Empiezan las votaciones

Cónclave y referéndum de la era Francisco

Los 133 cardenales que elegirán al Papa se encierran en la Capilla Sixtina tras un debate interno sobre la continuidad de las reformas de Bergoglio

A view of the Sistine Chapel where cardinals gather to elect the new pope, at the Vatican, Tuesday, May 6, 2025. (Vatican Media via AP)
Vatican ConclaveASSOCIATED PRESSAgencia AP

Hoy arranca el cónclave que busca al Papa que ha de tomar el relevo de Francisco, el primer Pontífice jesuita y latinoamericano de las historia. Y lo hace con tantos o más nombres sobre la mesa como hace doce años, cuando los cardenales eligieron a Jorge Mario Bergoglio. A la omnipresente candidatura no oficial del cardenal secretario de Estado, el italiano Pietro Parolin, se suman otros nombres que se han repetido en las quinielas mediáticas y populares como el filipino Luis Antonio Tagle, o un nombre que se susurra en los pasillos vaticanos, el estadounidense agustino Robert Prevost.

A partir de ahí, se multiplican los papables según la ventanilla púrpura a la que se llame, con electores como el francés Jean-Marc Aveline y con los españoles siempre en la retaguardia. Seis cardenales de nuestro país entrarán hoy en la Capilla Sixtina: el arzobispo de Madrid, José Cobo; el arzobispo emérito de Madrid, Carlos Osoro; el arzobispo de Barcelona, Juan José Omella; el obispo de Córcega y franciscano conventual Francisco Javier Bustillo; el proprefecto del dicasterio para el Instituto de Vida Consagrada y salesiano Ángel Fernández Artime; así como el también salesiano y arzobispo de Rabat, Cristóbal López.

El punto de partida tendrá lugar a las diez de la mañana, con la misa «pro eligendo pontifice», presidida por el decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re, que se celebrará en la basílica de San Pedro. Será abierta al público y será el último contacto con el exterior de todos los purpurados electores hasta que se escuche el «Habemus papam» desde la logia de la bendiciones.

Se quedarán fuera los purpurados mayores de 80 años que han tenido una presencia notable en las doce sesiones de congregaciones generales que se han celebrado en el Aula Nueva del Sínodo desde el fallecimiento del Papa Francisco.

Ayer fue la última de estas reuniones del precónclave, en la que se dejaron sentir las diferentes sensibilidades eclesiales que están llamadas a encontrar al nuevo Sucesor de Pedro. Si en la doble sesión del lunes quienes tomaron la palabra lo hicieron para respaldar el pontificado de Jorge Mario Bergolio y reivindicar la necesidad de continuar con sus reformas, ayer el abanico de opiniones se abrió.

De hecho, a priori eran pocos los participantes que habían solicitado intervenir la tarde anterior. Tanto es así que los organizadores del foro ya avisaron de que apenas duraría dos horas esta última cita. Sin embargo, a primera hora de la mañana de ayer se multiplicaron las voces que querían dejar un último recado a los electores, y el encuentro se alargó desde las nueve de la mañana hasta las doce y media. Según ha podido confirmar LA RAZÓN, en el orden del día se introdujeron nombres de purpurados que ya habían hablado en otras ocasiones y, como sucedió el lunes 28 de abril, se trataba de alguno de los principales opositores a Francisco, como los alemanes Gerhard Ludwig Müller y Walter Brandmüller. Estas aportaciones tuvieron su réplica en otros pastores, que reiteraron la necesidad de continuar con una Iglesia de puertas abiertas y en salida, dos de las expresiones inherentes al magisterio del Papa recientemente fallecido.

Elección nuevo Papa
Elección nuevo PapaT. GallardoLA RAZÓN

Maestro de humanidad

Desde la Santa Sede, en un tono más oficialista, destacan cómo algunos de los ponentes reivindicaron la necesidad de dar continuidad al trabajo del Pontífice argentino en cuestiones como la lucha contra los abusos, la transparencia económica, la reorganización de la Curia, la sinodalidad, el compromiso por la paz y el cuidado de la creación. «La responsabilidad de la Iglesia en estos ámbitos es profundamente sentida y compartida», compartió en rueda de prensa el director de la Sala Stampa, Matteo Bruni.

En el interior de este particular parlamento también se habrían añadido nuevos detalles sobre cómo ha de ser el futuro Papa, poniendo en valor que ha de ser un «pastor, maestro de humanidad, capaz de encarnar el rostro de una Iglesia samaritana, cercana a las necesidades y heridas de la humanidad».

Algunos discursos abordaron cuestiones canónicas, reflexionando sobre el poder del Papa, y se puso sobre la mesa la necesidad de que cuente con un grupo asesor a la manera del ya creado Consejo de Cardenales, compuesto por nueve purpurados, pero que se amplíe a otro tipo de asesores, mujeres incluidas. De la misma manera, algunas voces reclamaron propiciar más cumbres de cardenales, más allá del cónclave, para analizar la realidad de la Iglesia y del mundo.

Otros asuntos latentes también fueron la necesidad de incrementar un diálogo real con otras confesiones cristianas para intentar fijar una misma fecha de la Pascua con los ortodoxos, o la situación de persecución que viven los católicos en determinados países.

En el diálogo también se hizo hincapié en cómo el próximo Papa debe ejercer de «guía espiritual que ofrezca misericordia, sinodalidad y esperanza» en lo que Bruni presentó como «tiempos marcados por guerras, violencia y fuertes polarizaciones; se siente con fuerza la necesidad de un guía». Precisamente como respuesta a este contexto de crisis global esta última sesión de las congregaciones generales se remató con la lectura de una declaración oficial respaldada por todos los cardenales.

En el texto se hace un llamamiento, con la mirada puesta especialmente en Ucrania y Oriente Medio, «a todas las partes implicadas para que alcancen cuanto antes un alto el fuego permanente y negocien, sin condiciones previas y sin más demora, la paz largamente deseada por las poblaciones implicadas y por el mundo entero». Los cardenales invitan además a los católicos a que refuercen su oración «por una paz justa y duradera».

Cónclave
CónclaveT. GallardoLa Razón

Esta súplica por lograr esa fraternidad universal añorada por Francisco vino acompañada de un gesto no menos simbólico. Una mujer anuló el anillo del pescador del Papa Francisco y el sello de plomo. Junto al decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re, y al camarlengo, Kevin Farrell, y delante de todos los cardenales reunidos, ralló el anillo y el sello con un cincel para que queden inutilizables. Este gesto está previsto en el reglamento del cónclave de la constitución «Universi Dominici Gregis» promulgada por Juan Pablo II en 1996.

Este acto que, de alguna manera cierra la era Bergoglio, abre la puerta de la Capilla Sixtina al discernimiento de los 133 cardenales que ante el Juicio Final de Miguel Ángel tendrán que quedarse con un único nombre al que deberán respaldar por una mayoría cualificada de dos tercios, esto es, 89 sufragios. Solo entonces se podrá ver la fumata blanca.