Testigo directo

El adiós a un padre que nos habla desde el silencio

Un testigo del funeral confiesa que le ha «inundado el agradecimiento por su vida y por haberle puesto en la mía»

Benedicto XVI fue enterrado ayer en El Vaticano
Benedicto XVI fue enterrado ayer en El VaticanoVATICAN MEDIA HANDOUTAgencia EFE

La mañana del 31 de diciembre volvía en AVE desde Sevilla cuando recibí un whatsapp que confirmaba el fallecimiento del Papa Benedicto XVI. Fue en ese mismo instante cuando un profundo agradecimiento me invadió y me obligó a meditar en silencio el motivo de tal hecho. No es fácil expresar en pocas líneas todo lo que ha supuesto para mí haber encontrado un compañero de camino como él y por ello voy a destacar únicamente dos aspectos que han marcado mi vida desde que se los escuché y que he querido hacer tesoro de ellos.

El primero se remonta al 2006 cuando llegó a mis manos una homilía que el entonces papa dirigió a los obispos suizos titulada «Dios no fracasa». En la misma me encontré con afirmaciones como éstas: «Dios no fracasa. O, más exactamente: al inicio Dios fracasa siempre, deja actuar la libertad del hombre, y esta dice continuamente ‘no’. Pero la creatividad de Dios, la fuerza creadora de su amor es más grande que el ‘no’ humano. A cada ‘no’ humano se abre una nueva dimensión de su amor, y él encuentra un camino nuevo».

Después de diecisiete años que leí estas palabras siguen resonando en mí cada vez que me sorprendo viendo actuar en mi vida la creatividad y la misericordia con la que Dios sale cada día a mi encuentro.

El segundo aspecto lo relaciono con lo que he podido vivir estos días desde que llegué a Roma el pasado martes y que me ha ayudado a poder mirar su muerte con la esperanza que nace de la fe.

Benedicto XVI hablaba de este modo de la muerte, y todo lo que ella despierta, en el funeral de la Memor Domini Manuela Camagni (de la familia pontificia): «Aunque a veces pueda parecer que en ese momento él está ausente, que se olvida de nosotros, en realidad él nos tiene siempre presentes, estamos en su corazón. Dondequiera que podamos caer, caemos en sus manos».

Precisamente es en esas manos en las que ha descansado el Papa Francisco a su antecesor al concluir su homilía: «Benedicto, fiel amigo del Esposo, que tu gozo sea perfecto al oír definitivamente y para siempre Su Voz».

Por último, acabo compartiendo cómo he vivido el funeral y cómo el Señor, una vez más, a través de su creatividad ha querido ayudarme a dar un paso de madurez en esta fría mañana romana.

A altas horas de la mañana me piden desde la redacción de informativos de Antena 3 de poder entrar en directo a lo largo de la mañana y compartir con todos cómo estaba viviendo los momentos previos a que diese comienzo el funeral del Papa Emérito.

Para ser sincero, la primera sensación que me vino es que si quería hacerlo por su gloria me invitaba a exponerme delante de todos los que desde sus casas me escuchasen (pensaba por ejemplo en mis compañeros de trabajo) y un instante después volvió a inundarme el agradecimiento por su vida y por haberle puesto, de alguna manera, en la mía. Por eso, a las 7:00 de la mañana me enfrentada a las cámaras con la conciencia de «Da gratis, lo que has recibido gratis».

Acabo con las palabras que la Iglesia rezaba en las Vísperas del pasado miércoles: «Que tus fieles difuntos, iluminados por la luz de tu Natividad, contemplen tu rostro». Ese rostro del que ya estará gozando nuestro querido Benedicto XVI, el padre que desde el silencio nos ha hablado en los últimos años de su vida.

* Jesús A. Pindado es maestro de Primaria