
Opinión
La cumbre del clima
Lo de Belem no es tontería. La selvas absorben el 30% del dióxido mundial y nos hemos empeñado en talarlas

Reflexionamos sobre el sistema sanitario, la cesta de la compra o la ordenación del tráfico, pero a veces olvidamos la amenaza física más importante, a saber, danas, sequías, incendios, la subida del nivel del mar y su calentamiento. De vez en cuando nos sobresaltan una epidemia, una filomena, una avalancha de agua y entonces nos preguntamos dónde hemos puesto el kit de supervivencia. Se desarrolla estos días la Cumbre del Clima en Belem (Brasil) y discurren las informaciones entre bostezos y la sensación de que es imposible ponernos de acuerdo para reducir las emisiones de gases. No ayuda, naturalmente, que tipos como Sánchez digan que lo importante es sacar a los negacionistas del cambio climático del gobierno de Valencia, usando una alarma mundial para hacer tratos ínfimos sin grandeza moral. Los científicos consideran viable parar el calentamiento del planeta antes del grado y medio de ascenso, que nos pondría en serias dificultades. Basta con seguir bajando las emisiones y garantizar a los países pobres ayudas suficientes para la transformación energética. Resulta un alivio comprobar que la pereza de los mayores viene compensada por la cada vez mayor diligencia de los jóvenes. Nuestros hijos reciclan más y mejor y saben que un vestido para toda la vida es más ecológico que el usar y tirar. Los nacidos ente los sesenta y setenta, los «boomers», aprendimos a tirar casi todo, nuestra época incorporó los productos de papel que sustituyeron al textil perenne (pañuelos, trapos de cocina, pañales), cambió plumas y lápices por bolis desechables, hizo de la moda la excusa para renovar un armario año tras año. La obsolescencia programada ha creado vertederos inmensos de electrodomésticos y el tráfico de basura es en estos momentos un negocio internacional. El plástico, los colorantes, los alimentos procesados han sido la nutrición de una generación que saludó con asombro desde las prendas de tergal hasta la polipiel de los sofás. Ahora vienen estos chicos que se niegan a lavarse el pelo con siliconas, calculan la caducidad y degradación de los plásticos y miran con desagrado una pila llena de espuma, sabiendo que va todo al mar. Lo de Belem no es tontería. La selvas absorben el 30% del dióxido mundial y nos hemos empeñado en talarlas y erradicar a la población local, que conserva el ecosistema. No tiene nada de racional.
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