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El choque cultural de un español residente en China: "Cuando vuelvo las discusiones son las mismas que las de hace 20 años"
Adrián Díaz lleva varios años viviendo en el gigante asiático, y ha expuesto tanto lo bueno como lo no tan bueno de la vida en Oriente

Vivir en el extranjero puede ser una experiencia transformadora, pero regresar al país de origen no siempre es tan sencillo como parece. Así lo demuestra el testimonio de Adrián Díaz, un emprendedor español que, tras años de vida en China, ha vivido en carne propia el contraste entre dos mundos. Acostumbrado al ritmo vertiginoso y al sentido colectivo asiático, volver a Europa le ha supuesto un verdadero choque cultural.
Para quienes han vivido en países como China, Japón o Corea del Sur, el regreso a casa puede generar una extraña sensación de desconexión. En estos países asiáticos, la vida diaria está marcada por la eficiencia, la disciplina y un fuerte compromiso con lo colectivo. Esta forma de vivir deja huella, y al volver a Europa, muchos expatriados experimentan frustración ante procesos administrativos lentos, un servicio al cliente menos eficaz y un entorno profesional que parece ir a otro ritmo.
Volver a casa y querer irse otra vez
Adrián ha querido compartir precisamente su experiencia en el pódcast 'ConPdePodcast' de La Vanguardia. A sus 50 años, Díaz relata cómo su integración en China fue fluida y enriquecedora, tanto en lo personal como en lo profesional. Pero lo que más sorprende es su desilusión al volver: "Me quedo 15 días y quiero irme otra vez", confiesa. Lo que encuentra al regresar es una sensación de estancamiento: "Las discusiones con mis amigos son las mismas que las de hace 20 años".
El emprendedor compara esta situación con lo que ha vivido en China, donde, pese a los desafíos, la economía sigue creciendo de forma estable. "La economía china crece un 4%, y el próximo año será un 5%", apunta. Mientras tanto, España avanza a un ritmo más lento, lo que para Díaz refleja una falta de visión a largo plazo y un sistema menos dinámico.
Críticas a Europa desde una perspectiva asiática
A pesar de sus elogios a China, Díaz no idealiza su país de adopción. Reconoce problemas importantes, como la falta de regulación económica o la tolerancia del gobierno hacia prácticas poco transparentes: "Allí todo el mundo paga en negro y el gobierno lo permite porque, si no, se hunden sectores enteros". Esta flexibilidad, aunque cuestionable, permite una agilidad económica que, según él, contrasta con una Europa 'amordazada' a sí misma.
En última instancia, su testimonio plantea una reflexión incómoda pero necesaria: ¿ha perdido Europa su capacidad de adaptarse y evolucionar con rapidez? Para muchos como Adrián, lo difícil no fue irse, sino volver y darse cuenta de que, en casa, el tiempo parece haberse detenido.
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