Investigación
ELA: un fármaco contra el párkinson para la enfermedad
El uso de un medicamento podría retrasar la progresión de la ELA como media 27,9 semanas
Entre el olvido de los políticos y la desesperación de familiares e investigadores, la ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica) sigue siendo uno de los retos más difíciles de afrontar por la ciencia médica de hoy en día. Incurable, de causas muy poco conocidas y con menos atención pública de lo que merecería, esta enfermedad no ofrece demasiadas oportunidades para dar buenas noticias. Quizás una de ellas haya llegado esta semana y, con la cautela que siempre requieren los tímidos avances en la investigación preclínica, ha merecido la atención de la comunidad investigadora.
La ELA es una enfermedad de la neurona motora que provoca la pérdida gradual e imparable del control muscular. Al carecer de cura conocida, todos los esfuerzos terapéuticos actuales se centran en la reducción de los síntomas, el intento de ralentización de su desarrollo y el tratamiento paliativo.
Ahora, un equipo de investigadores de Japón ha publicado en la revista «Cell Stem Cell» un primer paso de ensayo clínico incipiente que demostraría que el uso de un medicamento comúnmente empleado contra la enfermedad de Parkinson podría retrasar la progresión de la ELA como media 27,9 semanas. Se trata del ropinirol, un fármaco antagonista de la dopamina que también es conocido por su eficacia contra el llamado «mal de las piernas inquietas».
En palabras de Hideyuki Okano, de la Universidad Keio de Tokyo y autor principal del estudio: «Somos conscientes de que el ELA es un mal totalmente incurable, pero aún así hemos podido demostrar que el ropinorol es un fármaco seguro para este tipo de pacientes y tiene cierto potencial terapéutico».
Anteriormente a este descubrimiento, el medicamento en cuestión había abierto una ventana a la esperanza al demostrarse su actuación ralentizando el desarrollo del mal en células cultivadas en laboratorio. En agosto de 2018, este mismo equipo japonés publicó sus avances in vitro. Obtuvieron células de varios pacientes y las expusieron a más de mil fármacos diferentes. Esta estrategia está cada vez más extendida en la investigación médica.
Se trata de la modificación de células en laboratorio para que desarrollen trazas genéticas propias de una enfermedad y puedan servir de banco de pruebas para centenares de productos químicos candidatos a fármaco. En este caso, además del ropinirol, otras dos sustancias (retigabina y bosutinib) mostraron también cierta capacidad de acción en células ELA.
El siguiente paso ha sido tratar de probar estas sustancias en ensayos clínicos con pacientes. Para ello, los investigadores reclutaron a 20 enfermos de ELA esporádica (no familiar) que estaban siendo atendidos en el Hospital Keio. Ninguno de los pacientes era portador de genes que predisponen a la enfermedad y como media llevaban viviendo con la patología al menos 20 meses. Con ellos se procedió a un ensayo doble ciego (ni el paciente ni el investigador conocen a quién se administra el medicamento y a quién un placebo) durante 24 semanas. Tras ese periodo, los pacientes que lo solicitaron recibieron el medicamento de manera consciente.
Algunos pacientes tuvieron que dejar la investigación antes de concluirla debido a la covid-19. Pero ninguno abandonó a causa de problemas de seguridad con el fármaco, lo que demostró que la medicación es segura para ellos.
Para determinar si, además de seguro, el medicamento es eficaz terapéuticamente, se hizo un completo monitoreo de algunas de las variables de la enfermedad durante los meses del ensayo y durante 4 meses posteriores. Se observaron cambios en la actividad muscular, variaciones en la capacidad de tragar, cambios en los usos de dispositivos de soporte y test de fuerza muscular y función pulmonar.
Los pacientes que utilizaron ropinirol mostraron como tónica general una mayor actividad muscular pasado el tiempo del ensayo. También disfrutaron de una progresión más lenta del deterioro físico, la fuerza muscular y la función respiratoria. La probabilidad de supervivencia en los 4 meses posteriores al ensayo fue mayor.
Sin embargo, estos beneficios solo se observaron en los enfermos que iniciaron el proceso con la medicación desde el principio, lo que sugiere que el medicamento puede tener más efecto si actúa en fases más tempranas.
Pero ¿por qué se produce este efecto? Los investigadores han querido buscar las trazas moleculares de ropinirol para tratar de entender su mecanismo de acción. Para ello, usaron células madre pluripotentes extraídas de la sangre de los enfermos para hacerlas crecer en cultivos de laboratorio. Al comparar las motoneuronas sanas con células de pacientes de ELA hallaron sustanciales diferencias en la estructura, la expresión genética y la concentración de metabolitos. Pero, al tratarlas con ropinirol, estas diferencias se reducían.
Por ejemplo, las neuronas patológicas muestran axones (conexiones) más acortados. Pero al ser tratadas con la sustancia, estos axones crecían hasta un tamaño más cercano al normal.
Además se descubrieron 29 genes relacionados con la síntesis del colesterol que tienden a tener una actividad exacerbada en las células enfermas y que, tras el tratamiento, reducían su sobreexpresión.
En principio, el efecto clínico sobre los pacientes es muy reducido. Pero los investigadores creen que, al menos, han descubierto un mecanismo de acción contra algunas causas del desarrollo del deterioro que provoca la enfermedad.
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