
Mediambiente
El cambio climático mata, pero la falta de recursos, más
Las regiones más vulnerables del planeta soportan la mayor parte de los desastres relacionados con la meteorología

Casi al mismo tiempo que el presidente Pedro Sánchez declaraba con rotundidad desde la Cumbre del Clima de Bakú que "el cambio climático mata",Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, escribía una columna de opinión para The Financial Times en referencia al desastre de la DANA en España.
En ella alertaba de que "el cambio climático y la degradación de la naturaleza son una amenaza para nuestra economía. La supervivencia económica de nuestros territorios depende de que actuemos a tiempo". Vidas humas y bienes materiales amenazados por los desastres naturales… Pero ¿cuánto?
La idea de que los acontecimientos como las inundaciones recientes serán cada vez más abundantes, más severos y más costosos en víctimas y en capital parece arraigada en la mayoría de los discursos políticos. Sin embargo, la ciencia no lo tiene tan claro. Al menos, no tiene tan claro que las tres cosas sean ciertas a la vez.
La mayoría de los modelos climatológicos coinciden en que la primera afirmación es cierta: los fenómenos meteorológicos extremos crecerán en el futuro. De hecho ya lo están haciendo.
Cada vez serán más habituales los periodos de grandes sequías, los episodios de lluvias torrenciales, las temperaturas impropias de determinadas estaciones y, probablemente, los huracanes y tifones. Según la Organización Meteorológica Mundial (WMO), el número de desastres relacionados con la meteorología se han multiplicado por 5 en los últimos 50 años.
Tres veces menos víctimas mortales que hace 50 añós
La organización atribuye este crecimiento a dos factores: el aumento global de las temperaturas, que favorece la formación de episodios concretos como las DANA o las olas de calor, y el hecho de que hayan mejorado considerablemente los registros de desastres que décadas atrás no eran reportados a los organismos internacionales.
El mismo informe de la WMO reconoce, sin embargo, que "el número de víctimas provocadas por estos acontecimientos extremos es hoy tres veces menor que hace más de 50 años". La razón: los sistemas de alerta temprana y las infraestructuras de mitigación no han dejado de mejorar.
De manera que, según los expertos, no es necesariamente cierto que, a mayor número de sucesos extremos, mayor número de muertos deban producirse.
Los acontecimientos más mortíferos relacionados con el clima en las últimas cinco décadas han sido, por este orden, las tormentas e inundaciones, las sequías, los incendios y los desplazamientos de tierras.
En la década de los 70, se reportaron en todo el mundo 556.175 muertes atribuibles a estas cuatro causas. En la década siguiente, la mortalidad aumentó a 666.877 víctimas. Desde entonces no ha dejado de descender la triste nómina de fallecidos. Entre 2010 y 2019, los decesos fueron 184.436.
En lo que va de década, la WMO declara una media de unos 11.000 muertos al año. Si la tendencia continúa, al final de este decenio los casos volverán a ser menos que en el decenio anterior.
De manera que, no, la primera aseveración de la creencia común no es cierta: no muere más gente hoy que hace 50 años por culpa del clima. Aunque una sola muerte es ya de por sí un drama y, por supuesto, las más de 200 que España acaba de sufrir merecen el mayor de los focos.
Europa sufre de manera algo peculiar los efectos de los desastres naturales. Entre 1970 y 2020 se registraron 159.438 muertes y pérdidas económicas equivalentes a 476.000 millones de dólares relacionada con el clima. Las inundaciones y las tormentas han sido los fenómenos más habituales (el 70%) pero la mayor causa de muerte es el calor. El 93% de las víctimas se debe a olas de calor.
Aun así, en palabras de Mami Mizuturi, representante especial de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción de Desastres, "cada vez más vidas se salvan gracias a los sistemas de detección y alerta temprana y a las nuevas infraestructuras".
El problema es que, de los 193 países miembros de la WMO, solo la mitad tienen sistemas de detección y alarma capaces de predecir varios fenómenos distintos y hay una gran diferencia entre las infraestructuras de canalización y respuesta a inundaciones y huracanes entre los países ricos y los pobres.
"Las comunidades más vulnerables soportan la mayor parte del desastre climático", dice Petteri Taalas, secretario general de la WMO. Por eso, las instituciones mundiales dedicadas a la prevención de catástrofes urgen a que, en lugar de caer en lugares comunes, los gobiernos actúen de manera eficiente para lograr que, antes de 2030, todos los países del mundo puedan contar con infraestructuras de alarma y mitigación dignas.
Pero tampoco está claro que los desastres naturales supongan una amenaza directa a la estabilidad económica, como aseguraba el artículo de Lagarde.
En términos absolutos, parece que sí. El investigador Roger Plelke, de la Universidad de Colorado, ha cuantificado que desde 1990 el coste de los desastres naturales relacionados con el clima ha aumentado un 74% y el de los no relacionados con el clima (terremotos, volcanes…) un 182%.
A mayor PIB, mayores daños
Pero si ponemos este dato en relación con el crecimiento del Producto Interior Bruto de los países afectados, el coste real de ambas categorías se ha reducido. La propia ONU establece como vara de medir el riesgo la relación entre los daños económicos provocados por un fenómeno extremo y el PIB.
La razón es obvia: una misma riada producirá más daños materiales en una zona rica (con muchos edificios habitados, coches, comercios…) que en una pobre y despoblada. Si el PIB de una región sube, es lógico que las pérdidas económicas en caso de catástrofe sean mayores.
Un artículo publicado en 2019 en la revista Global Environmental Change, calculó la relación entre ambas cifras, costes reales versus PIB, y demostró que el impacto real de los desastres sobre la economía se ha reducido a una quinta parte entre 1980 y 2016.
Sí, el coste total de las riadas, huracanes y sequías es mayor, pero la proporción de ese coste sobre la economía global es menor. En otras palabras, los fenómenos extremos producen menos daño relativo y menos muertes que hace décadas en los países con mejores infraestructuras y sistemas de protección. El cambio climático no mata. Mata la falta de preparación ante él.
✕
Accede a tu cuenta para comentar