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Teología de la historia

Ante el centenario de la promesa para el final de la guerra (y la salvación del alma)

A Lucía, una de las tres videntes de la Virgen de Fátima, se le reveló la «devoción de los cinco primeros sábados», una práctica por la paz

de la Revolución rusa, junto a un grupo de comandantes, el 25 de mayo del año 1919, en la Plaza Roja de Moscú BIBLIOTECA DEL CONGRESO DE EE UU

El mensaje de Fátima, conocido también como de los «tres secretos», fue dado por la Virgen a los tres pastorinhos, Jacintita, Francisco y Lucía, de 7, 9 y 10 años, respectivamente, en la Cova da Iria de Fátima, el 13 de julio de 1917. El hecho de que la Virgen les dijera que no lo revelaran hasta que Ella se lo autorizara hizo que fuera conocido de manera fraccionada y en momentos distintos, lo que está en el origen de esa denominación de «tres partes» y «tres secretos» de lo que realmente fue un único mensaje.

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En él, la Virgen les mostró una visión que, según les explicó, representaba el infierno, con grandes llamas de fuego, y entre ellas imágenes de demonios como seres terroríficos que, según les dijo, eran las almas de tantos hombres que se condenan porque no se reza por ellas. Esta visión causó un gran temor en los pastorinhos, que gritaron aterrados, con exclamaciones que fueron oídas por la gran cantidad de gente presente en aquella tercera aparición de la Virgen. Esta visión y la explicación de su significado por parte de María vino acompañada de una promesa para evitar que tantas almas fueran al infierno, que fue la devoción «de los cinco primeros sábados de mes». Esa promesa la Virgen la cumplirá en Pontevedra el 10 de diciembre de 1925, donde Lucía se encontraba entonces, en el noviciado de las Religiosas Doroteas. Es oportuno recordar que exactamente dos siglos y medio antes, en 1675, en Paray Le-Monial, en la Bretaña de Francia, el Sagrado Corazón de Jesús (SCJ) se reveló a la hoy Santa Margarita María de Alacoque, una joven religiosa de la comunidad de Clarisas en el convento de dicha localidad. Aquellas revelaciones se prolongaron hasta 1689 y entre otras muchas, el SCJ le comunicó la devoción de los «nueve primeros viernes de mes».

Los acontecimientos posteriores permitieron comprender en su debida profundidad el sentido de aquella nueva devoción, que consistía en prometer a quienes la siguieran durante nueve primeros viernes de mes seguidos recibir en el momento de su fallecimiento las gracias necesarias para, correspondiendo a ellas, «asegurar la salvación de su alma».

La devoción consiste en confesar y recibir la comunión en esos días, además de unas oraciones dirigidas al Sagrado Corazón de Jesús para repararle por el dolor que le causan las ofensas que los hombres con sus pecados dirigen contra Él. Su sentido profundo era que el mundo, en especial la antigua y milenaria Cristiandad europea, tras el cisma luterano protestante y el racionalismo cartesiano, había rebajado notablemente la fe de los fieles católicos, que morían en gran número carentes de la gracia necesaria para salvar su alma. Con esa devoción, el Señor quería ayudar a la humanidad a salvarse por medio de extender la devoción a Su Sagrado Corazón.

Esa crisis espiritual se agudizará a lo largo del siglo XVIII con la fundación de la masonería en 1717, que unirá a diversas organizaciones anticristianas en sus ataques a la Iglesia y que desencadenará la Revolución francesa de 1789. Tras ella, la sociedad teocéntrica cristiana quedará desplazada por otra sociedad antropocéntrica donde el hombre y sus derechos se impondrán a los de Dios. Y en esa nueva sociedad la descristianizacion será tan notable que requería de ayudas especiales para la salvación de sus integrantes. Esa ayuda fue la propagación de la devoción al SCJ por medio de los «nueve primeros viernes». En particular, cabe no olvidar que precisamente esa Revolución fue «francesa», dado que Francia era considerada como la «fille aînée de l’ église» (la hija primogénita de la Iglesia) desde la conversión del rey de los francos Clodoveo el día de Navidad de 496. Por ello, era un destacado objetivo a atacar para socavar a la Iglesia. Y por ello también, el SCJ le pidió a santa Margarita María de Alacoque el 17 de junio de 1689 que trasladara al Rey de Francia (entonces Luis XIV) su deseo de que «se consagrara a su Sagrado Corazón», prometiendo bendecirle en sus empresas «al servicio de la Iglesia». Es sabido que ni él, ni sus sucesores Luis XV y Luis XVI harán esa consagración, y exactamente 100 años después, día por día, el 17 de junio de 1789 se desencadenaría la Revolución en el «Jeu de Paume» de París.

