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Un chino residente en España admite que si volviese a China le costaría mucho "trabajar al mismo nivel que el resto"
En el podcast 'Un chino y medio', Lin y Jiajun Yin reflexionan sobre la presión laboral en Asia y coinciden con la modelo Mikaela Rivero en que la exigencia allí supera con creces la que se vive en Europa

La creencia de que los integrantes de la comunidad china son "trabajadores incansables" choca con la realidad que describen quienes han probado suerte en el mercado asiático. Durante una nueva entrega del programa 'Un chino y medio', los youtubers Lin y JiajunYin abordaron la diferencia entre laborar en España y hacerlo en China y llegaron a una conclusión contundente: "Los chinos de aquí, aun siendo trabajadores, si vamos a China tampoco seremos competentes". La frase resume la percepción de que la exigencia, la velocidad y la competencia en el país natal superan con creces los estándares europeos.
Jiajun justifica el punto explicando que en China se impone un ritmo constante, jornadas maratónicas y una cultura de perfección que deja poco margen al descanso. "Aquí puedes abrir tu bazar, cerrar a las 21.00 h e irte a casa; allá muchos negocios no bajan la persiana hasta bien entrada la madrugada y el dueño vuelve a abrir solo unas horas después", apunta. Para los creadores de contenido, ese contraste demuestra que el éxito en España no garantiza rendimiento en un entorno mucho más exigente.
La modelo y creadora Mikaela Rivero, que residió siete años entre Corea del Sur, China y Japón, corrobora la impresión. "Me llamó la atención la diferencia entre los chinos de aquí y los chinos de China", señala Mikaela, quien recuerda que trabajos considerados vocacionales en Europa, como fotógrafo o maquillador, implican en Shanghái jornadas interminables y sueldos que no siempre compensan el esfuerzo. "Nunca nadie me decía 'me gusta mi trabajo, soy feliz'; la frase más común era 'estoy agotado'", relata.
De la jungla laboral al sentido de comunidad
Durante la conversación, Lin lanza una imagen demoledora: "En ciertos momentos parece que la gente no tiene sentimientos, que es una jungla". La afirmación refleja la dureza de mercados donde la productividad prima sobre la vida personal. Sin embargo, Mikaela matiza que en Corea y Japón el sentido de comunidad entre extranjeros es más fuerte, porque la distancia familiar hace que valoren más el tiempo compartido. "Allá todos sabemos que estamos en el mismo barco y nos apoyamos", concluye, poniendo el contrapunto humano a una realidad laboral que, según sus palabras, "deja poco espacio para la felicidad".
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