Tecnología
Hay olas destinadas únicamente a ciertas personas. Aquellas que acuden a Nazaré (Portugal), cada año, lo saben bien. Este pequeño pueblo de pescadores se ha convertido en la meca de los surfistas más experimentados del mundo. Aquí se superan los 20 metros de altura con suma facilidad, por lo que tanto la tabla como la maña juegan papeles clave. Lo demostró, en 2011, el estadounidense Garret McNamara tras cabalgar una tan grande como un edificio de ocho plantas. Una hazaña que, más tarde, intentó revalidar el británico Andrew Cotton sin suerte: terminó con la espalda partida en dos y con el miedo agarrado a las piernas. “Ahora, imagina poder diseñar los giros y controlar el equilibrio con un ordenador para, luego, reproducirlos en el mar. Sorprendente, ¿verdad?”, se pregunta Alejandro Gutiérrez, ingeniero aeronáutico. Pues ya se está trabajando en ello, aunque para hacerlo realidad aún queda bastante.
En cualquier caso, estas tablas electrónicas del futuro tomarán de base los prototipos que hoy ya existen. El primero llegó hace una década de la mano de Tecnalia: gracias a su colaboración con Pukas, lanzó la primera longboard con tecnología integrada de la Historia. Su objetivo era poner número a las sensaciones para optimizar sus prestaciones y, en consecuencia, aumentar el rendimiento de estos profesionales. De esa forma, podrían medirse y perfeccionarse los parámetros en competición. “Los resultados obtenidos abren un abanico de oportunidades en entrenamientos y desarrollos de producto”, subrayaron ambas empresas entonces. Por ejemplo, determinando los puntos críticos y las propiedades de los materiales empleados, así como su reacción ante determinados acontecimientos acuáticos. Todo ello garantizaría una protección superior del usuario y un aprovechamiento mayor de los componentes.
Para llevar a cabo el proyecto, fue necesario instalar diversos sensores en la madera que se dedicaban a recoger la información que, después, sería examinada: traslaciones, calorías, tensión, geolocalización, orientación… “Estos datos les permitió calcular la rigidez, la flexibilidad y la resistencia de estos instrumentos, lo cual resulta esencial a la hora de introducir novedades en ellos”, sostiene Gutiérrez, que se muestra ambicioso y apuesta por mejoras más futuristas. “Si partimos de este cimiento, en unos años podrán fabricarse modelos personalizados para cada individuo, en los que todo se encuentre al detalle en función de sus variables fisiológicas. A ello, además, habrá que añadir los progresos que se impulsen a partir de ahora: desde potenciadores hasta estabilizadores”. Un apunte que se acerca bastante a la propuesta que, en 2016, presentó Samsung: la Galaxy Surfboard.
Este invento incorporaba a la espuma una pantalla LCD, mediante la cual el deportista tenía acceso in situ a avisos sobre las condiciones del viento y de las olas. Igualmente, podía recibir mensajes de texto o alertas de aplicaciones. Tal y como la multinacional mostró en un vídeo promocional protagonizado por el campeón mundial Gabriel Medina, esta conectividad se conseguía por medio de un Galaxy S7, un terminal resistente al agua incrustado a uno de los lados. A pesar de las grandes bondades que prometía esta propuesta, la verdad es que nunca llegó a las tiendas. Ni se prevé, por el momento, que lo vaya a hacer. Se trataba de una especie de campaña de marketing que buscaba reforzar la venta de teléfonos waterproof más que otra cosa. No obstante, el impacto que generó y los debates que suscitó dio lugar a un caldo de cultivo en torno a la posibilidad de volver inteligente a una tabla.
Modelos 3D
A lo largo de los años han ido surgiendo distintos avances que, si bien no han llegado a calar por sí solos, han ido fortaleciendo el concepto que en este texto se viene abordando. Ese es el supuesto de ActiveReplay, una start up de California (Estados Unidos) que ha creado un artefacto móvil dedicado a rastrear los tiempos, los esfuerzos, las posturas y las constantes vitales. Por su parte, la francesa By The Wave ha construido una diminuta caja capaz de identificar el momento óptimo del despegue. Esto es, el instante idóneo para subirse a la madera. Para ello, realiza distintas predicciones basadas en la inclinación de la superficie y la rotación de la marea. Su nombre es Wavecatcher y, aunque vio la luz en 2018, no despuntó tanto como se esperaba. Tal vez porque aún falta la técnica necesaria para integrarlo en ese conglomerado que Gutiérrez defiende: “Por separado, no tienen sentido”.
A esa tabla del futuro, también le vendría bien la idea que Notch lleva años desarrollando en su laboratorio: un hardware capaz de capturar y registrar la actividad del surfista para, luego, recrearlo en 3D utilizando el smartphone. Este adelanto, que ya ha sido utilizado con éxito en otras disciplinas como la salud y el ocio, permitiría indagar sobre los métodos de remado y detectar defectos técnicos que antes no se conocían. “Habrá muchos que piensen que esta parafernalia rompe la magia del sur. Sin embargo, yo creo que lo contrario: la favorece”, concluye el ingeniero aeronáutico. “Lo que la tecnología va a favorecer es potenciar cada una de las virtudes de este deporte. No se trata de mecanizar los movimientos y actitudes frente a las olas, sino de aprender a afrontarlas con la mayor pasión posible. Conocer a fondo una tabla implica muchísima dedicación y ensayo. Todo esto, quizá, lo haga un poco más fácil”.
Un poder telemétrico
Cuando una persona decide enfrentarse a las olas, lo primero que tiene que saber es que la tabla habla por sí sola. Es una fuente de datos y, como tal, resulta importante analizarlos para sacar conclusiones sobre la técnica, los materiales, el mar… Así es cómo lo han entendido siempre los expertos del Instituto Tecnológico de Galicia, que llevan años intentando medir de manera fidedigna la fuerza, los giros y la velocidad de los surfistas. Algo que han conseguido, recientemente, gracias a la telemetría. Con la ayuda de un dispositivo que se coloca en la parte delantera de la espuma, puede obtenerse esta información. A su vez, ésta es recibida por un monitor a partir del cual pueden obtenerse distintos resultados y realizar modificaciones de cara a futuras competiciones.