En mínimos históricos

La sequía explosiva que ahoga a los agricultores

La falta de lluvia y de un «plan b» agrieta los campos: «Si en 15 días no llueve, las cosechas se perderán y habrá desabastecimiento», dicen

Un pastor cuida de su ganado en los campos de Ciudad Real
Un pastor cuida de su ganado en los campos de Ciudad RealJESÚS MONROYAgencia EFE

Amador Fernández nos atiende desde el tractor con el que prepara el terreno para su próxima cosecha. Si es que llega. Él cultiva tomates, maíz y arroz en la comarca de las Vegas Altas del Guadiana, en Extremadura, una de las zonas más afectadas por la preocupante sequía que golpea a España.

Bañadas por la comunidad de regantes de Orellana, las 60.000 hectáreas que comprende esta zona se encuentran en estado crítico ante la escasez de agua: «Nos estamos viendo muy afectados por las limitaciones de agua. Ahora mismo estamos al 0%, es decir, que no hay riego. Se están tomando medidas para cultivos permanentes, como los frutales, pero, a pesar de ello, es una situación extrema», explica este agricultor de 36 años, que lleva toda su vida dedicado al campo.

La falta de lluvia está causando estragos. Los datos de agua embalsada han alcanzado mínimos históricos, con un 44% esta semana, lo que supone casi 20 puntos por debajo de la media de los últimos diez años.

Amador Fernández, agricultor extremeño
Amador Fernández, agricultor extremeñola razon

«Yo nunca había vivido una situación igual. Recuerdo que 2015 fue un año de bastante seguía, pero al final llovió en primavera y nos salvó. Para encontrarme con una escasez como la actual me tendría que remontar a 1992. Yo era muy pequeño, pero recuerdo a mi padre muy preocupado. Ese año no se pudo sembrar. Y ya no es solo el daño que nos hace a los que cultivamos, sino a todos los sectores que están relacionados con nosotros: proveedores, transportistas...», reflexiona.

En su caso, el cultivo del tomate se ha convertido en un quebradero de cabeza. En la última cosecha se lo han pagado a 100 euros por tonelada, un precio inferior a años anteriores, y los insumos han aumentado de precio un 200%.

«Ahora mismo, si no fuera por la sequía, estaríamos sembrando en el invernadero para a continuación llevarla al terreno. Hacemos una plantación escalonada para que así también lo sea la cosecha. Pero como no hay agua no hemos comenzado con el proceso, porque si no llega, perderíamos lo sembrado. A día de hoy no sabemos qué va a pasar con nosotros. Mientras, yo me estoy dedicando a quitar las malas hierbas y labores de mantenimiento. No queda otra», apunta.

Cristóbal Cano, de 41 años y con un terreno de olivar de 10 hectáreas en Jaén, ahonda en la crisis por la que atraviesa el sector y las pocas salidas que les dan desde las instituciones. «Esta situación es muy preocupante y lo estamos viviendo con mucha incertidumbre. Los datos de Andalucía son terribles, el agua embalsada en la Cuenca del Guadalquivir apenas está en el 27%, cuando, por estas fechas, debería superar el 60%. Esto se traduce en un periodo de sequía muy duro», relata.

Tan solo en la campaña de aceitunas han perdido hasta el 30% de los cultivos: «Y a este contexto hay que sumar que a este año hídrico tan pésimo ya han aterrizado las restricciones de regadío. Lo peor es que no hay perspectivas de que lleguen episodios de precipitaciones», puntualiza Cano, que también es técnico en Ciencias Ambientales.

Y es que, pese a que se avecinan lluvias, no serán suficientes para compensar lo perdido, ya que, además, vienen de manera torrencial y sirven de poca ayuda para el sector: «Si en Andalucía no llega buena lluvia en 15 días, todo el cereal (trigo, avena...) se perderá completamente. Lo que se plantó en noviembre se hizo sobre terreno ya seco. Llovió algo, pero fue insuficiente. Si pasa el tiempo y no viene agua, todo se perderá. Sin contar con otros cultivos como la siembra de algodón o arroz, que está paralizada», puntualiza.

