Diversidad familiar
«Ser hijo de padres gays me ha hecho ser más tolerante y comprensivo»
Gabriel forma parte de la primera generación de jóvenes hijos de familias homoparentales y no duda en promover mensajes en diferentes foros sobre la normalización de la diversidad familiar
Gabriel no quiere ser «influencer». Tampoco activista. Al menos, de momento. Tan solo que su experiencia sea de utilidad para que aquellos que desconocen la realidad de la diversidad familiar pongan el foco en lo que hasta hace poco tiempo se veía como algo diferente o extraño. Las familias homoparentales en España han crecido exponencialmente en los últimos años al ritmo de los avances legislativos y sociales en materia de igualdad.
Gabriel Santos, de 20 años, forma parte de esa primera generación de hijos de padres o madres homosexuales que consolidaron sus derechos con la aprobación del matrimonio homosexual en 2005. Por ello, hace tiempo decidió participar en una campaña a través de la organización Freeda en la que hablaba de su experiencia. Su vídeo se hizo viral y, desde entonces, no duda en participar en cualquier foro que pueda servirle de altavoz.
«A veces me reconocen por la calle y me da un poco de reparo porque no busco la fama, sino la normalización de una realidad que no solo vivo yo, sino muchas otras familias», asegura durante su encuentro con LA RAZÓN. De hecho, a él lo que le gusta es la Ingeniería eléctrica, carrera que cursa en la Universidad Politécnica de Madrid. Gabriel acude a la entrevista en un parón entre clase y clase. Está en su tercer año y como cualquier joven quiere exprimir su vida estudiantil con la mayor intensidad posible. Sueña con irse pronto de Erasmus.
En cuanto comenzamos a hablar de cómo ha sido su vida desde que fue adoptado en Rusia, el joven esboza una sonrisa: «Siempre me preguntan si he tenido una conversación con mis padres en relación a nuestro tipo de familia y es que no hay un momento concreto en el que esto deba hablarse. Es algo que surge con naturalidad y normalidad durante la convivencia. Nunca he sentido la ausencia de una figura materna porque en mi casa siempre ha habido mucho amor. No se puede echar en falta a algo o alguien que no ha formado parte de tu vida», responde.
Habla acelerado, pero con firmeza. Es determinado y sensato. Por sus razonamientos se vislumbra a un joven inquieto y sin tabúes que lleva la sinceridad como bandera. «Lo que más les preguntaba a mis padres era por mi proceso de adopción, de dónde venía, cómo fue, pero sobre por qué dos hombres son mis padres no ha habido una conversación como tal porque no resulta necesario», puntualiza.
Fue su padre Jesús, quien ya era pareja de David, el que realizó el proceso de adopción. Como el país elegido fue Rusia, donde la población LGTBIQ+ está perseguida y donde las libertades y derechos fundamentales brillan por su ausencia, no pudieron realizar el proceso de manera conjunta.
Jesús viajaba, acompañado de su hermana a Moscú, y en su casa de Madrid tuvo que volver a vivir solo para que, durante el proceso de adopción, los encargados del informe de idoneidad, pensaran que se trataba de un hombre soltero y heterosexual. «No fue fácil para ellos, pero lo consiguieron y aquí estoy. Cuando se pudieron casar, mi otro padre realizó el proceso de adopción para que los dos fueran legalmente mis padres», relata el joven.
Los amigos curiosos
Para él, su vida ha sido «completamente normal» y llena de «franqueza» en todas las conversaciones: «Vamos a ver, como cualquier hijo he tenido mi adolescencia rebelde, pero como ocurre en todas las familias», dice con una sonrisa. «Si desde pequeño te enseñan que dos hombres se pueden quererse del mismo modo que lo hacen un hombre y una mujer, no hay más que decir. Yo me he criado en un ambiente muy libre porque es lo que me han inculcado mis padres», asevera. Tanto es así que, incluso, su experiencia vital ha servido para que amigos suyos no sufrieran por el hecho de ser homosexuales o adoptados.
«Yo no voy dando lecciones de nada, simplemente que cuando me encuentro con personas que lo pasan mal por este aspecto les digo que se dejen de tonterías y relato mi vivencia», dice.
Afortunadamente, nunca ha sufrido acoso, insultos o desprecios por ser hijo de dos «tíos gays». «Evidentemente no todo el mundo lo ve con buenos ojos, pero ese es su problema. Quizá a algún vecino o en el parque he viso a quien no le gustaba nuestro tipo de familia, pero vamos a esos no me molesto ni en hablar con ellos. No se puede hacer nada contra los intolerantes. No quiero invertir mi tiempo en explicar cosas a gente que no quiere entender. Son batallas perdidas. Yo no soy nadie para cambiar el pensamiento de los demás, tan solo me ofrezco para que abran la mente y que vean que hay realidades diferentes a las suyas».
Desde pequeño, junto a sus padres, ha acudido a encuentros, conferencias y charlas sobre igualdad y diversidad: «Ellos sí que son más activistas y me parece muy bien». Quizá por todo ello, Gabriel asegura que «el haber nacido en esta familia me ha hecho ser más tolerante y comprensivo». Incluso, añade, «tener conocimiento sobre cosas como la gestación subrogada de la cual, ni mis compañeros de universidad tenían idea. Yo se lo he explicado con todo detalle, porque es una conversación muy frecuente entre los amigos de mis padres y estoy al día de todo. Seguramente el hijo de una pareja hetero ni sabe que existe».
También sus amigos le consultan numerosas curiosidades sobre cómo es tener dos padres: «Me hace mucha gracia porque no cambia nada respecto a las familias hetero, pero comprendo que les surjan dudas y se lo cuento sin ningún problema. Es más, a mí me gusta hablar de ello y más en persona, no a través de pantallas o las redes sociales. Cuando el vídeo que hice con Freeda se hizo tan popular, mis padres bromeaban con que me iba a convertir en ‘’influencer’', pero yo les dije que no, no me gusta nada ese rollo».
Otro de los manidos argumentos que los detractores de la diversidad utilizan en su día a día es la influencia que puede tener el hecho de pertenecer a una familia homoparental en la orientación sexual del hijo. «Me lo han comentado en varias ocasiones y, precisamente, lo que ocurre es que vivimos y nos desarrollamos en una libertad de elección mucho mayor que el resto. No existe el miedo a decir que se es homosexual, ni vergüenza. Estamos abiertos a vivir nuestra sexualidad con mucha más libertad y sin tabúes. Cuando yo me planteaba mi orientación sexual no tenía ningún problema en probar lo que consideraba oportuno. Mis padres me decían que lo viviera con naturalidad, que no hacía falta definirse», dice. Es más, ahora, su novia es una más de la familia. «Me preguntan siempre cómo está ‘’la nuera’'», dice entre risas.
Antes de coger la mochila para poner rumbo de nuevo a la universidad, Gabriel reflexiona sobre la intolerancia que aún continúa presente en nuestra sociedad: «Quién tenga dudas, qué me pregunte, pero nunca buscaré la confrontación con quienes no quieren entender».
Más de 200.000 familias LGTBIQ+
Gabriel reconoce que aunque fuera muy pequeño cuando se casaron sus padres, recuerda algunas cosas de aquel gran día. Jesús y David se casaron en cuanto se aprobó la Ley de matrimonio homosexual en 2005. Desde entonces se ha disparado el número de familias homoparentales. Aunque en España no existe un registro oficial, en otros países como Reino Unido, por ejemplo, suponían más de 212.000 familias en 2019 y en Estados Unidos, entre dos y 3,7 millones de menores tienen padres/madres del colectivo.
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