El siglo XIX transcurrirá imponiéndose crecientemente las ideas laicistas anticristianas surgidas de los revolucionarios en los gobiernos de Francia y otros países europeos. Y a principios del siglo XX, esas ideas cristalizarán en marzo de 1917 en la Rusia zarista mediante una revolución liberal masónica que derrocará al Zar Nicolás II de la dinastía Romanov, para apenas unos meses después transformarse en la Revolución bolchevique en el «Octubre Rojo». En ese escenario y en plena Primera Guerra Mundial, comenzada en 1914, la Virgen María vendrá a la aldea de Fátima en Portugal a dar un mensaje de esperanza y salvación para aquella atormentada humanidad.

Su mensaje de aquel 13 de julio estaba dirigido a evitar «una guerra mayor» (que la de entonces, y que sería la Segunda Guerra Mundial). Aquel día y en ese mensaje, les dijo a los tres pastorinhos que «las guerras eran consecuencia de los pecados de los hombres», por lo que pidió conversión para evitarla y, dado que no habría conversión, hizo la promesa de una gracia extraordinaria para conseguirla: fue la «consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón, por medio del Papa en comunión con todos los obispos del mundo». Obsérvese la similitud de este acontecimiento histórico con el sucedido en Paray-Le Monial con el SCJ. Allí pedirá la consagración de Francia por medio del Rey para evitar la Revolución, y en Fátima vendrá el Inmaculado Corazón de Su Madre para evitar la que sería la Segunda Guerra Mundial y «la expansión por el mundo de los errores de Rusia». Que tres meses después sería la Revolución bolchevique que transformaría a Rusia en la URSS, y al comunismo, «en los errores de Rusia». Y de la misma forma que las gracias para evitar la Revolución en Francia y salvar a tantas almas que se condenaban estaban vinculadas a promover la devoción al SCJ, en Fátima las gracias prometidas están dedicadas a promover la devoción al ICM (Inmaculado Corazón de María). La revolución comunista, de hecho, será una segunda vuelta de tuerca a la anterior francesa y con ella, a la sociedad antropocéntrica surgida, donde el diablo incluso ya va desplazando al hombre como el referente central de la sociedad. En esa sociedad anticristiana todavía es más difícil para el hombre conseguir la salvación, y la Madre de Dios, Madre de la Iglesia y Madre de todos los hombres vendrá «rebajando la nota de corte» para alcanzarla.

Será pasar de la práctica de la «devoción de los nueve primeros viernes» a la práctica de los «cinco primeros sábados de mes». Significativo es que «Rusia y la guerra» remiten al mensaje de Fátima y ahora el mundo se encuentra en esa situación hace ya casi cuatro años, desde el 24 de febrero de 2022. El Señor le dirá a Lucía que de la misma manera que el Rey de Francia no cumplió la petición del cielo y vino aquella tribulación (...) igualmente no se efectuará la pedida por la Virgen y vendrá la guerra. Como así sucedió. Y así seguimos.

Es importante tener muy presente que la promesa de los cinco primeros sábados la Virgen la cumplió en España y concretamente en Pontevedra, y que antes de un mes, el próximo 10 de diciembre se cumplirán 100 años de la misma. Ese centenario es una ocasión muy oportuna para dar a conocerla y promover por parte de la Iglesia su práctica, que lamentablemente está poco presente entre los fieles católicos. Más común es la costumbre de suscribir pólizas de seguros para proteger cuestiones diversas, desde la vida hasta la vivienda, el coche y tantas otras cosas.

Esta devoción es un auténtico seguro de vida eterna, y la póliza a pagar mensualmente es espiritual, no económica. Pero además, forma parte de lo que la Virgen pidió para obtener la Gracia de la Paz, muy especialmente ante la guerra con Rusia de protagonista. Por ello pidió la consagración de Rusia –y no de ningún otro país en concreto– para que esa Gracia se considerara obtenida por la intercesión del Inmaculado Corazón de María. Para expandir por el mundo su devoción, que era también un deseo a conseguir por medio de la práctica de los cinco primeros sábados. Y que la humanidad adore el Sagrado Corazón de Jesús junto al Inmaculado Corazón de su Madre.