Viernes Santo

«El diablo no es un mito, es real y seductor»

Francisco retoma la celebración de la Pasión del Señor en la Basílica de San Pedro y el Vía Crucis en el Coliseo de Roma

El Papa, durante la adoración de la cruz en la basílica de San Pedro
El Papa, durante la adoración de la cruz en la basílica de San PedroANGELO CARCONIAgencia EFE

Un Papa postrado ante la cruz. En silencio. Con la majestuosidad inherente a la basílica de san Pedro que de nuevo presentaba un lleno de fieles en esta Semana Santa de retorno a la casi normalidad tras la pandemia. Pero con la austeridad propia del Viernes Santo, la que marca la celebración de la Pasión del Señor, rememorando la muerte de Cristo. Un luto solemne que Francisco visibiliza con un una actitud de recogimiento orante durante la adoración al crucificado, que también mantuvo durante el Vía Crucis nocturno que presidió en el Coliseo Romano. Eso sí, por su dolencia en la rodilla, suprimió el gesto de la postración.

Como es habitual, el pontífice no pronunció homilía alguna, ya que en esta jornada cede la reflexión al fraile capuchino Raniero Cantalamesa, predicador oficial de la Casa Pontificia.

Sin embargo, la voz del Papa sí se pudo escuchar ayer a través de la televisión italiana. Y es que Jorge Mario Bergoglio concedió una entrevista «A Sua Immagine» de la RAI 1, un espacio confesional al estilo de la programación de la televisión pública española. «Una de las cosas que he aprendido es a no hablar cuando alguien sufre», expuso a la presentadora Lorena Bianchetti, cuando le invitó a que reflexionara sobre el Viernes Santo a partir de la imagen de una familia ucraniana huyendo de la guerra hacia un hospital para salvar la vida de su hijo. Francisco se encomendó al término «silencio» como la mejor lección para trasladar a la vida cotidiana la actitud propia de esta jornada.

«Debemos pedir la gracia del llanto, ante nuestras debilidades, ante las debilidades y tragedias del mundo», añadió el Papa argentino, que subrayó cómo la Pasión de Cristo está íntimamente ligada al viacrucis que viven tantos inocentes. Francisco, no solo de detuvo en la guerra de Ucrania, sino que quiso verbalizar otros conflictos olvidades como Siria, Yemen, Ruanda o la persecución de los rohingya. «El mundo está en guerra», aseveró el Papa, reforzando que el planeta está padeciendo una tercera guerra mundial por fascículos.

Desde ahí, se desahogó criticando a «los gobernantes que compran armas». «No los justifico, pero los entiendo», señaló a continuación para admitir que «tenemos que defendernos». Sin embargo, expuso cómo esta dinámica hace entrar en el «esquema demoniaco de Caín», que lleva a que «nos matemos unos a otros en aras del poder, en aras de la seguridad, en aras de muchas cosas». «Si fuera un modelo de paz, esto no sería necesario», apuntó.

En un plano personal, Francisco admitió que en sus visita a diferentes cementerios y santuarios donde se encuentran víctimas de diferentes conflictos armados, lloró. «No hemos aprendido», lamentó con la vista puesta en la actualidad: «Por eso digo que la guerra es una monstruosidad».

Para el Papa, la guerra nace en lo pequeño, cuando «la enfermedad del odio» se apodera de la persona. Por un lado, están aquellos que «hacen la guerra» en los campos de batalla y en los despachos, pero también «los que destruyen la vida de los demás, los que explotan a las personas en su trabajo». Así, no dudo en afirmar que la explotación «es una guerra» que también aniquila, «no sólo los tanques». Jesús «está en cada persona explotada, que sufre las guerras, la destrucción», aseveró, deteniéndose en las víctimas de la explotación sexual: «¡Cuántas mujeres son esclavas de la trata en las grandes ciudades!».

En este sentido, desmontó ante los televidentes italianos que el diablo sea un mito. «Es una realidad. Yo lo creo», aseveró Francisco, convencido de que es «seductor», capaz de ofrecer «algo de bello en el pecado», que lleva a caer en sus redes: «Si los pecados fueran feos, si no tuvieran algo de bello, nadie pecaría» . Frente a ello, animó a ponerse en manos de Jesús: «Necesitamos esa mansedumbre, esa humildad de decirle a Dios: soy un pecador, pero tú sálvame, ayúdame».

«Somos racistas con los refugiados»

Francisco denunció ayer en la televisión italiana que la crisis migratoria provocada por la invasión de Ucrania provoca una solidaridad con un doble rasero en relación a los que vienen de fuera. «Hay refugiados de primera clase y de segunda clase», apuntó el Papa argentino sobre las puertas abiertas de Europa a los ucranianos sin condición alguna y la falta de acogida a quienes llegan de las fronteras de África y Asia. «Somos racistas. Y eso es malo», sentenció el Papa, que alertó sobre estas «subdivisiones» por el «color de la piel». Al hilo de esta cuestión, el Papa explicó que Jesús «fue emigrante y refugiado en Egipto cuando era niño, para escapar de la muerte».