Desconfianza

«Pinchazo» en vacunación infantil

La inoculación de dosis en niños de 5 a 11 años no avanza al ritmo deseado. La desconfianza de algunos padres, el escepticismo y las dudas que suma la evidencia científica reman en contra

Solo el 19,5% de los niños entre 5 y 11 años han recibido la pauta completa
Solo el 19,5% de los niños entre 5 y 11 años han recibido la pauta completaRosa Veiga / Europa PressEuropa Press

Según la última actualización del informe de actividad del proceso de vacunación pediátrica, publicada ayer por el Ministerio de Sanidad, hasta ahora, 1.891.890 menores de entre 5 a 11 años tienen al menos una dosis, lo que supone el 57,5% del total de niños susceptibles de vacunar – 3,3 millones–. Mientras, un total de 642.080 niños, es decir un 19,5%, han recibido la pauta completa. Para este grupo de población, el proceso de inmunización empezó el 15 de diciembre y fue el miércoles 9 de febrero cuando los primeros empezaron a completar la pauta una vez transcurridas las ocho semanas de separación entre ambos pinchazos.

Aunque la vacunación arrancó a buen ritmo (a más de 100.000 vacunaciones diarias), tras las vacaciones navideñas se ralentizo bastante. Sin embargo, esta última semana (entre el pasado viernes 25 de febrero y ayer) hasta 94.378 completaron la pauta, y 13.538 fueron vacunados de su primera dosis. El elevado número de contagios con Ómicron en la sexta ola, las dudas de los padres, las diferencias entre especialistas y los indudables síntomas de fatiga y recelo por parte de algunos grupos de población, está restando brillo a la vacunación infantil que, difícilmente, nos colocará en las posiciones que lo ha hecho la de mayores de 12 años.

Poca eficacia de la vacuna

A los recelos ya conocidos, se suma la última evidencia científica. Y es que la vacuna desarrollada por Pfizer y BioNTech contra la covid-19 parece ser mucho menos eficaz en niños de 5 a 11 años en comparación con los adolescentes y los adultos, según nuevos datos de un estudio publicado en el repositorio MedRxiv, que aún no ha sido revisado por pares.

Los científicos del Departamento de Salud de la ciudad de Nueva York (Estados Unidos) analizaron datos de 365.502 niños de 5 a 11 años y de 852.384 adolescentes de 12 a 17 años, todos ellos completamente vacunados entre el 13 de diciembre de 2021 y el 31 de enero de 2022, durante la ola de contagios causada por Ómicron.

Los resultados revelaron que la eficacia de la vacuna de Pfizer disminuyó del 66% al 51% para los niños de 12 a 17 años. Entre los más pequeños, los de 5 a 11 años, se observó una caída significativamente mayor que pasó del 86% al 12%. «La diferencia entre los dos grupos de edad es sorprendente», dijo al New York Times el profesor Florian Krammer, de la Escuela de Medicina Icahn.

Un menor recibe una dosis de la vacuna en Canarias
Un menor recibe una dosis de la vacuna en CanariasEuropa PressEuropa Press

El investigador remarcó que a los niños de 12 años se les administraron 30 microgramos de la vacuna, la misma dosis que se les da a los adultos. Sin embargo, en el caso de los niños de 5 a 11 años, la dosis es de un tercio, 10 microgramos. No obstante, a pesar de los datos que sugieren que el suero de Pfizer ofrece poca protección contra la infección leve y asintomática, su eficacia frente a las hospitalizaciones aguantó. Los ingresos en adolescentes se redujeron del 85 al 73%. En el caso de los niños más pequeños, la eficacia se redujo del 100 al 48 %.

Lejos de desaconsejar la inmunización pediátrica, los científicos han señalado que estos resultados evidencian la necesidad de estudiar pautas vacunales alternativas para los niños que reciben un tercio de la dosis que se administra a adolescentes y adultos.

¿Por qué hay padres que no quieren vacunar a sus hijos?

Los especialistas, por su parte, tienen posturas diametralmente opuestas respecto a este tema. Mientras algunos defienden la tesis de que es beneficioso vacunar a los niños porque, aunque pequeño, el riesgo de casos graves no es nulo y esto, en un contexto de gran circulación del virus, haría inevitable que se produzcan, otros entienden que haya padres recelosos respecto a la idoneidad de la vacunación pediátrica.

«Si bien es cierto que no podemos olvidar que esto no se ha acabado aun, hay determinados colectivos que no hubieran requerido una vacunación masiva, generalizada, y entre ellos está el de los niños de 5 a 11 años», señala Yvelise Barrios inmunóloga del Hospital Universitario de Canarias y miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Inmunología Clínica (SEIC). «Una vez pasada esta fase inicial de inmunización masiva, nosotros apostamos por una nueva etapa en la que prime la individualización», añade.

¿Y los padres? ¿Cuáles son los motivos por los que algunos estaban deseando poder vacunar a sus hijos – y lo han hecho en cuanto ha sido posible – otros les pusieron la primera dosis pero no han querido completar la pauta, y otros no consideran que pueda beneficiarles? Hemos preguntado sus razones a tres familias que han tomado cada uno de estos caminos.

Maxi Napoli, de 11 años, tiene la pauta completa. «He vacunado tan rápido a mi hijo por sus abuelos. Es muy importante proteger a los mayores, además de una lección para él de generosidad y valentía. En mi entorno está normalizado, así que no me generaba ninguna duda», explica su madre, Beatriz Pavón. «A él, personalmente, le parecía importante, para proteger a los demás y porque cree que así tiene menos posibilidades de caer enfermo con el virus».

María Aguilar, madre de Gabriela, de 9 años, llevo a su hija a ponerse la primera dosis, pero canceló la cita para la segunda. «Con lo que pasó durante las navidades con Ómicron dejé de confiar en las vacunas. Yo si me he vacunado, con las tres dosis, y asumo las consecuencias que pueda tener a largo plazo, pero tomar esa decisión sobre mi hija, sin saber siquiera si el beneficio que puede obtener merece la pena, no me parece ético». Alega, además, que ni Gabriela ni su entorno más cercano ha tenido covid, «o, si lo hemos tenido, ha sido asintomático; ni está en contacto con personas de riesgo a las que pueda contagiar».

Johnny Sfeir es el padre de Chiara, una pequeña de 7 años con trastorno del espectro autista (TEA). No ha vacunado a su hija ni tiene intención de hacerlo, «a menos que haya una vacuna disponible para niños que evite el contagio y que ofrezca un beneficio incontestable», señala. «Le he puesto a Chiara todas las vacunas que le correspondían desde que nació y, hace un par de años, invertí en un estudio para saber hasta que punto los medicamentos que toma a diario por su condición les estaban generando una toxicidad que influyera en su estado. Salieron niveles muy altos – y eso es algo que empeora la evolución de los TEA – por lo que no quiero someterla a algo que puede causarle más, además de efectos secundarios» concluye.