
Relaciones de pareja
¿Por qué nos enamoramos de personas de las que no deberíamos?
Esta pregunta, tan común como dolorosa, tiene respuestas que van más allá del corazón

Nos pasa más a menudo de lo que quisiéramos admitir: nos sentimos atraídos por alguien que no nos corresponde, que nos hace daño o que simplemente no está disponible. Pero, ¿por qué seguimos cayendo en vínculos así, incluso sabiendo que no nos hacen bien?
En esta nota exploramos cómo la psicología, la neurociencia y la cultura explican ese enredo emocional que muchas veces confundimos con amor.
El cerebro y los vínculos que se repiten

Aunque parezca contradictorio, el cerebro humano tiende a buscar patrones conocidos, incluso si fueron dolorosos. Muchas veces nos enamoramos de personas que reproducen dinámicas familiares: la ausencia, el rechazo o la inestabilidad.
No es casualidad. Estas experiencias pasadas crean lo que se conoce como "zonas de confort emocionales". Así, nos sentimos extrañamente cómodos con lo que nos resulta familiar, incluso si nos hiere. Las relaciones que activan esas memorias emocionales inconscientes pueden parecer químicas intensas o conexiones profundas, pero en muchos casos son solo repeticiones de heridas no sanadas.
Idealizar también nos hace tropezar
Cuando idealizamos a alguien, dejamos de ver a esa persona como es. En su lugar, proyectamos cualidades, intenciones y posibilidades que probablemente no existen. Esa ilusión es tan poderosa que nos lleva a insistir en relaciones que claramente no funcionan.
La pasión alimentada por la fantasía ignora señales de alerta y construye castillos en el aire. Es como intentar encajar una pieza equivocada en un rompecabezas: forzamos la situación hasta convencernos de que encaja, aunque no sea verdad.
Dopamina y recompensa: el cóctel adictivo del amor incierto

El enamoramiento activa los centros de recompensa en el cerebro. Allí entra en juego la dopamina, el neurotransmisor del placer. Pero lo más interesante es que cuanto más impredecible es la relación, más dopamina se libera.
Por eso, las relaciones inestables pueden convertirse en una especie de adicción emocional. Los altibajos generan un efecto similar al de una montaña rusa que engancha al cerebro y nos mantiene atrapados en dinámicas tóxicas sin darnos cuenta.
Miedo a la intimidad: cuando elegimos mal para no arriesgarnos
Muchas veces no elegimos mal por azar. A veces, inconscientemente, buscamos personas inaccesibles, frías o emocionalmente problemáticas como una forma de protegernos del miedo a la entrega real. Amar a quien no puede o no quiere amarnos es una forma de evitar la vulnerabilidad. Elegimos vínculos imposibles para no tener que enfrentarnos al vértigo de una conexión profunda y real.
La cultura también tiene parte de culpa
Desde pequeñas, muchas personas crecen consumiendo películas, canciones y novelas que romantizan el sufrimiento amoroso. Nos enseñan que el "verdadero amor" implica sacrificio, drama y obstáculos. Y ese modelo termina condicionando lo que sentimos que merece nuestra atención emocional.
La narrativa del amor imposible ha sido tan celebrada, que a veces nos cuesta valorar relaciones sanas, estables y recíprocas. Nos parecen aburridas, cuando en realidad son todo lo contrario: son relaciones con espacio para crecer.
¿Cómo romper este patrón?

El primer paso es el autoconocimiento. Reconocer patrones, identificar nuestras heridas y trabajar en nuestra autoestima es clave para elegir mejor. También puede ayudar el acompañamiento terapéutico, que nos permite comprender por qué repetimos ciertas elecciones afectivas.
Cuando aprendemos a amarnos, dejamos de buscar en los demás la validación que nos falta. Solo entonces podemos abrirnos a relaciones que sumen, que nutran, que no duelan.
El amor no debería doler
Enamorarse de quien no se debe es más común de lo que parece, pero no tiene por qué convertirse en una constante. Con conciencia, madurez emocional y deseo de cambio, es posible reescribir la historia que nos contamos sobre el amor.
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