Valencia

Dos trofeos, un milagro y el triunfo que pudo ser

Escribano y Fandiño, oreja con una interesante corrida de Jandilla

El torero de Orduña lancea a la verónica con ambas rodillas en tierra a uno de sus dos toros de Jandilla de ayer en Valencia
El torero de Orduña lancea a la verónica con ambas rodillas en tierra a uno de sus dos toros de Jandilla de ayer en Valencialarazon

Valencia. Sexta de la Feria de Fallas. Se lidiaron toros de Jandilla y Vegahermosa, (1º y 5º), desiguales. El 1º, de media arrancada, a la defensiva y se raja; el 2º, noble y de buen juego; el 3º, de buen juego, notable pitón derecho, profundidad en la embestida; el 4º, complicado; el 5º, noble pero sin fondo, parado; y el 6º, noble y repetidor, bueno. Media entrada.

El Cid, de azul pavo y oro, metisaca, dos pinchazos, aviso, media, descabello (silencio); pinchazo, estocada (vuelta al ruedo). Manuel Escribano, de azul y oro, estocada tendida y trasera (oreja); pinchazo, metisaca (silencio). Iván Fandiño, de azul celeste y oro, pinchazo, estocada (oreja); dos pinchazos, estocada (saludos).

«Follonero» lo llevaba ya escrito en el nombre. Y guerra dio. Y una paliza tan brutal que librarse de sus pitones, hachazos, en esa cogida tremebunda e interminable fue sin duda un milagro. Le lanzó por los aires a El Cid cuando quiso torearle al natural, su mano buena que dicen, pero poco quiso saber el resabiado jandilla. No hubo descuido, el animal cogió el camino recto y directo a por él, derribado en el suelo siguió y siguió. Pudo ser de tragedia pero Dios está en los sitios más recónditos. Cid había planteado faena a este «Follonero» en el centro del ruedo con la diestra. Tenía el toro la chispa de la incertidumbre, de no saber, no regalaba el viaje, había que buscarle y mandarle hasta allí. Así lo hizo Manuel Jesús por ese lado. Luego, por el zurdo la cosa se complicó, se enrareció y el toro aprendió rápido las cuentas. Se justificó el sevillano cerca del toro, buscando el remedio para los males. Tampoco había sido el primero como para pasar el tiempo, tenía media arrancada, a la defensiva y cuando le apretó un poco se refugió en tablas.

Uno, dos y tal vez tres fueron los estatuarios del preludio al toreo bueno. Intenso el que firmó Iván Fandiño al comienzo de faena del tercero. Un «Jandilla» de muy buena condición. Lo saludó a la verónica de rodillas, aunque la cadencia la encontró ya de pie. Simbólico fue su paso por varas. Volaba el toro después en busca de muleta y en el contrapunto de ese vuelo estaba la quietud del torero vasco, esperando al toro para embarcarlo, pasárselo por la barriga y desprenderse de él cuajado el muletazo. En eso andábamos cuando tomó Iván la izquierda, por donde el toro punteaba más. A partir de ahí se le cayó la faena y ya no se reencontró con la intensidad. Cortó un trofeo, pero supo a poco. Obra interrumpida.

El sexto fue sobrero, pero mereció la pena. Toro bueno, noble, repetidor y con boyantía. Con un pase cambiado quiso Fandiño prender la mecha para darle continuidad después en el toreo diestro. Asentado, marca de la casa. Viajaba el toro, y repetía, y ligó Fandiño los muletazos. Todo correcto, todo por el buen camino. La puerta grande estaba a medio abrir. Un peldaño más. Bien trazada la meta, encaminada. Adornó la faena antes de llegar a la hora de la verdad con un serial de molinetes y entonces la espada se le cruzó. Y el trofeo no fue y la puerta grande tampoco. Loable la actitud, sin duda, pero sin la profundidad ni la rotundidad de otras tardes.

Manuel Escribano se fue a portagayola por partida doble. Con el segundo, que fue Jandilla noble y de muy buen aire, lo hizo todo. Tan afanoso como mecánico, pero le valió para cortar un trofeo. El quinto soso y con el motor al menos uno le dejó inédito. Y así quedó la tarde, entre unas cosas y otras, en el camino de... En algún lugar, hacia ninguna parte.