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La nueva pasión turca: así viven las adictas a las series otomanas

Hacen maratones de más de 40 horas pegadas al televisor, cancelan cenas con amigos y «abandonan» a sus maridos para no perderse ni un capítulo.

Lourdes, Cristina y Ana (en la imagen, de izda. a dcha.), en el salón de la casa de una de ellas durante la emisión de un capítulo de una serie turca. Fotos: Gonzalo Pérez
Lourdes, Cristina y Ana (en la imagen, de izda. a dcha.), en el salón de la casa de una de ellas durante la emisión de un capítulo de una serie turca. Fotos: Gonzalo Pérezlarazon

Hacen maratones de más de 40 horas pegadas al televisor, cancelan cenas con amigos y «abandonan» a sus maridos para no perderse ni un capítulo.

Lourdes se pone el despertador al filo de las 16:00 para despertarse de la siesta y estar lista y despejada para su maratón turco. Hasta las doce de la noche estará enganchada a sus series favoritas, una tras otra, sin pausas, en su burbuja, ajena a la realidad (y a las idas y venidas de su marido). Así, de lunes a viernes. El fin de semana se da un descanso para socializar. No es el caso de Ana, quien aprovecha el sábado y domingo para meterse los «atracones» otomanos. Hasta 40 horas seguidas es capaz de permanecer ante sus ídolos. Por su parte, Cristina, en cuanto sale de trabajar «se conecta». Mientras cocina, enciende la tele y serie turca al canto. Con la tablet se mueve de un lado a otro de la casa para no perderse ni un diálogo. También las ve por internet en diversos idiomas. Ella habla inglés, francés, italiano y castellano, y no descarta ponerse con el turco. Es más, todas sueñan con viajar a Estambul y algunas ya lo han hecho tras hacerse fan de las series. Estas tres mujeres son tan solo la punta del iceberg de la fiebre desatada por las telenovelas turcas, que se han convertido en un absoluto fenómeno. Series que combinan tramas amorosas dignas de culebrón con protagonistas que mantienen la líbido de las féminas al borde de la explosión y que siempre las dejan con ganas de más. Nos reunimos con ellas en el salón de la casa de una de las «adictas» para analizar este éxito que comenzó con «Fatmagül», una apuesta pionera de Atresmedia que emitió en Nova, su canal femenino. Las cifras de audiencia rompieron todo los medidores: la cadena duplicó su cuota de audiencia, 14 millones de personas se conectaron con esta serie en algún momento y 744.000 fans siguieron la emisión diaria. Los músculos de Engin Akyürek (el protagonista) fueron también parte del éxito. Luego llegaron «Amor de contrabando», «Sila», «Madre», «Elif», «Medcezir», «El secreto de Feriha» y Nova sumará siete nuevos títulos a la saga este año. Ante este despliegue, Ana, Cristina y Lourdes sienten cómo el corazón les palpita a mil revoluciones mientras nos hablan del origen de su «enganche». «Hace un tiempo operaron a mi madre y mientras estaba en la habitación con ella comenzamos a ver estas series y desde entonces no he parado. Su atractivo reside en que todos los protagonistas están tremendos y tratan de amores y desamores», explica Lourdes. Su marido, que nos acompaña al inicio del encuentro, relata cómo vive la adicción de su esposa. «Yo solo veo La Sexta, así que ahora cada uno se va a una habitación y se pone lo suyo. No sé cómo le pueden gustar esos hombres con cara de seta», dice entre risas. Otro de los aspectos que destaca ella sobre el factor de enganche es que «te dejan todo el tiempo con la miel en los labios. No hay sexo, ni cama ni besos apasionados, es todo muy ''light'', a lo Cary Grant: así nos vamos a dormir, con todo el calentón, ojalá hubiera un poco más de ''Cincuenta sombras de Grey''», reconoce. Precisamente la ausencia de sexo más explícito es lo que atrapó a Cristina: «Son todo sutilezas, juegos de miradas, silencios, expresiones corporales; me vuelve loca, la verdad, porque todo eso te permite imaginar y pedir más». Ella es capaz de pasar fines de semana enteros sentada en el sofá, ha llegado a sumar 20 horas seguidas. «Como con la tablet y antes de irme a dormir me digo: ''Solo uno más'', pero es imposible. Luego trabajo y hay veces que voy casi sin dormir». También es muy activa en las redes sociales y, de hecho, conoce a Ana por este motivo. Ésta gestiona una de las cuentas de Twitter y Facebook de una de las series más exitosas y ambas conectaron. Tanto es así que durante las emisiones de los capítulos tienen en una mano el móvil para ir comentando cada escena en las redes y en la otra el mando para el volumen. «La verdad es que sufro mucho porque lo vivo todo en primera persona. No me gusta cuando hay violencia y de hecho he tenido que dejar de ver algunas porque me ponían de los nervios», reconoce Ana, que vive por y para estas series. Esta ama de casa dice que si, por una causa mayor, no puede ver algún episodio, se lo graba «y además he rezado para que se cancelaran citas con amigos y poder estar en casa con la serie».

Arsenal en el móvil

Ana sí ha conseguido que su pareja se siente con ella a verlas, pero se queja de que todo el rato le dice: «¡Pero cómo puedes estar tan enganchada!». «Y yo le digo: ''Tu te pones Netflix y estás horas ahí pegado al televisor, pero claro, como eso esta mejor visto...'' Me molesta que nos critiquen por que nos gusten las series turcas, nos hacen sentir inferiores. Así que en la comunidad virtual es donde nos desahogamos y comentamos todo sin que nadie nos moleste», confiesa Ana. De hecho, su móvil es un arsenal otomano en toda regla. «Tengo capacidad de 64 gigas y una tarjeta extra de otras 64 y no me cabe nada más. Todo está lleno de fotos de los protagonistas y vídeos que nos enviamos entre nosotras», reconoce. «Bueno, pues mejor que no te enseñe yo el mío, porque...», añade Cristina. De las tres, Ana es la que lleva la delantera. De hecho, presume de saber alguna que otra palabra en turco. «A base de ver las series en el idioma original pues voy aprendiendo. Algunas veces no pongo ni subtítulos. Es que no es lo mismo verlo doblado porque se pierde intensidad. Ya sé decir «hola» y «gracias» e incluso lo utilizo a diario. La gente piensa que estoy loca», apunta Ana.

Las tres también coinciden en que, a diferencia de otros culebrones o series españolas, «aquí casi todo está rodado en exteriores, es una buena manera de promocionar el país», coinciden. Así, más de una ha hecho ya las maletas para recorrer las localizaciones de Estambul por las que pasean sus ídolos. Un auténtico filón para el «reino» de Recep Tayyip Erdogan (el presidente turco), que ha convertido su país en el segundo exportador de series por detrás de Estados Unidos. Allí las emiten en «prime time», en el exterior las «trituran» y las hacen emisiones diarias. «Los capítulos duran dos horas y media, algo a lo que en España no estamos acostumbrados, pero no me importa», dice Ana. Es más, son consideradas superproducciones ya que cada capítulo suele costar alrededor de los 400.000 euros. Mientras conversamos, las tres aficionadas no quitan ojo de la televisión, donde se está emitiendo una de las series. Ana consulta su móvil para mantener a sus seguidoras informadas y, en cierto modo, ansían regresar a sus hogares para continuar con sus rutinas. «A veces pienso que necesito desengancharme porque, a este paso, mi marido me deja», bromea Lourdes mientras las otras dos asienten con la cabeza.