Huracanes

Confirmado por la ciencia: existe una partícula "matahuracanes"

El planeta Tierra sufre estos peculiares eventos de forma recurrente todos los años en varios lugares del planeta, pero ahora han descubierto una partícula que podría frenarlos antes de que comiencen a formarse

El Comité de Huracanes de la OMM retira los nombres de Beryl, Helene, Milton y John
Un huracán sobre la TierraOMM

Los huracanes nos resultan increíblemente terroríficos por su potencial destructivo y por la fuerza de la naturaleza que levantan. Cada año arrasan costas, destrozan ciudades y se cobran miles de vidas mientras la humanidad observa impotente, ya que no existe una recetita mágica que pueda frenarlos. Durante décadas hemos fantaseado con domarlos o destruirlos, desde bombardearlos con armas nucleares hasta arrastrar icebergs para enfriar el océano. Siempre hay algún plan loco que podría salir perfectamente del guion de una película de Roland Emmerich o Michael Bay.

Todos estos intentos han fracasado espectacularmente. El Proyecto Stormfury, que durante 21 años intentó sembrar nubes con yoduro de plata, terminó siendo un costoso fiasco. Pero ahora, científicos australianos creen haber encontrado la llave para apagar estos monstruos meteorológicos antes de que nazcan.

Y la solución no viene en forma de bombas o tecnología de ciencia ficción, sino de algo tan simple como partículas microscópicas lanzadas en el momento y lugar precisos. Hasta ahora, querían matar moscas a cañonazos, ahora es una jugada mucho más sofisticada.

Controlando las tormentas

Investigadores de la Universidad Nacional Australiana han desarrollado el primer modelo integral que demuestra cómo neutralizar ciclones tropicales en formación usando aerosoles de diferentes tamaños, según apuntan desde NewAtlas. El descubrimiento revolucionario es que las partículas ultrafinas, menores a 0.05 micrómetros, pueden sabotear el motor interno de estos sistemas meteorológicos.

El mecanismo es brillante y casi paradójico, teniendo en cuenta lo que se ha intentado hasta ahora. Estas partículas microscópicas inicialmente fortalecen la tormenta al aumentar la condensación y liberación de calor en las nubes. Pero este mismo proceso crea una “piscina fría” de aire cerca de la superficie que corta el suministro de aire cálido y húmedo, el combustible vital del huracán. Es como acelerar un motor hasta que se sobrecaliente y se apague solo.

Los números son abrumadores pero alcanzables. Para detener un embrión de ciclón de 200 kilómetros de radio se necesitarían 4 toneladas de partículas ultrafinas por hora, dispersadas por varios aviones durante las primeras etapas de formación. No es barato, pero comparado con los 23.000 millones de dólares que cuesta cada huracán en Estados Unidos, es una ganga.

La profesora Roslyn Prinsley, quien lidera la investigación, se ha asociado con Aeolus, una startup de Silicon Valley decidida a convertir esta teoría en realidad. Su objetivo no es solo proteger vidas, sino salvar el mercado inmobiliario costero de volverse completamente inasegurable en las próximas décadas debido al cambio climático. Aunque pueda parecer extraño en España, ya que no es una zona de huracanes, muchas personas pierden sus casas en todo el planeta sin protección alguna debida a lo peligrosos que son los huracanes.

Lo más interesante de todo esto es cómo diferentes tamaños de partículas producen efectos distintos. Las partículas gruesas (1-4 micrómetros) ralentizan inicialmente la tormenta, aumentando la lluvia, pero no logran el efecto devastador de las ultrafinas. Las partículas finas (0.05-1 micrómetro) representan el punto más amplio de destrucción de huracanes, creando el colapso más eficiente del sistema.

El plan de pruebas apunta al océano Índico frente a Australia Occidental, donde se forman ciclones que nunca tocan tierra. Es el laboratorio perfecto para experimentar sin riesgos. Porque a diferencia de las propuestas anteriores –como la genial idea de Trump de usar bombas nucleares, que solo habría creado huracanes radiactivos– esta tecnología promete resultados sin efectos secundarios catastróficos.