La Razón solidaria

Salvavidas español para los perros nepalíes

Marta Pedraja decidió crear un proyecto de cooperación veterinaria en medio de unas vacaciones con el que ahora rescata animales enfermos de las calles.

Marta Pedraja, veterinaria de 25 años, ha participado en varios proyectos solidarios con animales en Nepal, Tailandia o Polinesia
Marta Pedraja, veterinaria de 25 años, ha participado en varios proyectos solidarios con animales en Nepal, Tailandia o Polinesialarazon

Marta Pedraja decidió crear un proyecto de cooperación veterinaria en medio de unas vacaciones con el que ahora rescata animales enfermos de las calles.

Dependiendo de donde nazcan, los canes pueden estar asociados a la rabia y otras enfermedades contagiosas que en países desarollados tienen solución, pero que en los que tienen menos recursos pueden ser letales e incluso peligrosos para sus habitantes. Así es, en muchos países del continente asiático donde, pese a sus enfermedades, los perros conviven como un miembro más de muchas familias que no tienen recursos para atender sus dolecias. Nos lo cuenta Marta Pedraja, veterinaria especializada en urgencias y cuidados intensivos de la Universidad Complutense de Madrid, quien, con sólo 25 años, ha participado en varios proyectos de cooperación veterinaria al desarrollo en países como Tailandia, República Federal Democrática de Nepal o la Polinesia.

Todo empezó cuando, en 2011, decidió irse de vacaciones a Nepal. Estando alojada allí, cogió la mochila y se fue de excursión. Lo que se encontró distaba mucho de formar parte de una escena de montañismo paradisíaco: cientos de perros vagaban, en condiciones críticas, por las calles. «Cuando me bajé del avión decidí que tenía que volver. Pero no como turista,sino como veterinaria», relata a LA RAZÓN. Como había prometido, al año siguiente, en quinto de carrera, decidió regresar para conocer a fondo las necesidades del país y hacer «algo profesional». Al organizar su viaje encontró alguna ONG que pedía voluntarios con conocimientos veterinarios y se puso en contacto con la organización Katmandu Animal Treatment para ir ese mismo verano. Antes de irse, realizó una campaña de recogida de medicamentos.

En su primera experiencia en el extranjero, Marta colaboró dos meses. La primera complicación fue que la que conlleva trabajar con menos medios de los que acostumbraba y en un entorno diferente: «Cuando llegas allí, la gente es muy maja pero no se fía de ti. Te miran como el “blanquito” que viene a solucionarles la papeleta». Con el tiempo, se ganó su confianza y le dejaron llevar sus propios casos. Concretamente, el de Calsberg, un enorme perro de 35 kilos –sorprendente para un perro asiático abandonado–, que probablemente fue extraviado por algún turista.

infecciones

Calsberg llegó al hospital clínico veterinario en muy malas condiciones. Desnutrido, deshidratado y con muchos parásitos. Tenía un vendaje en la pata izquierda. Cuando Marta se lo fue a quitar para cambiarlo y desinfectar la herida, se encontró con un problema: el animal tenía una gusanera. En países en vías de desarrollo, dadas las pobres condiciones de higiene; es normal que cuando los perros se hacen una herida, se infecte. Las moscas llegan, ponen sus huevas en la lesión y crecen los gusanos que se introducen en su organismo. En España, en un medio rural esto puede llegar pasar y, si no hay muchos recursos, la solución es amputar la parte afectada. Según cuenta Pedraja, esto no es viable en Nepal, porque «un perro cojo no sobrevive en las calles». La única salida era eutanasiar al can para acabar con su sufrimiento. Sin embargo, Marta quiso darle una oportunidad a Calsberg antes de tener que quitarle la vida. «Le puse un drenaje y usé los antibióticos que había conseguido en la recolecta que organicé en España». Fue muy duro. Justo en ese momento, Marta sufría de Giardia (una infección del intestino delgado) y tenía fiebres severas. «Mi compañero me dijo que no fuera a por Calsberg, que necesitaba descansar». Aún así, Marta no claudicó. Continuó con el tratamiento del perro y, tres semanas después una familia acudió para adoptarlo. «Fue muy gratificante. Me encanta trabajar por y para los animales, aunque las condiciones sean muy complicadas y a veces te lleven al extremo».