Estreno
“El Mago Pop Lands in USA”: De Badía a Broadway sin red ni truco
Movistar Plus+ estrena el viaje real de Antonio Díaz, que muestra que llegar al escenario más exigente del mundo también puede ser un acto de magia colectiva
Hay quien cree que la magia es cuestión de ilusionismo, de destreza técnica, de dominar la mirada del otro hasta convertir lo imposible en evidente. Pero “El Mago Pop Lands in USA”, el documental que ha estrenado Movistar Plus+, ofrece otra lectura: que la magia puede ser también una forma de liderazgo, una ética de trabajo y una defensa absoluta de lo colectivo frente al narcisismo escénico.
Antonio Díaz, más conocido como El Mago Pop, se propuso una de esas metas que suenan a eslogan de superación pero que, en su caso, se volvió una hoja de ruta: actuar en Broadway. No solo lo logró, sino que batió el récord histórico de recaudación en una semana con su espectáculo “Nada es imposible – Broadway Edition”. Pero el documental no va de cifras, ni de aplausos, ni de trucos. Va de cómo se llega hasta allí sin perder la cabeza ni el alma por el camino.
Dirigido por Víctor Subirana y con 95 minutos de duración, el documental acompaña a Díaz desde que toma la decisión de instalar su espectáculo en Estados Unidos hasta su estreno en el Ethel Barrymore Theatre, pasando por la compra y remodelación de un teatro en la capital del espectáculo familiar, Branson (Missouri), que se convirtió en cuartel general, sala de ensayos y sueño en construcción. Lo que registra la cámara no es un making of ni una carta de amor al éxito. Es un retrato crudo, real y humano de todo lo que se rompe (y se repara) antes de salir a escena.
Díaz, que podría haberse reservado el rol de estrella central, opta por otro enfoque: mostrar su versión más vulnerable, la del tipo que duda, que se frustra, que exige y que se exige, que se desborda y que luego se recompone. Y sobre todo, se retrata como un líder de esos que no necesitan señalarse como tales. Al contrario: cuida a su equipo, confía, delega, escucha. Incluso se preocupa por que la alimentación del grupo sea sana para que todos rindan mejor. Ese es su verdadero truco: hacer equipo con la misma precisión con la que ejecuta un número.
Hay momentos de tensión evidentes (especialmente en la comunicación con el personal del teatro de Broadway, que no siempre fue fluida), pero el tono nunca cae en la queja ni en la condescendencia. Lo que aparece es la realidad tal cual, editada con sensibilidad, ritmo y mucho respeto por los procesos. Se agradece especialmente que no haya afán de espectacularizar ni de desnudar lo que no debe: los trucos de magia siguen siendo eso, secretos profesionales bien guardados.
En lugar de eso, el guion opta por iluminar otras zonas: los inicios humildes del ilusionista en su habitación de Badía del Vallès, el vínculo con su familia y su entorno, las charlas con colaboradores que no son meros empleados, sino piezas clave de una maquinaria bien engrasada. También hay testimonios externos, como Pau Gasol, José Andrés o Juan Antonio Bayona, que aportan perspectiva sobre lo que significa, realmente, triunfar en Estados Unidos sin renunciar a tu identidad.
A nivel técnico, el documental está narrado con pulso firme, sin excesos de edición ni discursos inflados. La cámara observa sin invadir, permite que los momentos sucedan y, sobre todo, que se noten. Es cine de observación disfrazado de pieza promocional, aunque lo que promociona, en el fondo, es otra cosa: una forma de entender el trabajo como compromiso, la creatividad como esfuerzo sostenido, y el éxito como una consecuencia, no como un fin.
¿Hay lugar para la crítica? Quizá se echa en falta algo más de distancia respecto al protagonista, una mirada externa que dialogue con la interna. Pero ese mismo punto puede leerse también como una elección consciente: la película no busca diseccionar a El Mago Pop, sino acompañarlo. Y lo hace con honestidad, cercanía y una dosis de cariño poco habitual en productos de este tipo.
“El Mago Pop Lands in USA” es, al final, una historia de transformación sin necesidad de artificios. No hay necesidad de ver conejos saliendo de una chistera para entender que aquí ha ocurrido algo grande. Porque lo verdaderamente asombroso no es que Díaz haya llegado a Broadway. Es cómo lo hizo: sin atajos, sin humo y con una ética de trabajo que convierte lo imposible en rutina. Al final, es como él mismo lo comenta, cuando se reconoció como un hombre “más de caminos que de metas”. Magia, sí. Pero de la que no necesita aplausos para brillar. Esa que no cabe en un sombrero ni en un truco, sino que se construye a diario. Y que, como demuestra este documental, también emociona.
Lo que no verás: los trucos quedan a salvo
Uno de los mayores aciertos del documental es su decisión de no mostrar, ni mucho menos desvelar, los trucos de El Mago Pop. Ni un plano, ni una trampa, ni una pista. No por misterio, sino por respeto. Díaz defiende con firmeza que la magia necesita su propio espacio de intimidad, ese margen donde lo técnico cede paso a lo inexplicable. Lo suyo no es escapismo, es aterrizaje. Con precisión. Con propósito. En vez de mostrar cómo lo hace, se enfoca en por qué lo hace. La película preserva el asombro y protege su arte, entendiendo que revelar el truco sería como quitarle la música a una canción: dejaría de emocionar. Esa es su última ilusión.