Feria de Bilbao

Espada se estrena en Madrid con una faena a cámara lenta

El novillero paseó un trofeo de un gran novillo del hierro de El Montecillo

Francisco José Espada se enrosca al natural al cuarto novillo de El Montecillo, lidiado ayer, en Las Ventas
Francisco José Espada se enrosca al natural al cuarto novillo de El Montecillo, lidiado ayer, en Las Ventaslarazon

Las Ventas (Madrid). Undécima de la Feria de San Isidro. Se lidiaron novillos de El Montecillo, bien presentados en general. El 1º, noble y manejable por el derecho y más complicado por el izquierdo; el 2º, de corta arrancada; el 3º, mansito, pero de muy buena condición en la muleta; el 4º, gran toro de mucha calidad; el 5º, descastado y deslucido; el 6º, complicado y deslucido . Tres cuartos de entrada.

Francisco José Espada, de azul cielo y oro, pinchazo, estocada, aviso (saludos); estocada caída (oreja). Posada de Maravillas, de espuma de mar y oro, estocada (silencio); estocada tendida (silencio). Lama de Góngora, de celeste y oro, pinchazo, estocada, aviso (saludos); dos pinchazos, estocada corta (silencio).

«Ilustrado» fue el novillo soñado para bordar el toreo. Por muchos motivos, uno de ellos es que tenía un temple brutal en la embestida, otro es que lo cantó bien temprano y otro más fue que puso la cara abajo y quiso viajar con largura en el engaño, sin violencia, no la conocía, no la quería, qué armonía. Pero ocurre, y tantos casos vemos, que a veces un novillo así, con esa calidad tan sobresaliente, pone en un brete a su matador del que no siempre logra salir airoso. Mucho más si junto a la ficha del festejo le acompaña un «nuevo en esta plaza». Ése era el panorama de Francisco José Espada ante el cuarto novillo de la ganadería de El Montecillo, con el que anduvo perfecto el banderillero Candelas. La nobleza la tenía la res a borbotones pero también la intención de acudir al engaño y hacerlo parando el tiempo al paso, tan despacio que los muletazos eran obras interminables que acabaron por inundar en algunos pasajes a la afición de Madrid. Por el pitón derecho Francisco José Espada reunió los momentos más austeros, más profundos, despacísimo, muy templado, ligado y resuelto en la verticalidad y eso hoy ya cuenta como valor en alza. Al natural quiso ir también el desprendido toro y Espada le acompañó en el largo viaje, más en línea y por fuera, pero abriéndole muchísimo. Había una sensación en esos muletazos de endeblez que trasmitía con más fulgor al tendido. En el ocaso llegó el toreo a dos manos y una estocada que se le fue más abajo de la yema. Paseó un trofeo unánime. No sabemos muy bien qué parte de la obra faltó para cortar las dos orejas, ¿la espada, un punto más de rotundidad durante la faena? Demasiadas preguntas para un novillero recién llegado. Había dejado momentos soberbios sobre la arena venteña.

Un final de fiesta feliz fue el que nos dejó Lama de Góngora con el tercero, un cambio de mano y otro del desprecio de enmarcar, mucha personalidad en el trazo. Fue ese montecillo un novillo mansito pero con unas condiciones para la muleta muy buenas, nobleza y repetición. Hubo de todo durante el trasteo. Mucha magia en algunas tandas, más reunidas, en el centro del ruedo, con ese pellizco que tiene el torero que le hace diferente y otras más huérfanas del embrujo, cuando viajaba por fuera. El ocaso fue glorioso y la ilusión de lo que venía después durante la faena, también. El sexto, complicado y de mala clase y que hirió a un caballo, no le dio opciones. Era una cruz en el camino.

Espada había dejado ya la impronta de su buen concepto con un primero, que tuvo un pitón derecho más que manejable y dificultades por el izquierdo. Posada de Maravillas bailó con el lote más deslucido del festejo. Si su primero tuvo media arrancada de pocas glorias, le salió un quinto tan descastado como deslucido. No era el día.