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El experimento que confirma lo que muchas mujeres ya sabían sobre LinkedIn

Lo que empezó como una prueba puntual se ha convertido en un debate sobre cómo funciona realmente la red laboral más usada del mundo

Linkedin se ha convertido en el mejor escaparate laboral / Alejandro Olea
Linkedin se ha convertido en el mejor escaparate laboral / Alejandro Olealarazon

Varias profesionales han decidido poner a prueba el algoritmo de LinkedIn y los resultados son tan sorprendentes como preocupantes: basta con cambiar el género del perfil para multiplicar la visibilidad. Lo que empezó como un experimento colectivo se ha convertido en un fenómeno viral que vuelve a evidenciar el sesgo de género en la mayor red profesional del mundo.

Decenas de mujeres participaron en una prueba informal después de que varias publicaciones se hicieran virales: quienes se identificaban como hombres recibían más visualizaciones, más comentarios y más propuestas laborales.

Algunas fueron más allá y adaptaron el tono de sus perfiles al llamado estilo bro-coded, es decir, lleno de términos como drive, transform o accelerate, típicos del lenguaje empresarial masculino.

Un cambio de nombre, un cambio de trato

El resultado fue inmediato. Simone Bonnett, consultora británica, cambió su nombre a “Simon E” y sus pronombres a “he/him”. En apenas unos días, su perfil registró un aumento del 1.600 % en visitas y del 1.300 % en impresiones. “Es una locura si piensas en lo difícil que es ahora conseguir alcance en redes”, explicó.

También Megan Cornish, estratega de comunicación, decidió probar. Primero cambió su género a “masculino” y luego pidió a ChatGPT que reescribiera su biografía y sus publicaciones con un tono más “masculino” y “seguro”.

El alcance de sus publicaciones creció más de un 400 % en una semana. Pero, lejos de celebrarlo, se sintió frustrada: “Mis textos eran fríos, arrogantes. Era como interpretar a un hombre blanco con exceso de confianza. Funcionaba, pero me hacía sentir fatal”.

Otras participantes, especialmente mujeres racializadas, obtuvieron resultados distintos. Cass Cooper, especialista en tecnología y redes, probó a cambiar tanto su género como su raza a “blanca” y vio caer su alcance.

“Sabemos que hay sesgos algorítmicos, pero es difícil entender cómo actúan”, dijo. “No me molesta LinkedIn, me molesta que esto siga reflejando los prejuicios de la sociedad”.

Ante la polémica, LinkedIn negó que su algoritmo tenga en cuenta el género o la raza, asegurando que los resultados dependen de “cientos de señales” y no de datos demográficos. Sin embargo, la empresa reconoció que está revisando cómo su sistema de inteligencia artificial clasifica el contenido.

Según un portavoz, el descenso en el alcance de algunos usuarios se debe al “aumento del 24 % en el volumen de publicaciones y comentarios” durante el último trimestre.

Aun así, los casos de Bonnett y Cornish han encendido las alarmas sobre cómo el lenguaje y la percepción del liderazgo siguen favoreciendo a los hombres, incluso en entornos digitales. Para muchas, la conclusión es clara: en LinkedIn, ser hombre (o parecerlo) todavía abre más puertas.