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Pablo Motos se vuelve a pasar de la raya hablando del ego y aconseja "domesticar tu falso yo"

El presentador de 'El Hormiguero' ha reflexionado sobre el origen de este sentimiento, "el enemigo natural de la felicidad", que engloba a todas las personas porque todos "queremos ser valorados, respetados y, si es posible, admirados"

Pablo Motos en 'El Hormiguero'
Pablo Motos en 'El Hormiguero'Atresmedia

El presentador de 'El Hormiguero', Pablo Motos, ha vuelto a recuperar su monólogo final para pasarse de la raya y este miércoles, en el que recibía en su programa al cantante Camilo, ha reflexionado sobre el origen del ego y el daño que puede causar a uno mismo.

Para el presentador valenciano, este sentimiento se desarrolla en los primeros años de vida cuando todos los ojos están puestos en nosotros, por ello "todo lo que sentimos se nos graba" y no tenemos nada con lo que compararlo.

Una atención que de mayor sigues buscando porque todos "queremos ser valorados, respetados y, si es posible, admirados". Por ello, el maestro de ceremonias del programa de Antena 3 lanza un consejo: "Estaría bien hacer el mejor intento por domesticar tu falso yo, el egoísta, y conectarte un poco más con los demás".

Discurso completo

Según la psicología moderna, cuando nacemos, de los cero a los seis años estamos en un estado prácticamente hipnótico. Todo lo que sentimos se nos graba en lo más profundo de nosotros porque, como es la primera vez que nos pasa, no tenemos ningún sentimiento para comparar si es grave o no es grave.

La primera vez que nos pasa algo siempre es grave, siempre nos marca y voy a poner un ejemplo de algo que nos marca de por vida por no tener referencias con las que comparar.

El ego viene de la infancia. Cuando eras pequeño tenías toda la atención de tus padres, que no paraban de observarte a todas horas a ver si te faltaba algo. Todo el mundo te miraba con admiración. Cuando entrabas en una habitación todo el mundo se volvía loco con el niño, cualquier cosa que hacía el niño era aplaudida y, de repente, el niño crece y pierde la gracia. Y ya no te miran y tu no entiendes por qué ya no se ríen, por qué ahora te dicen que te calles, que están hablando los mayores.

Tu ego, que ha sido alimentado con toda la atención de los demás antes de que tuvieras ninguna otra referencia con la que comparar, se derrumba a los niveles más bajos y eso te marca. Por eso, esa atención que tenías de niño, la vas buscando cuando eres mayor de una forma más o menos disimulada, pero todos la buscamos: todos queremos ser valorados, respetados y, si es posible, admirados.

Con esto hay que tener cuidado ahora que ya somos mayores y que tenemos otras referencias con las que comparar. El ego no es tu amigo, es el enemigo natural de la felicidad. El ego es esa vocecilla que te está susurrando todo el rato: ¿y esto qué tiene que ver conmigo? Siempre que te enfadas o estás triste también hay un sentimiento egoísta de por medio.

El ego te intenta convencer de que estás separado del mundo, que estás solo y que además estás en peligro. Cuanto más te identificas con tu ego, más asustado vives. El ego confunde quien eres con lo que tienes, lo que haces y lo que se te valora.

¿Se puede solucionar? No es fácil. Te marcó en tu infancia cuando no tenías nada con lo que comparar, entonces es un sentimiento muy fuerte que para ti es verdad porque no lo cuestionas o no lo has cuestionado nunca.

Estaría bien hacer el mejor intento por domesticar tu falso yo, el egoísta, y conectarte un poco más con los demás. Imagínate que tienes dos capas: la primera es tu ego y debajo estás tú.

Si la capa de tu ego es muy grande y no deja pasar la luz, todo lo que te pase en la vida se va a quedar estancado en el ego, donde siempre hay algo que está mal.

La otra opción es que esa primera capa sea lo más fina posible. Cuanto más luz dejes pasar en esa primera capa a la segunda, más feliz serás y más amable y más seguro porque dejarás atrás esa herida que te hiciste de pequeño.