célula infectada”. Sin embargo, “este tratamiento por sí solo parece que tampoco funciona muy bien y se está combinando con otros fármacos que lo que hacen es activar otras vías del sistema inmunológico diferentes”.
En definitiva, “hay muchas vías abiertas, se está investigando mucho”, pero, tal y como admite Buzón, “no parece que la cura del Sida esté cerca, aunque es verdad que estamos mucho más cerca que hace 10 años”. “Vamos en el buen camino”, asegura la doctora quien, en cualquier caso, recuerda que “la investigación en VIH ha ayudado mucho en lo relativo al tratamientos del coronavirus, ya que ha aportado mucha información sobre vacunas RNA, que ya se habían probado para VIH, así como conocimientos sobre los anticuerpos monoclonales ... y todo lo que es la parte inmunología, que se ha desarrollado mucho durante el VIH”
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