
Alarma global
Anna González, bióloga: «Si todo el hielo de la Antártida se derritiera el nivel del mar aumentaría 58 metros»
Miembro del programa de liderazgo femenino Homeward Bound que ha viajado a la Antártida, destaca que este continente es un recordatorio del impacto que tienen las políticas locales a nivel global

La iniciativa internacional de liderazgo femenino Homeward Bound, que impulsa Acciona, ha formado ya a 775 mujeres de 69 países, de las que 30 son españolas. La bióloga Anna González, que participa en la organización del Año Internacional para la Conservación de Glaciares 2025 con la Unesco y la Organización Meteorológica Mundial, ha formado parte de la expedición a la Antártida de este año.
¿Cómo es la Antártida? ¿Hay algo que le haya sorprendido?
La Antártida es un lugar impresionante, una inmensidad de hielo, nieve y silencio. Uno de los últimos lugares del planeta donde la naturaleza manda sin apenas intervención humana. Es un entorno extremo, pero al mismo tiempo, transmite mucha paz. Sus paisajes son sobrecogedores: montañas cubiertas de hielo, icebergs flotando en aguas congeladas y una fauna única que ha evolucionado para sobrevivir en estas condiciones. Algo que me sorprendió especialmente fue el clima. Siempre imaginé un desierto blanco de temperaturas extremas y nieve constante. Sin embargo, durante nuestra expedición vivimos varios días de lluvia en lugar de nieve. Aunque era verano austral, las temperaturas eran más altas de lo normal y algunos días ni siquiera bajaban de los 0°C. Es impactante ver cómo el cambio climático se manifiesta incluso en este rincón remoto del planeta. Otro momento sorprendente fue el primer desembarco en la isla Half Moon. Fue cuando realmente sentí que estaba en la Antártida. Ver la colonia de pingüinos barbijos con sus crías, sentir el olor del guano impregnando el aire y observar el paisaje montañoso cubierto de nieve fue una experiencia inolvidable.
¿Qué impactos más importantes tiene el calentamiento global en los ecosistemas antárticos?
Uno de los efectos más alarmantes es el retroceso de los glaciares y la pérdida de hielo a un ritmo acelerado. La Antártida contiene alrededor de 27 millones de km³ de hielo, y si todo ese hielo se derritiera, el nivel del mar aumentaría en 58 metros. En los últimos años, la tasa de pérdida de hielo mundial ha sido sin precedentes. Durante nuestra visita a la estación científica estadounidense Palmer nos explicaron que el glaciar Marr Ice Piedmont ha retrocedido a un ritmo de 7,7 metros por año. Este no es un caso aislado; el calentamiento global está afectando la estabilidad de los ecosistemas antárticos, poniendo en riesgo especies que dependen del hielo, como los pingüinos Adelia, cuyos hábitats están desapareciendo. En este contexto, el 2025 ha sido declarado Año Internacional de la Preservación de los Glaciares por la UNESCO y la OMM. Desde la Fundación Kilian Jornet donde trabajo como desarrolladora de proyectos científicos, participamos en este grupo de trabajo para sensibilizar sobre la importancia de los glaciares y su papel en la regulación del agua y la estabilidad de los ecosistemas. En 2023, los glaciares perdieron 600 gigatoneladas de hielo, la mayor cantidad registrada en 50 años. Esto no solo contribuye al aumento del nivel del mar, sino que también provoca deslizamientos de tierra, inundaciones y cambios en las corrientes oceánicas que afectan a todo el planeta.
¿Cómo ha influido esta experiencia en su visión sobre la sostenibilidad y el cambio climático?