Falta de abastecimiento

Y las consecuencias de esta falta de agua en los cultivos no se notará solo en las cuantiosas pérdidas de los agricultores, sino que será de un fuerte impacto en la sociedad porque no podrán ofrecer los alimentos al ritmo que se hacía hasta ahora.

«Cuando tu economía depende del cultivo, eso se traduce en que, si no se siembra, no se cosecha. Y si no se cosecha no entra dinero y es la ruina», dice Cano, que, además, matiza que el riego con restricciones «no será para producir nueva cosecha, sino para mantener las que ahora tratan de sobrevivir».

Carlos Fernández productor y comercializador de Azafrán en Villarrobledo, Albacete
Carlos Fernández productor y comercializador de Azafrán en Villarrobledo, AlbaceteLa Razón

Por ello, plantea que este es el momento idóneo para reflexionar «sobre los planes hidrológicos de los ríos»: «Hay que organizar los recursos para los próximos años y nosotros abogamos por que se haga un reparto más justo y social. Hay que priorizar los cultivos que tengan más retorno económico. Además, hay que apostar por una nueva infraestructura de almacenaje del agua para que en momentos como el actual, exista una reserva hídrica para abastecer. Esto requiere inversión y es el momento de hacerlo», exige Cano.

En esta línea se manifiesta también Amador, que indica que, según lo establecido, tan solo se facilitará el suministro de agua a frutales, «Y el resto, ¿qué? Pido a la administración que lleve a cabo medidas consecuentes con la realidad, el agua es vital para nuestra supervivencia». De hecho, varios de los agricultores extremeños aprovecharon la visita del presidente Sánchez esta semana para respaldar la consulta sobre la unión de Don Benito y Villanueva, para manifestarse y mostrar su descontento.

«Nosotros lo que queremos es trabajar y poder funcionar como siempre. Y si el clima no ayuda, las autoridades deberán darnos alguna salida. Parece que se están reuniendo las directivas de las organizaciones agrarias para atajar el problema, pero yo no tengo nada claro. El tiempo se echa encima y no sé si podré trabajar este año», dice Amador con resignación.

«Y no podemos olvidar a los ganaderos. La sequía provoca que no haya pasto y esto incrementa los costes porque se ven obligados a sustituirlo por forraje y pienso y eso aumenta los gastos», añade Cano.

En Castilla-La Mancha, la situación no es mucho más alentadora. Allí, las reservas de agua embalsada están al 37%, lo que supone un duro revés para quienes viven del campo. Es el caso de Carlos Fernández productor y comercializador de Azafrán en Villarrobledo, Albacete. Según relata a LA RAZÓN, este año se ha disfrutado de la mayor superficie cultivada de esta especia dentro de la delimitación de la Denominación de Origen (132 hectáreas) y es cuando se ha producido la menor cosecha: 354 kg. «Antes teníamos una media de 659 kg. por cosecha, salvo el año de mayor rendimiento que fue en 2018, cuando obtuvimos 915 kg. En estos cuatro años hemos pasado de un pico de floración, a tocar suelo», lamenta Fernández.

Aborto floral

En los diversos estudios que han estado realizando en los últimos meses han detectado que existe una significativa bajada del rendimiento de la floración, una tendencia que viene desde 2013, pero que se ha agudizado en los últimos tiempos. «Es probable que la alta temperatura en momentos clave del cultivo puedan provocar un aborto floral. Estamos a expensas de que esto se certifique con datos. Las consecuencias serían, por un lado, un aumento de precios y, por otro, un desabastecimiento para nuestros clientes. Se generaría una situación muy compleja», asevera.

A partir de los 22 de grados es cuando se produce el aborto floral que menciona Fernández. En el cultivo de azafrán hay dos meses críticos: agosto, que es cuando se produce la diferenciación floral, y octubre, cuando se arranca del bulbo: «Así que, si en esos momentos se tienen, como ocurre actualmente, temperaturas superiores, es cuando tiene lugar el aborto y la pérdida de la cosecha».

Ante esta situación, las asociaciones de agricultores levantan la voz para que, ante la evidencia del cambio climático y el notorio impacto en su actividad, las instituciones responsables propongan nuevas vías con las que puedan seguir trabajando la tierra y no caigan en el olvido.