Ingeniería

El «Doctor Trésdesis»: el impresor de brazos

Valiéndose de sus ahorros y armado con una impresora 3D, Guillermo Martínez se propuso mejorar la calidad de vida de las personas sin recursos que hayan sufrido alguna amputación. Ahora prepara su segundo viaje a Kenia con cinco «brazos» en su maleta.

Su voluntariado en un orfanato keniata fue la semilla de la que nació este proyecto solidario. Foto: Imagen cedida
Su voluntariado en un orfanato keniata fue la semilla de la que nació este proyecto solidario. Foto: Imagen cedidalarazon

Valiéndose de sus ahorros y armado con una impresora 3D, Guillermo Martínez se propuso mejorar la calidad de vida de las personas sin recursos que hayan sufrido alguna amputación. Ahora prepara su segundo viaje a Kenia con cinco «brazos» en su maleta.

No se necesita mucho para hacer del mundo un sitio mejor. Si no que se lo digan a Guillermo Martínez. Este joven madrileño dedica su tiempo libre y sus ahorros a mejorar la vida de las personas necesitadas que han sufrido alguna amputación en las extremidades superiores pero que no tienen recursos para costearse una réplica de última tecnología. ¿Cómo? Con una impresora 3D con la que desde su propia habitación crea prótesis de brazos y manos. Bueno, en realidad son «trésdesis», como él mismo ha decidido bautizarlas. Además de mandarlas a todo aquel que lo necesita sin ningún coste para el que las recibe, Martínez prepara ahora su segundo viaje a Kenia para colocárselas personalmente a los habitantes de la zona de Kabarnet que se han interesado por el proyecto.

«Las prótesis actuales no se pueden comparar con estas porque tienen sistemas eléctricos, robótica, están conectadas al sistema nervioso y cuestan miles y miles de euros. Las ''trésdesis'' son una ayuda para los que en la vida podrían permitirse una prótesis, y además hacen que puedan tener un poco más de calidad de vida», explica. Por eso quiere dejar claro que él no tiene ninguna formación en el campo de la Medicina: «Mucha gente me dice que esto no son prótesis», asegura. Y ni él mismo se atreve a decir lo contrario.

Lo suyo es vocación desde la cuna. Guillermo Martínez estudió Ingeniería de Desarrollo de Producto y actualmente trabaja en una empresa de juguetes, su empleo soñado desde que era un niño. Sin embargo, el diseño en tres dimensiones siempre había llamado su atención y por eso decidió hacerse con una impresora 3D, esas que «tan de moda» están hoy en día y que no le costó mucho dinero. Este aparato de última tecnología le permite hacer realidad en su propia habitación diseños que había ido dibujando con papel y lápiz desde que tiene memoria. «Había visto un montón de cosas en blogs que llamaban mi atención. Hasta que un día encontré unas prótesis en la asociación ''Enabling the Future''», indica. Y ahí nació todo: «Empecé no solo a imprimirlas, sino también a montarlas y a meterles el cableado. Me gustó mucho porque no se trataba solo de darle a un botón y que apareciesen».

En paralelo, Martínez siempre había tenido entre ceja y ceja hacer un viaje a Kenia. Por eso preparó una estancia como voluntario en un orfanato de Kabarnet –con «Bamba Project»–, todo antes de que el desarrollo de «trésdesis» empezase a ocupar un lugar prioritario en su mente. Pero hubo un momento en el que las dos piezas encajaron a la perfección en su cabeza: «Decidí fusionar el tema, pensé que allí les podía interesar». Entonces comenzó a mensajearse vía Whats App con gentes de esa zona que le fueron mandando fotografías y vídeos de todos aquellos a los que podía ayudar con sus medios. De esa primera estancia en el país africano hace ya casi un año. Entonces cruzó el mundo con cinco «trésdesis».

«Las coloqué y todo iba perfecto, excepto porque había un par de personas para las que no servían. El modelo de ''Enabling the Future'' está pensado para amputados que conserven bastante brazo, al menos la muñeca o el codo con articulación perfecta», explica. Pero por desgracia no todos los que han sufrido una amputación, y menos en los países con menos recursos, tienen esa suerte. Por eso, una vez estuvo de vuelta en España, se puso manos a la obra y comenzó a desarrollar un nuevo modelo más completo y profesional.

«Lo bonito es que son totalmente personalizables para cada tipo de problema. Con el tiempo he aprendido que lo importante es, además de pedirles unas medidas básicas, requerir también fotos y vídeos para ver cómo pueden mover la articulación o el muñón». Su ambición no se ha quedado ahí: también ha creado piezas para las personas que tienen mano pero no pueden moverla y tampoco se ha olvidado de aquellos a los que les falta algún dedo.

Kenia: segundo asalto

Estos días se encuentra en pleno proceso de preparación de un nuevo viaje al orfanato de Kabarnet. En esta ocasión llenará la maleta con otras cinco «trésdesis» que colocará a lo largo de los quince días que durará su estancia. Este periodo coincide con las vacaciones que le han dado en la empresa en la que trabaja. El año pasado pasó allí un mes, pero como él mismo explica, ahora el territorio es «conocido» por lo que el proceso irá más rodado. «Me han pedido dos, pero espero que durante estos días me envíen los datos de una persona más para poder hacer otra. Además, llevaré otro par de pequeño tamaño para dejar en el orfanato y que los niños entiendan cómo se construyen, cómo funcionan, y de paso las dejaré ahí por si alguien las necesita en el futuro».

De momento ya ha hecho unas 20 «trésdesis». Las primeras estuvieron financiadas exclusivamente con el dinero que tenía ahorrado, y las más recientes gracias a las aportaciones con las que los voluntarios deciden contribuir después de conocer los entresijos del proyecto en su página web. «Tuve mucha suerte por el «boom» inicial; se hizo bastante viral y eso ayudó a que mucha gente lo conociese», subraya. Ahora, los necesitados se ponen en contacto con él de forma directa a través de las redes sociales, pero también utilizan a varias organizaciones como intermediarias: «Ellos hacen de mediadores y yo las envío por correo a donde me piden. Siempre lo he tenido muy claro: nunca me iba a afiliar a ninguna ONG porque no quiero excluir a nadie ni a nada».

Por eso, uno de los objetivos prioritarios que tendrá que abordar Martínez una vez vuelva de Kenia es pensar cuál va a ser el futuro de este proyecto solidario. «Esto es un no parar, hay momentos en los que no pienso en otra cosa», reconoce. Y es que si algo tiene claro este joven ingeniero es que no quiere renunciar al empleo con el que se gana la vida en la actualidad y por eso cree que a medio plazo tendrá que delegar en otros las tareas de responsabilidad. «Mi trabajo es diseñar juguetes que es lo que me gusta y lo que quiero seguir haciendo», apunta.

En los meses que ha durado esta «incubación» del proyecto, Martínez ha recibido consejos de amigos y familiares, pero la única impresora que ha generado «trésdesis» es la que tiene en su cuarto. «Tengo todos los archivos libres y se los daré a cualquier persona que me los pida porque esto tiene que ser así; cuántas más personas lo hagamos, mejor», afirma. Ya hay personas en España que pueden coger un vaso gracias a las prótesis caseras de Guillermo Martínez y parece que el proyecto no conoce de fronteras; Kenia ha sido la primera parada de un joven que ha decidido echar el resto por ayudar a los más necesitados.