Ha reforzado mi conexión con la naturaleza y la urgencia de protegerla. La Antártida es un recordatorio de lo frágil que es nuestro planeta y de que nuestras acciones tienen un impacto global. Lo que sucede en la Antártida no se queda en la Antártida: 2.000 millones de personas en el mundo dependen del agua de los glaciares. Estar en este entorno extremo me ha enseñó a estar presente, a observar con más atención y a reflexionar sobre nuestra relación con el planeta. En el barco, discutimos sobre la crisis climática y su raíz: el uso continuado de combustibles fósiles. Ya en la década de 1980, los científicos habían demostrado que la actividad humana era la causa del calentamiento global. Han pasado más de 50 años, y seguimos extrayendo petróleo. Si no detenemos esta dependencia, no podremos proteger ni la Antártida ni el resto del mundo. La solución no es solo individual, sino política. Necesitamos líderes que no teman al cambio. Como dijo una de mis compañeras en la expedición, "Nuestras madres nos dieron la vida, pero es este planeta el que nos mantiene vivos cada día". No existe un Planeta B y, aunque lo hubiera, ¿de verdad querríamos abandonar este lugar extraordinario?

¿Cómo ha sido convivir con un grupo de mujeres científicas en un entorno tan extremo? ¿Cómo eran sus jornadas?
La convivencia con 124 mujeres científicas de todo el mundo fue una experiencia increíble. Compartíamos intereses, inquietudes y una pasión común por la ciencia y el liderazgo. Durante la expedición, combinábamos sesiones formativas en liderazgo y sostenibilidad con exploraciones en la Antártida. Las mañanas comenzaban con la voz de Klaudia, nuestra líder de expedición, despertándonos con un anuncio. A veces era para informarnos del estado del mar (especialmente en el Pasaje de Drake, donde las olas alcanzaban los 5 metros), otras para avisarnos de una actividad especial, como una observación de aves marinas en cubierta. Uno de los momentos más importantes fueron las sesiones de "Symposium at Sea", donde cada una de nosotras tenía 3 minutos para presentar su trabajo y establecer sinergias con el resto. También realizamos entrenamientos de liderazgo y discusiones abiertas sobre sostenibilidad. Pero no todo era formación. También disfrutamos de momentos únicos, como el avistamiento de ballenas durante la cena en la cubierta del barco, o las expediciones en zodiac entre icebergs gigantes y colonias de pingüinos. Cada día era una aventura. Recuerdo especialmente cuando navegamos cerca del Iceberg A80a, una inmensa pared de hielo de 9x7 millas náuticas. Nos impresionó su magnitud y el hecho de que llevaba años a la deriva desde el Mar de Weddell. También la visita a Paulet Island, donde observamos una de las colonias más grandes de pingüinos Adelia. Pero la Antártida también nos mostró su lado más duro. Hubo días grises, lluviosos y fríos que afectaban nuestro ánimo. En Spert Island, por ejemplo, el clima no acompañaba y muchas compañeras se sentían agotadas. Es un recordatorio de que la naturaleza no siempre es amable y nos tenemos que adaptar a ella.
¿Qué importancia da a la divulgación científica para concienciar sobre la crisis ambiental?
La divulgación científica es clave para abordar la crisis ambiental. Como se mencionó en el informe de la IPBES, a pesar de que la ciencia ha avanzado enormemente desde la década de 1970, y hemos generado una gran cantidad de publicaciones y conocimientos sobre la biodiversidad, la realidad es que la situación continúa deteriorándose. Esto demuestra que no es suficiente con solo entender los problemas desde un círculo académico o científico; necesitamos transformar ese conocimiento en acción, en todos los niveles de la sociedad. En la Fundación Kilian Jornet, trabajamos en proyectos donde integramos ciencia, educación y acción directa, entendiendo que la divulgación debe ser más inclusiva. La ciencia debe salir de los congresos y llegar a las personas, desde el ámbito escolar hasta las comunidades más vulnerables, porque no podemos proteger lo que no conocemos ni lo que no entendemos.
¿Qué opina del apoyo al liderazgo femenino en la lucha contra el cambio climático de Homeward Bound?
