Sucesos

La catarata de divorcios que provocó el móvil de Ardines

El análisis del teléfono del concejal fue clave para resolver su crimen, pero destapó varias infidelidades en Llanes. Tras su asesinato, se han separado tres parejas

Imagen de Javier Ardines (con camiseta granate) justo el día antes de ser asesinado
Imagen de Javier Ardines (con camiseta granate) justo el día antes de ser asesinadolarazon

El análisis del teléfono del concejal fue clave para resolver su crimen, pero destapó varias infidelidades en Llanes. Tras su asesinato, se han separado tres parejas.

Dicen que heredó la fama de «casanova» de su bisabuelo. A sus 52 años, Javier Ardines tenía buen porte: metro ochenta, curtido de faenar en la mar la mitad de su vida, mirada intensa, pero, sobre todo, una personalidad arrolladora. Lo explica una buena amiga suya. «Debo ser de las pocas que no se sintió atraída por él. Lo conozco desde niño, de cuando éramos unos guajes en Garaña, por eso nunca le vi como ese hombre atrayente, pero sí que lo era, la verdad.

Sabía cómo cortejar a una mujer y, además, era elegante y discreto, lo que aún gustaba más y era muy buena persona». El responsable de Pesca, Medio Rural, Playas y Personal del Ayuntamiento de Llanes desde 2014 era un tío carismático pero «nada fantasma» con sus conquistas amorosas. No iba con su forma de ser porque, a menudo, no eran solteras, y también por guardar un cierto código de respeto hacia su mujer, Nuria, con la que llevaba muchos años casado. La naturaleza de su relación, desde luego, lo la sabían ellos. Juntos habían formado una bonita familia –sus hijos Alba e Iván tienen ya 29 y 28 años, respectivamente– y, aunque ella conociera «de sobra» sus escarceos extramatrimoniales, a Nuria le dolió un idilio en concreto: el que, al parecer, mantuvo con su prima Katia, una aventura que se remontaría a una década atrás. Ella también estaba casada con un hombre de Amorebieta, Pedro Nieva, que a la postre sería el inductor del asesinato del concejal.

A principios del mes de junio, de hecho, las dos primas mantuvieron una fuerte bronca por este motivo, según el entorno de amigos. Se dejaron de hablar porque Nuria se sintió traicionada. Además de familia, eran íntimas desde pequeñas y las dos parejas siempre hacían planes juntas: rutas por el monte o fiestas «de prao», pero siempre los cuatro por Nueva de Llanes, el pueblo de ellas, situado a 3,6 kilómetros de sus viviendas en Belmonte de Pría. Hablamos de todo esto porque éste y no ningún otro ha sido el motivo por el que finalmente mataron al concejal. Al tener el crimen un origen sentimental, han salido a la luz asuntos que, de otra manera, no hubieran sido relevantes para la investigación. En esta ocasión, era necesario comprender la motivación y atar cabos. Pero si Nuria se resignó a la infidelidad de Javi, Pedro, que también se enteró de la historia, decidió ir más allá y ordenó su muerte, aunque su línea de defensa vaya ahora por decir que solo quería «darle un susto».

Esgrimirá que los argelinos no ejecutaron bien el encargo. Por unos 30.000 euros, la madrugada del 16 de agosto éstos colocaron unas vallas en el camino de la casa del concejal (a 100 metros de la que se había comprado su asesino en 2017), que madrugaba a diario para salir con el Barmadoria, barco del que fue armador y patrón. Ardines era un gran experto en coger lubinas a «palangre» y marisco con nasas, y ese día había quedado con Bea, una fotógrafa. Precisamente su marido estaba de guardia y fue el médico que certificó la muerte del concejal. Aquellas vallas (aún queda una pila de ellas abandonadas cerca del lugar) le obligaron a bajarse de la furgoneta. Fue entonces cuando los argelinos aprovecharon para abordarle: le rociaron con un spray de gas pimienta para dejarle aturdido y poder «trabajar» más cómodos.

