Mascotas

No tires vidrios, ellos no llevan zapatos

Universidad Complutense y Fundación ONCE del Perro Guía, aliados para protegerlos de los residuos del suelo.

Los perros no cuentan con una protección que les salve de los residuos del suelo, por eso es vital educar a los universitarios en su compromiso con el medio ambiente
Los perros no cuentan con una protección que les salve de los residuos del suelo, por eso es vital educar a los universitarios en su compromiso con el medio ambientelarazon

Universidad Complutense y Fundación ONCE del Perro Guía, aliados para protegerlos de los residuos del suelo.

Cristales, colillas, latas, vasos, botellas de alcohol rotas... Son algunos indicios que sugieren que se ha celebrado un «botellón». Como ya es tradición, la mañana siguiente a San Cemento –patrón oficioso de la Universidad Complutense de Madrid– el campus amanece convertido en un vertedero, con más de 200 metros cúbicos de basura. Casi no se ve una brizna de hierba, «ni apenas el suelo», confiesa una alumna de Comunicación Audiovisual. Pero hay otra cosa que los jóvenes tampoco ven: que, cada año, hieren con su comportamiento incívico a los miles de perros que pasean por las calles circundantes de Ciudad Universitaria.

Específicamente, un 5% de los perros guía de Madrid acuden con frecuencia a la Complutense, según cifras de la propia universidad. La inmensa mayoría de sus usuarios confiesan haber sufrido alguna dificultad para llegar a clase o a sus puestos de trabajo por los daños que la basura del suelo provoca en sus perros guía. A estos casos hay que sumarles los relativos a los perros de asistencia y aquellos que permanecen en la fase de socialización con familias. Por ello, para concienciar a los estudiantes la Unidad de Apoyo a la Diversidad e Inclusión de la Complutense, en colaboración con la Asociación de Amigos y Usuarios de Perros Guía de Madrid y la Fundación ONCE del Perro Guía, han puesto en marcha la iniciativa «Ellos no llevan calzado».

Esta campaña de sensibilización tiene por objetivo «proteger a los perros guía y a sus usuarios de la acumulación en el suelo de residuos generados tanto por las fiestas estudiantiles como por las colillas que los fumadores no depositan en los ceniceros», explica a este diario Matilde Gómez Casas, directora de la Fundación ONCE del Perro Guía. Como actividad de concienciación, el pasado martes, a la salida del Metro Ciudad Universitaria, se acondicionó una superficie con cristales, colillas y trozos de vidrio con sangre artificial para que los universitarios visualizarán las consecuencias de sus malas conductas.

María Isabel Gutiérrez, trabajadora en los servicios centrales de biblioteca de la Complutense y creadora de la iniciativa, es usuaria de perro guía. Para llegar a su puesto de trabajo debe subir diariamente un tramo de cuatro escaleras. «Aquel día, mi perro Xirto se negó a subirlas». Desconcertada, Gutiérrez instó a Xirto a proseguir su camino, pero no halló manera. «A mi perro no le tocó la Lotería, le tocó un hombre que me agarró por el brazo y me advirtió: “señora, la escalera está tapizada de cristales rotos”». Se trataba de un barrendero. Gutiérrez asegura que si no hubiera sido por él, su fiel Xirto habría acabado ascendiendo los escalones. ¿Las consecuencias? «Un riesgo muy grave para la salud del perro». Según Gutiérrez, los daños pueden ir desde cortes en las almohadillas de sus patas, en los tendones y arterias, hasta problemas gastrointestinales por la ingesta de colillas o plásticos y papeles con olor a comida. Estos accidentes podrían desembocar en graves secuelas. Y aunque no fueran permanentes, les obligaría a permanecer al menos, en reposo: «si el perro se queda en casa, tú también». Gutiérrez confiesa que la no disponibilidad, ya sea temporal o indefinida, de un perro guía se traduce en «una pérdida de autonomía personal para el usuario, de seguridad en sí mismo y también, de tiempo, porque con bastón se tarda el doble en llegar».

Gutiérrez conoce otros casos. El de una alumna de Fisioterapia que no pudo acceder a clase porque los vómitos de sus compañeros desorientaban a su perro guía. El de un joven con discapacidad visual que estudia en la facultad de Ciencias de la Información y que perdió varias semanas de clase porque su perro casi pierde una pata. Un varapalo emocional al que se le sumó la consiguiente pérdida lectiva. Así, se hace imprescindible concienciar y sensibilizar, comenzando por la comunidad universitaria, de la necesidad de luchar contra el abandono de residuos para evitar este tipo de impactos en la sociedad y en el medio ambiente.