Energía nuclear

¿Qué pasa si caes en un reactor nuclear? Es lo que acaba de suceder en EE. UU.

Los contadores de radiación detectaron unos 300 cpm en el cabello del empleado.

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Puede parecer una de las escenas de la serie Chernóbil, pero acaba de ocurrir. Un empleado de la Central Nuclear de Palisades, en Estados Unidos realizaba labores de mantenimiento cuando resbaló y cayó en la cavidad que alberga el reactor, sumergiéndose en el agua destinada a enfriar las reacciones del interior.

Lo primero y más importante: el reactor estaba apagado y llevaba años sin funcionar. La planta se encuentra en un proceso de reactivación y, crucialmente, el combustible nuclear dentro era nuevo, no gastado. Esto significa que no había una reacción nuclear en cadena activa.

El trabajador no cayó en un “infierno radiactivo”, sino en una piscina de agua de refrigeración. Pero el agua en el interior de un reactor, incluso apagado, no es agua potable. Puede contener trazas de material radiactivo en suspensión. El verdadero peligro para el trabajador no fue una explosión, sino otros dos factores. El primero de ellos es la contaminación: su cuerpo, piel y ropa se expusieron a estos materiales. Y el segundo es que, tras la caída, tragó una cantidad indeterminada de esa agua, lo que se conoce como contaminación interna, el aspecto más serio del incidente.

Aquí es donde la preparación marca la diferencia. La respuesta fue inmediata y eficaz siguiendo los protocolos. El trabajador, que llevaba un chaleco salvavidas (parte del equipo estándar), fue sacado del agua rápidamente y luego se lo sometió a un riguroso proceso de lavado para eliminar la contaminación de su piel y pelo.

Los detectores de radiación marcaron 300 "conteos por minuto" (cpm) en su cabello. Para ponerlo en perspectiva, esta es una lectura baja. Un vuelo en avión o una radiografía dental pueden generar lecturas mucho más altas. Indicaba contaminación superficial, no una dosis masiva de radiación.

Aunque fue dado de alta y se espera que su dosis de radiación total esté muy por debajo de los límites legales, el hecho de que haya ingerido agua contaminada es lo que lo mantendrá bajo estricta observación médica. Los radiólogos determinarán qué isótopos específicos incorporó a su organismo y calcularán el riesgo a largo plazo, que, si bien existe, se considera bajo gracias a la pronta intervención.

El mayor peligro, obviamente, hubiera sido caer en un reactor activo, lo que llevaría a una muerte instantánea por varios factores simultáneos. El primero de ellos es una dosis masiva de radiación Gamma. El núcleo es una fuente intensa de radiación. Una exposición de segundos recibiría una dosis miles de veces superior a la letal. El sistema nervioso central dejaría de funcionar casi al instante, seguido de muerte en minutos o horas por el Síndrome Agudo de Radiación.

Por si esto fuera poco, hay que sumarle las temperaturas extremas. El refrigerante del reactor está a cientos de grados Celsius. Provocaría graves quemaduras en todo el cuerpo. Y, si con esto no bastara, tenemos también los químicos tóxicos: el agua en un reactor en funcionamiento contiene boro y otros químicos para controlar la reacción, además de estar a alta presión. Nadie sobreviviría a esto.