Después, le golpearon en la cabeza en tres sitios distintos y lo acabaron asfixiando por detrás: ésa fue la causa de la muerte, según su autopsia. Una vez descubierto el cuerpo sin vida, los agentes de la Guardia Civil comenzaron a trabajar. Además de analizar la escena del crimen (vital para hallar restos de gas en las vallas, porque ahora han encontrado el spray en casa de uno de los argelinos), comenzaron a realizar las gestiones habituales: antes de mirar cámaras, pernoctaciones en hoteles de la zona o antenas telefónicas, había que hablar con su entorno y analizar el móvil de la víctima.

Entonces, se llevaron las manos a la cabeza. «Aquello era una mina. Nos dio bastante trabajo porque, objetivamente, había muchos maridos que podrían odiarle y tuvimos que ir descartando a gente, sin olvidar el entorno político y todos los trapos sucios que también salieron del Ayuntamiento», asegura un agente cercano a la investigación. La situación era incómoda, pero había que resolver un crimen. Así, los agentes fueron llamando a declarar a varias personas y aquello fue un incesante goteo de rumores en Nueva de Llanes. La investigación, finalmente, se estrechó en seis chicas. «Imagínate el panorama.

Llaman a tu mujer a declarar porque se mandaba whatsapps con el concejal y encima ahora se entera todo el mundo», explica un allegado de uno de estos «afectados» a las puertas de una sidrería. ¿El resultado? Tres parejas divorciadas en todo el valle de San Jorge, en el concejo de Llanes: Ovio, Porrúa, Los Carriles... La mayoría de estas aventuras eran vox pópuli (para el pueblo sí, pero quizá no para sus parejas); la sorpresa fue que también declaró algún padre enfadado y que ya habría llegado a amenazar a Ardines en vida. «Un día llegó con una herida en la cabeza y bromeamos diciendo que se habría enganchado con Ardines por andar con la hija», comenta otro parroquiano.

De un infarto a un lío de faldas

El día que mataron al concejal, celebraban en Llanes la fiesta de San Roque y el rumor de que Ardines había muerto corrió como la pólvora. «Primero dijeron que le dio un infarto. Luego, que le habían matado: ahí tuvimos claro que era algún lío de faldas. En el Ayuntamiento no tenía problema ninguno», explican desde la cofradía de pescadores de Santa Ana, a la que pertenecía el fallecido. Tampoco lo tenían tan claro los encargados de la investigación (la Policía Judicial de Llanes y agentes de la UCO de Madrid). En el consistorio llanisco estaban pendientes de la nueva RPT (relación de puestos de trabajo), había muchos interinos (entre ellos, seis agentes municipales a quienes en su día tomaron muestras de ADN de forma voluntaria) y acababan de tirar abajo el hotel Kaipe, en Barro, porque incumplía una normativa de costas. Sin embargo, se habló en el pueblo y alrededores de que se trataba de un crimen político porque Ardines (Izquierda Unida) era un concejal incómodo, vocacional (tanto que cobraba solo el kilometraje) y que, a la vez, se había ganado numerosos enemigos. Incluso, la forma en que le mataron se asemejaba al primer crimen político de España, que ocurrió cuando asesinaron al alcalde de Fago (Huesca) en el año 2007, también tendiéndole una emboscada similar a la que sufrió Ardines. Finalmente fue su primo político, preso de los celos, quien quiso hacerle desaparecer. Y lo consiguió. La noche del jueves, las tres personas arrestadas por su participación en el crimen ingresaron preventivos en la cárcel de Villabona.

La última «corderada»

La fotografía que abre la noticia fue tomada justo el día antes de la muerte de Javier Ardines (en el centro). Aquel día organizaron una «corderada» en Garaña y, cosas del destino, estuvieron sus allegados más íntimos: sus amigos de la infancia, sus padres... «Parece que fue como si hubiéramos hecho a propósito una comida de despedida con toda su gente», dice uno de los asistentes. Aquella tarde perdieron de vista a Javi sobre las 20:00 horas. Solía irse pronto a casa porque siempre madrugaba mucho para salir a pescar.

Ésta sería la última vez que sus seres queridos le vieron con vida. El Bramadoria, su barco, sigue amarrado en el puerto de Llanes, pero ya está previsto que en marzo salga a navegar. ¿Por qué? El chico que iba siempre con Ardines, Adrián, se ha sacado el permiso de patrón para llevarlo él.