El liderazgo femenino es esencial en la lucha contra el cambio climático. Homeward Bound es un ejemplo de cómo el empoderamiento de mujeres científicas no solo aumenta la diversidad de perspectivas, sino que también fomenta soluciones más integradoras y efectivas. Las mujeres, en muchos contextos, tienen una relación más estrecha con la naturaleza, lo que puede aportar enfoques más sostenibles e inclusivos en la toma de decisiones. Pero para generar un cambio transformador en la sociedad, es fundamental incluir a todas las voces. La diversidad de género, así como la inclusión de diversas culturas y puntos de vista, es una de las claves para un cambio radical. El apoyo al liderazgo femenino en la lucha contra el cambio climático no solo tiene que ver con lograr igualdad de género, sino con reconocer que las diferentes experiencias de vida enriquecen el proceso de toma de decisiones y pueden ofrecer soluciones innovadoras y más justas.

¿Qué políticas son más urgentes para mitigar el cambio climático a nivel mundial?
Para mitigar el cambio climático, la política más urgente es la reducción drástica de las emisiones de gases de efecto invernadero. Aunque hemos avanzado en términos de conciencia científica y algunas políticas progresistas en muchos países, la velocidad y la magnitud de la respuesta aún no son suficientes. Las políticas actuales no son suficientes para abordar de manera efectiva el cambio climático. Si continuamos extrayendo petróleo, el calentamiento global seguirá acelerándose, poniendo en peligro incluso ecosistemas vitales como la Antártida. Es urgente que haya un cambio en las políticas globales, que pasen de la negociación a la acción concreta y radical, con enfoques claros hacia la descarbonización de los sectores industriales. Esto no solo tiene que ver con la regulación de las industrias, sino con un cambio profundo en el consumo, la forma en que vivimos y las decisiones que tomamos como sociedad. Es esencial cambiar a los líderes que perpetúan estos modelos destructivos y elegir a aquellos que no le teman a un cambio transformador. La transición hacia una economía sostenible debe ser acompañada de políticas valientes que tomen en cuenta las generaciones futuras, reconociendo que no hay un Planeta B.
¿Qué papel deben jugar las empresas en la sostenibilidad ambiental?
Las empresas tienen un papel crucial en la sostenibilidad ambiental, ya que son las principales responsables de la huella ecológica global. Su capacidad de influir en la producción, el consumo y la distribución de recursos las convierte en actores clave en la lucha contra el cambio climático. Es urgente que las empresas adopten modelos sostenibles, empezando por la descarbonización de sus procesos y la adopción de tecnologías limpias. Además, las empresas tienen la responsabilidad de integrarse en una economía circular, donde el recurso no se agote ni se convierta en residuo, sino que se recicle y reutilice. No basta con adoptar prácticas sostenibles por puro marketing; las empresas deben hacer un esfuerzo real por reducir su impacto en el planeta, lo que implica transformar sus estructuras internas y adoptar valores más orientados hacia la sostenibilidad a largo plazo.
¿Qué mensaje le gustaría transmitir a las futuras generaciones?
A las futuras generaciones les diría que el cambio es necesario y que cada acción cuenta. No podemos seguir posponiendo las decisiones importantes que definirán el futuro del planeta. Las grandes políticas y las acciones de los gobiernos son esenciales, pero cada persona puede contribuir en su día a día, tomando decisiones más responsables, eligiendo estilos de vida más sostenibles y apoyando iniciativas que promuevan la justicia social y ambiental. El cambio hacia un mundo más justo y sostenible no tiene que ser perfecto ni inmediato, pero tiene que empezar ahora. No podemos esperar a que las grandes corporaciones o los gobiernos hagan todo el trabajo. El poder está en nuestras manos, y si nos unimos, podemos empezar a cambiar las estructuras. Os invito a votar pensando en el futuro, eligiendo a líderes políticos dispuestos a abrazar el cambio y tomar decisiones valientes. No podemos seguir priorizando la comodidad a corto plazo y un estilo de vida insostenible. Solo poniendo nuestros intereses inmediatos en segundo plano podemos abrir paso a un futuro más justo y sostenible.
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