Trabajo público
Laura Daporta, funcionaria en España: "Saber que a final de mes siempre un sueldo es maravilloso, pero a veces es un asco"
La docente identifica los aspectos positivos que tiene el empleo público pero, al mismo tiempo, revela la carga a la que muchos trabajadores tienen que hacer frente al estar bajo esta condición
En España persisten numerosos mitos en torno a los funcionarios públicos, que distorsionan la percepción de su papel en la sociedad. La imagen del trabajador estatal como alguien con poca carga laboral y excesivos privilegios ha calado en el imaginario colectivo, pese a que la mayoría desempeña funciones esenciales en educación, sanidad, seguridad y administración pública, muchas veces bajo condiciones exigentes. En un contexto donde la precariedad y la temporalidad marcan el pulso del mercado laboral, es fácil que estas ideas prosperen, aunque ignoran la realidad de oposiciones rigurosas, formación constante y una responsabilidad clave para el funcionamiento del país.
Por otro lado, términos de percepción, tener un empleo público con contrato fijo se ha convertido en el nuevo "sueño español" para una generación marcada por la inestabilidad y el desencanto. La seguridad que ofrece un puesto vitalicio es hoy más codiciada que nunca, y contrasta con un panorama donde el empleo privado se percibe como volátil, cambiante y cada vez menos predecible. Para muchos ciudadanos, lograr una plaza en la administración representa una forma de blindarse ante el incierto porvenir laboral que han dejado las sucesivas crisis. Esta aspiración colectiva refleja no solo la búsqueda de estabilidad económica, sino también el deseo de recuperar una cierta tranquilidad vital que parece haberse desdibujado en el horizonte profesional de buena parte de la población activa.
En adición a lo mencionado, dentro de los beneficios y las condiciones bajo las que trabajan estos contribuyentes, también existen una serie de cuestiones a desmentir que muchas veces no son tenidos en cuenta por aquellos que critican el funcionamiento de este sistema. Un claro ejemplo es el complejo procedimiento por el que ha de pasar todo funcionario para obtener su puesto, es decir, la oposición. Esta prueba, que generalmente engloba muchos campos, no solo el sector en el que se va a operar en el futuro, además de la alta carga de legislaciones que uno debe interiorizar. A todo esto se le suma la accesibilidad a la plaza, que no contempla solo el aprobado, sino que, en la mayoría de casos al menos piden una calificación superior al 70% de la valoración total.
Una docente explica lo peor de ser funcionaria
En este sentido, Laura Daporta, docente que trabaja como funcionaria en la educación pública de España explica lo que nunca se dice del empleo público. "Ser funcionario es un asco, pero antes de tirarme 'hate', escucha. La sensación de tranquilidad sabiendo que a fin de mes siempre te va a entrar un sueldo es maravilloso, pero todo tiene una cara B", indica. Este factor viene dado por las expectativas de cada uno y, si bien es algo que se sabe de entrada, puede resultar confuso una vez llevas años en la institución para la que el trabajador opere. Si eres una persona ambiciosa, es bastante frustrante saber que hagas lo que hagas y te esfuerces lo que te esfuerces, nunca vas a tener opción a aspirar a algo más", revela.
De esta manera, puede emerger la impotencia al compararse con los compañeros de oficina, puesto que la meritocracia no es algo que se practique en el funcionariado. "Nunca vas a tener un ascenso, nunca vas a tener una subida de sueldo importante. Y con el cuento de que somos intocables te vas a encontrar con gente que seguro que trabaja la mitad de lo que trabajas tú y aun así esa persona va a cobrar lo mismo", indica. En este sentido, si bien permite la estabilidad económica en tiempos revueltos, esta opción no deja mirar más allá de los límites establecidos.
Para ello, Daporta establece una pequeña crítica al sistema sobre los roles que muchas veces se cumplen y los nulos beneficios que se obtienen. "La verdad que me encantaría que los funcionarios no fuésemos tan intocables, creo que mucha gente se pondría las pilas y las personas que trabajan como si les fuera la vida, y la gente con vocación que realmente trabaja porque es responsable, que pueda tener de alguna manera alguna gratificación", recalca. Por tanto, este aspecto negativo siempre ha de ser tenido en cuenta, sobre todo para aquellos que estén considerando la opción de iniciar una oposición, ya que no es un camino ni fácil ni corto.
El problema de los profesores: otros mitos a desmentir
En otra de sus publicaciones, la docente explica otra de las falsas leyendas que se propagan en el imaginario colectivo: las vacaciones del profesorado. Si bien se entiende que en muchos casos estas van acordes al curso escolar, la realidad tiene distintos matices a descubrir. aunque asegura que algún profesor puede que tuviera dos meses de vacaciones en verano, otros muchos tuvieron que ocupar plaza en un tribunal privando de un mes de este periodo. "Los pringados, como yo, formamos parte de un equipo directivo y tenemos un mes de vacaciones", explica. Pese a que legalmente, todos los docentes cuentan con las mismas vacaciones, la diferencia reside en las responsabilidades.
"Si yo quiero que mi centro educativo vaya bien voy a tener que trabajar prácticamente todo julio y la segunda quincena de agosto", asegura. Este último tramo se emplea para asegurar que el curso escolar comience de forma correcta. "No tenéis ni idea de la burocracia y el papeleo que hay que hacer antes de que los niños comiencen las clases", agrega. Además incide en el tiempo de preparación que se concede, que esta año ha sido de cinco días, para organizar todo lo necesario para el decente funcionamiento de las clases. "En cinco días no da tiempo ni de broma", critica al afirmar que debe usar parte de su tiempo libre en esta materia.