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«Freud»: un thriller entre sueños y vísceras
La ficción de Netflix refleja cómo el pensador creó su teoría en Viena a través de una perspectiva innovadora: el padre del psicoanálisis a la caza de un asesino en serie
Una cicatriz en la mejilla puede llegar a ser tan tenebrosa como un laberinto de túneles subterráneos que, repletos de vagabundos y prostitutas, sujetan con fatiga los imperiales edificios de Viena. El contexto en el que se desarrolla «Freud» –se estrenó ayer en Netflix– es oscuro pero majestuoso. Se trata de Austria en pleno siglo XIX, época en la que Sigmund Freud, de familia judía, aún no era el reconocido padre del psicoanálisis, sino un doctor que luchaba por hacerse un nombre ante sus colegas de la medicina que tanto se burlaban de sus teorías. La trama de la serie refleja cómo el filósofo para algunos y científico para otros fue creando sus teorías a través de su propia experiencia. Unas vivencias que la ficción expone de manera tan perturbadora como inteligente si lo que pretende es hacer guiños a todo aquel conocedor de las bases principales del psicoanálisis.
La serie, coproducción austríaca de Netflix con la cadena pública ORF y las Compañías Bavaria y Satel Film, consta de 8 episodios de aproximadamente 45 minutos cada uno. Para los amantes del thriller y los no tan tolerantes de imágenes de sangre y vísceras, estos capítulos no se harán largos, sino que quizá perciban una acertada incomodidad. Sin embargo, es a medida que avanza la historia como podemos percatarnos del por qué de cada desgaradable detalle, así como de su relación con la teoría de Freud. Cabe destacar que no son solo imágenes dignas de guerra, sino que el grueso de la ficción se fundamenta en el pensamiento de Freud.
Tres «mosqueteros»
El protagonista, interpretado por Robert Finster, intentará dar caza a un asesino en serie que aterroriza a Viena, pero no lo hará solo. Experimenta sus hipótesis científicas con una médium, Fleur Salomé (Ella Rumpf), quien presencia visiones que serán claves para dar con el criminal. Paralelamente, Marvin Kren, director de la ficción, recurre a una mano necesaria para poner orden, más aún si se trata de una época de plena expansión imperialista: el tercer «mosquetero» que lucha por la seguridad de la capital austríaca es Alfred Kiss (Georg Friedrich), un inspector de policía.
Cada capítulo de la serie pretende demostrar una característica del pensamiento de Freud. En el primero, tal como su título indica, se habla de la «Histeria», teoría con la que el filósofo, en sus principios, quiso trabajar a través de la aplicación de la hipnosis. Mediante un reloj de bolsillo y su voz ronca protegida por una frondosa barba, el protagonista pretende demostrar que todo aquel que rechazaba sus ideas se equivocaba. Por su parte, en el capítulo segundo es llamativo cómo la ficción refleja las teorías del pensador acerca del «Trauma»: fue su experimentación acerca de éste el que podría considerarse como el punto de partida del psicoanálisis. Hasta llegar a la clave de su estudio vital: los sueños. Así apela, de hecho, su tercer episodio, «Sonambulismo». Freud planteaba en «La interpretación de los sueños» que éstos son una vía predilecta hacia el inconsciente. Y así lo narra la ficción pero, eso sí, no a modo de documental, sino como un thriller en el que las náuseas se intercalan con lo oscura e inquietante que puede llegar a ser la mente humana.
Un hombre entre dos mujeres
«Freud» no pretende ser una serie biográfica, sino que se permite la licencia de escoger a uno de los grandes pensadores de la historia para protagonizar una caza de criminales sin escrúpulos. Explican sus guionistas –Stefan Brumer y Benjamin Hessler– que con la ficción, cuya idea nació hace 4 años, «queremos mostrar un Freud nunca antes visto: un hombre en busca de reconocimiento, atrapado entre dos mujeres, la razón y el instinto. Su psicoanálisis y el concepto de ego se basan en las experiencias de un genio atribulado».
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