Viaje papal
El dardo de Francisco ante el rey de Baréin: no a la pena capital
El Pontífice aterriza en el reino musulmán del Golfo Pérsico reinvindicando los derechos de presos políticos y migrantes
No se contuvo en su primer discurso. Fue aterrizar en Baréin en un viaje que durante cuatro días busca tender puentes con el orbe musulmán para configurar una alianza global de religiones por la paz y Francisco ejerció de invitado algo incómodo para sus anfitriones.
En su primer discurso ante las autoridades de este reino islámico insular del Golfo Pérsico lanzó una condena expresa a la pena de muerte. Desde 2017, y como medida aleccionadora a las revueltas de la Primavera Árabe, el país puso fin a una moratoria de facto de siete años sobre la pena de muerte ejecutando a seis personas y con 27 en las puertas, la mayoría presos políticos.
Por ello, el Papa reclamó «defender el derecho a la vida, en la necesidad de garantizarlo siempre, también en relación con los que son castigados, cuya existencia no puede ser eliminada». Con estas palabras se expresó en el imponente palacio real de Sakhir, donde pronunció un discurso valiente y contundente en el fondo y exquisito en las formas después de reunirse con el rey Hamad bin Isa Al Jalifa.
Pero las denuncias del pontífice argentino no se quedaron ahí, sino que además apeló a los gobernantes de la nación a hacer efectivos los derechos que recoge su Constitución: «No debe haber ninguna discriminación en base al sexo, la proveniencia, la lengua, la religión o el credo». Francisco denunció que «no haya discriminaciones y los derechos humanos fundamentales no sean violados, sino promovidos». Si bien, a priori se podría pensar el mensaje iba en defensa de la minoría católica de 80.000 personas, en realidad se refería principalmente a la mayoría chií de Baréin, hostigada por una monarquía reinante suní.
Las quejas de Jorge Mario Bergoglio fueron más allá al sacar la cara frente a la explotación de la mayoría de los trabajadores extranjeros de baja cualificación del país. El Papa expuso sin circunloquios que «hay demasiado trabajo deshumanizador» que representa «un atentado a la dignidad humana». Para el pontífice, Barein ha de convertirse en «un faro que promueva, en toda la región, derechos y condiciones justas y cada vez mejores para los trabajadores, las mujeres y los jóvenes». Y como es habitual en todas sus intervenciones tras la invasión de Ucrania, criticó toda acción bélica, que calificó de «monstruosa e insensata». Aquí también dejó caer otro recado al país que le acoge, al pedir que se conviertan «los enormes gastos militares en inversiones para combatir el hambre, la falta de asistencia sanitaria y de instrucción».
Sin embargo, no parecía que sus interlocutores se vieran especialmente molestos por la intervención del Sucesor de Pedro, quizá porque en la recámara el Rey podría conceder una amnistía, tal y como nos insinuó en el vuelo papal el cardenal Miguel Ángel Ayuso.
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