Investigación

La herencia envenenada de los genes antiguos

El ADN de hace 45.000 años desvela por qué los españoles somos más bajitos y los europeos del norte sufren más enfermedades degenerativas

Tipos de estatura
Tipos de estaturaDreamstime

Nos gustará más o menos, pero es incuestionable: fisiológicamente los españoles somos más bajitos y los nórdicos son más altos. La media de estatura de los países de la OCDE es de 177 centímetros para los hombres y 164 para las mujeres. En España nos encontramos algo por debajo: con 174 y 163, respectivamente. Y aunque en las últimas décadas la talla ibérica ha aumentado gracias al desarrollo económico y la mejora de las condiciones sociosanitarias, hay un elemento inamovible contra el que poco podemos hacer: los genes dictan cuánto se van a terminar separando nuestras cabezas del suelo. Y en concreto, los genes más antiguos que portamos.

Un reciente estudio publicado por la revista «Nature» ha descubierto en el ADN de 5.000 restos humanos de hace más de 30.000 años las claves de la evolución fisiológica de los europeos y, entre ellas, las razones de las diferencias de estaturas o, más importante, de la propensión a padecer enfermedades como la esclerosis múltiple o el Alzheimer.

Investigadores de las Universidades de Cambridge, Copenhague y California Berkeley han creado el banco de ADN antiguo más grande del mundo. Secuenciando los genes de esos individuos que vivieron en Europa y Asia hace milenios y comparándolo con el ADN de europeos actuales, han sido capaces de rastrear cómo se han dispersado esos genes y cómo se ha repartido la información que portan sobre características fisiológicas o tendencia a enfermedades. Los resultados pueden dar respuesta a algunas peculiaridades genéticas europeas que, hasta ahora, eran un misterio.

Por ejemplo, se sabe que los habitantes del norte de Europa componen la población con mayor incidencia de esclerosis múltiple del planeta. El estudio ha descubierto que los genes que aumentan significativamente el riesgo de sufrir esta enfermedad fueron introducidos en comunidades de Europa septentrional hace 5.000 años a través de la relación con grupos humanos de cazadores recolectores procedentes del Este.

De hecho, el trabajo de reconstrucción permite hacer un seguimiento de cómo esta información genética se ha distribuido a lo largo del tiempo. Las comunidades portadoras de estos genes de la esclerosis múltiple pertenecían a la llamada cultura Yamna, asentada hace más de 5.000 años en la estepa de Ponto (entre las actuales Ucrania, Rusia y Kazajistán). Curiosamente, los mismos genes que portan la propensión a la esclerosis múltiple confieren protección contra infecciones provocadas por el contacto con el ganado. De manera que estas comunidades contaban con una ventaja evolutiva envenenada que traspasaron a los europeos del norte con los que se hibridaron. Según uno de los autores del estudio, el profesor de la Universidad de Cambridge Eske Willerslev, «este hallazgo puede cambiar nuestra visión sobre el origen de la esclerosis múltiple y sobre cómo tratarla».

Hoy se padece el doble de casos de esta enfermedad en países del norte de Europa que en países del sur. Desde el punto de vista genético, los Yamna pueden ser ancestros de los europeos septentrionales y, por tanto, causantes de esa diferencia.

El estudio intensivo de este impresionante banco de genes antiguos ha arrojado otras sorpresas. Entre ellas, las razones de la variabilidad morfológica entre diferentes comunidades de europeos.

El continente Europeo se pobló de humanos modernos en tres oleadas migratorias. Hace unos 45.000 años, cazadores recolectores de Eurasia llegaron a la vieja Europa. Más tarde, unos 10.000 años antes de nuestra era, llegó buen número de pobladores desde Oriente Medio y una tercera aportación de población tuvo lugar hacer 5.000 años, en este caso desde la frontera entre Europa del Este y Asia. Los antropólogos saben que estas migraciones generaron intercambio genético entre los nuevos allegados y poblaciones arcaicas asentadas en el continente. Pero ese intercambio no fue homogéneo: la diferencia de dispersión de los genes de unas y otras oleadas es responsable de las diferencias fisiológicas de los europeos del Norte y del Sur.

Por ejemplo, los habitantes de países nórdicos son más altos y tienen la piel más clara que los mediterráneos porque los primeros conservan más ancestros genéticos entre las familias de pastores llegadas de la estepa euroasiática.

Pero el aspecto no lo es todo. Otras aportaciones genéticas tienen más repercusión en nuestras vidas que unos simples centímetros de más. En el nordeste de Europa, los habitantes de hoy en día tienen más riesgo de padecer diabetes y alzhéimer. ¿Por qué? El estudio sugiere que es debido a que recibieron más genes de las primeras migraciones de cazadores hace 45.000 años.

Del mismo modo, se sabe que los europeos somos la población con menor ratio de intolerantes a la lactosa gracias a que nuestros genes se juntaron con los de sociedades agrícolas orientales adaptadas al consumo de leche hace 10.000 años.

La nueva investigación abre una ventana al estudio de la variabilidad genética desde una perspectiva inédita. Hasta ahora se sabe con claridad que las mutaciones en el ADN provocan cambios biológicos que pueden modelar la capacidad de sobrevivir y adaptarse de una población. Pero aún no está bien definido cuáles de esos cambios esculpen la propensión a padecer una enfermedad u otra: en otras palabras, qué genes que ayudaron a nuestros ancestros a sobrevivir hoy son una carga pesada que nos convierte en víctimas de males graves.

El trabajo ahora publicado arroja algunas pistas sobre la dispersión genética de enfermedades neurodegenerativas y autoinmunes, sobre el origen de males como el autismo y sobre la razón por la que algunas comunidades tienen más tendencia a la depresión que otras.