efecto Ringelmann
Los humanos nunca trabajaremos tan bien en grupo como las hormigas, y ahora sabemos por qué
Para los humanos, 1+1 no siempre es 2. Sin embargo, ciertas hormigas no solo multiplican proporcionalmente sus fuerzas al unirse, sino que incluso rinden mejor
Sabes perfectamente que los trabajos en grupo son menos eficientes que los individuales. Cuando en el colegio, universidad o trabajo se realiza una tarea entre varios, lo que acaba pasando es que no todos los miembros rinden al 100%. Sin embargo, también sucede cuando varias personas ejercen fuerza física para, por ejemplo, arrastrar un coche tirando de una cuerda. Dicho fenómeno tiene un nombre: el efecto Ringelmann.
Sin embargo, esto no le ocurre a las hormigas, o, al menos, a las hormigas tejedoras. Los científicos han descubierto porque, a diferencia de los humanos, estos animales no solo resultan capaces de dar al 100% en sus trabajos físicos, sino, incluso, mejorar el rendimiento de cada una. De este modo, podría decirse que sobrepasan su capacidad individual.
El truco de las hormigas
Un nuevo estudio publicado en Current Biology ha demostrado que las hormigas tejedoras (Oecophylla smaragdina) han encontrado la manera de esquivar el efecto Ringelmann. Este fenómeno, descrito en humanos, indica que el esfuerzo individual disminuye cuando más personas se suman a una tarea colectiva. Es decir, lo contrario a lo que ocurre en los hormigueros.
En lugar de formar pequeños grupos de trabajo, las hormigas tejedoras se organizan en largas cadenas para arrastrar objetos. No solo eso: cada posición dentro de la cadena tiene un rol diferente. Las que están al frente tiran con fuerza hacia adelante, mientras que las traseras clavan sus patas en el suelo para evitar que el conjunto se deslice hacia atrás. Esa simple división crea un efecto de “trinquete” o bloqueo que permite que el grupo entero avance sin perder energía.
Lo sorprendente es que, a diferencia de lo que ocurre entre humanos, cuanto más larga es la cadena, más potente se vuelve cada hormiga individualmente. El sistema no solo suma fuerzas, sino que las amplifica. Es como si un equipo de remo remara más fuerte a medida que se añadieran nuevos remeros, en lugar de descoordinarse, como suele suceder.
La comparación con el rendimiento humano resulta inevitable. En la oficina, en la universidad o en cualquier proyecto colaborativo, la tendencia humana es la contraria, ya que muchos acaban esforzándose menos porque confían en que otros harán el trabajo. Las hormigas, en cambio, parecen haber resuelto ese dilema evolutivo creando una estructura en la que cada posición tiene sentido, incluso si solo consiste en anclar las patas para que las demás avancen.
No obstante, también conviene recordar que las hormigas y los humanos somos animales completamente distintos, con formas de organización que responden a realidades opuestas. Ellas funcionan como un engranaje biológico perfectamente sincronizado, donde el individuo apenas importa frente al colectivo. Nosotros, en cambio, estamos condicionados por factores sociales, emocionales y hasta culturales que hacen imposible replicar ese nivel de coordinación.
Más que un hallazgo biológico
Al margen del hallazgo biológico, este descubrimiento podría emplearse en la tecnología. Los investigadores creen que el modelo de las hormigas podría aplicarse a la robótica colaborativa, donde varios robots trabajan juntos para mover objetos o realizar tareas de precisión. En lugar de limitarse a sumar fuerzas, podrían aprender a organizarse mejor como un equipo.