Sostenibilidad
Cómo invertir con propósito e impacto
►Este tipo de inversión es una herramienta que puede cambiar el desarrollo sostenible
Entre las grandes cifras y los balances de resultados de las empresas, la inversión de impacto social supone una invitación a mirar de frente a la realidad y preguntarse para qué sirve realmente el dinero que se consigue.
El sector financiero, inmerso entre cifras y estrategias, encuentra aquí una oportunidad de reconciliarse con lo humano: invertir no solo para obtener una buena rentabilidad, sino para dejar una huella positiva y medible en la sociedad y el planeta. Es un enfoque que exige reconocer que los desafíos globales (como la pobreza, la desigualdad o la crisis climática) no se resolverán solo con buenas intenciones, sino con recursos, rigor y compromiso.
La Cátedra de Impacto Social de la Universidad Pontificia Comillas-ICADE, patrocinada por Mapfre, se ha propuesto estudiar este fenómeno desde una perspectiva crítica y constructiva. El resultado de esta investigación, que se enmarca dentro de la 4ª Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, demuestra que la inversión de impacto es una herramienta que puede transformar la manera en que entendemos el desarrollo sostenible.
Con intención
El quid de la cuestión en esta inversión reside en su intencionalidad: no basta con evitar lo dañino (como hacen algunas estrategias de inversión sostenible), sino que se busca generar un cambio positivo y medible y hacerlo de forma activa. Para evitar la tentación del «impactwashing», se debe imponer una medición rigurosa del impacto en el terreno.
Aunque los activos gestionados bajo este enfoque superaron los 1,1 billones de dólares en 2022, la mayor parte de estos recursos sigue anclada en los países desarrollados. África subsahariana, por ejemplo, apenas recibe una fracción de lo que necesita. Esta desigualdad responde a la alta percepción de riesgo a la que se enfrentan los inversores en contextos de bajos ingresos y alta volatilidad económica. Además, la falta de datos fiables y de instrumentos financieros adaptados a las realidades locales limita la capacidad de movilizar capital privado allí donde más falta hace.
Sin embargo, Carlos Ballesteros, director de la Cátedra de Impacto Social de la Universidad Pontificia Comillas-ICADE, asegura en este contexto que «es posible combinar capital paciente con impacto transformador». Es más, este experto considera que «el éxito de la inversión de impacto no depende solo del volumen de recursos movilizados, sino también de su calidad y alineamiento con las prioridades locales».
Innovación en inversión
En la última década, el sector ha experimentado una revolución de mecanismos innovadores para favorecer esta modalidad. Modelos como la financiación ligada al impacto (Impact-linked finance) o los incentivos de impacto social (SIINC) han demostrado que es posible vincular el retorno económico al logro de resultados sociales o medioambientales. El fondo Oryx Impact, por ejemplo, financia fondos de inversión sostenible en África, empoderando a comunidades locales y minimizando la percepción de riesgo. Otros, como el Fondo Huruma, apuestan por la financiación combinada: una arquitectura financiera que mezcla capital privado y público, asistencia técnica y protección frente al riesgo, para atraer a inversores que de otro modo no se atreverían a entrar en mercados complejos.
Otros ejemplos de creatividad financiera son los fondos 90/10, que dedican el 90% de su cartera a inversiones sostenibles y el 10% a impacto, logrando así movilizar capital privado sin sacrificar la seguridad. En el ámbito europeo, la estrategia Global Gateway busca que la colaboración público-privada sea capaz de cocrear infraestructuras y soluciones alineadas con las prioridades locales, aunque aún es pronto para medir su verdadero alcance.
El territorio, entendido no solo como espacio físico sino como comunidad, se convierte en protagonista con los enfoques «place-based». Aquí, la inversión se diseña de la mano de los actores locales, escuchando sus necesidades y codiseñando respuestas. No es solo una cuestión de eficiencia, sino de respeto y reconocimiento: nadie conoce mejor los problemas (ni las oportunidades) de un lugar que quienes lo habitan.
En España, la Open Value Foundation o el Fondo de Fundaciones de Impacto son ejemplos de cómo la filantropía puede evolucionar hacia modelos híbridos, que combinan la donación con la inversión y la cooperación tradicional con la innovación financiera.
La movilización de capital privado, pues, requiere confianza, transparencia y sistemas robustos de medición del impacto. Sin datos fiables, sin estándares claros, el riesgo de caer en la superficialidad o el oportunismo es demasiado alto.
El papel de las instituciones públicas es vital en este aspecto. Las agencias de desarrollo y las instituciones financieras internacionales pueden y deben asumir un rol tractor, utilizando su capacidad de asumir riesgos para atraer a inversores institucionales y privados. El diseño de vehículos de coinversión, la provisión de garantías, la asistencia técnica y la promoción de alianzas colaborativas son piezas clave para escalar el volumen y la eficacia de la inversión de impacto.