Máxima protección

Reino Unido prohíbe el uso del teléfono móvil en el colegio

Permite a los docentes registrar las mochilas y da protección legal ante posibles demandas de padres

Una alumna británica durante una clase de matemáticas
Una alumna británica durante una clase de matemáticaslarazonLA RAZÓN

Los teléfonos móviles se prohibirán en las escuelas inglesas en un intento de minimizar las interrupciones y mejorar el comportamiento en las aulas, otorgando a los docentes el poder de registrar las mochilas y protección legal ante posibles demandas de padres en caso de pérdida o daño de los dispositivos confiscados. Estas son las claves de las directrices anunciadas ayer por el Ejecutivo británico para los centros de primaria y secundaria de Inglaterra, donde tiene las competencias en Educación.

«Los colegios son lugares en los que los niños aprenden y los móviles son, como mínimo, una distracción no deseada en las aulas», dijo la ministra de Educación, Gillian Keegan. La guía llega casi tres años después que el Ejecutivo abogara por primera vez por un veto de los móviles en las aulas. De momento, las directrices no son vinculantes. No obstante, no se descarta que en el futuro sean obligatorias por ley. «Se valorará qué más es necesario hacer si no funcionan», matizó la ministra.

La opción más «sencilla» que se propone a los centros es una prohibición total de los teléfonos en los recintos escolares. Se pedirá a los alumnos que los dejen en casa o con sus padres.

Esta política proporciona «un límite muy simple» que significa que los alumnos podrían ser castigados si se encontrara un teléfono en la escuela. Una segunda opción requeriría que los alumnos entreguen sus dispositivos al personal de la escuela a su llegada y los recojan al final de la jornada escolar. También se han ofrecido taquillas a las que no se puede acceder hasta el final del día escolar para permitir que los niños guarden sus teléfonos durante las clases. Por último, la opción más liberal confiaría en los alumnos al permitirles conservar sus teléfonos, pero sólo con la «estricta condición de que nunca sean usados, vistos u oídos».

Las consecuencias del incumplimiento de esta política tendrían que ser «suficientes para actuar como un elemento disuasivo eficaz», afirma la guía, y es «importante que las escuelas hagan cumplir esta política de manera vigorosa, consistente y visible».

El año pasado, Teacher Tapp, que proporciona encuestas diarias a miles de profesores, señaló que sólo alrededor del 1% de las escuelas no tienen ninguna restricción para los teléfonos de los alumnos. Por su parte, Naciones Unidas advirtieron el verano pasado que los móviles eran una fuente de distracción para los alumnos y podrían conducir al ciberacoso, añadiendo que poco menos de uno de cada cuatro países en todo el mundo tenía políticas para vetarlos en las aulas.

Ciberacoso

A día de hoy, son los directores de los propios colegios los que tienen el poder de limitar los teléfonos en sus instalaciones. Se estima que actualmente el 95% de las escuelas tienen restricciones. Pero las reglas difieren en todo el país. Algunos alumnos se ven obligados a entregar su dispositivo al comienzo del día, mientras que a otros se les permite guardarlo en su mochila o usarlo entre clases.

El Gobierno británico, que apoya a cualquier director que quiera implementar restricciones, solo tiene competencias educativas en Inglaterra. Aunque tampoco existen prohibiciones generales en Gales, Escocia e Irlanda del Norte.

La nueva guía se publica después de que Esther Ghey, la madre de la adolescente asesinada Brianna Ghey, pidiera cambios en la ley para impedir que los menores de 16 años tengan acceso a aplicaciones de redes sociales en sus dispositivos.

Brianna Ghey, que contaba con miles de seguidores en Tik Tok, fue apuñalada en un parque de Warrington, en el condado de Cheshire, hace justo ahora un año. Tenía 16 años. Los responsables, que planificaron y escribieron los detalles del crimen en un papel, fueron Scarlett Jenkinson y Eddie Ratcliffe, tenían 15 cuando cometieron los hechos. Al dictar sentencia, la jueza Justice Yib dijo que Jenkinson estaba motivada por un «profundo deseo de matar», mientras que Ratcliffe era hostil hacia la identidad transgénero de Brianna.