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Feria de San Fermín

Faenón de Manzanares en la feria de Cali

La Razón
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Una gran tarde de toros en Cali, con tiempo caluroso y lleno a reventar en los tendidos de Cañaveralejo donde se vivió un ambiente de alegría y colorido celebrando un año más de la inauguración de la plaza.

Para la ocasión, el Maestro César Rincón dispuso de un encierro acorde con la categoría merecida escogiendo seis toros de su dehesa Las Ventas del Espíritu Santo, muy parejos de presentación y calidad, especialmente los corridos en primero, cuarto y quinto lugar. Toros con mucha nobleza, encastados en bueno que permitieron faenas pletóricas de torería y la primera salida a hombros por la Puerta del Señor de los Cristales, honor que se llevó José Mari Manzanares al cortar las dos orejas del precioso quinto toro de la tarde que fue justamente premiado con la vuelta al ruedo.

Ha sido una faena acompasada por la música y los olés de diez y siete mil espectadores que supieron degustar la torera dulzura del alicantino quien a pesar del molesto viento en algunos momentos, bordó el toreo despacio, cadencioso, citando siempre en la media distancia y embarcando para ajustar series en redondo por los dos pitones. Faena de torero grande que cotiza seriamente para el trofeo oficial.

Una lluvia de abanicos cayó sobre el ruedo al finalizar El Fandi el tercio de las banderillas. Fueron cuatro pares de impecable y variada ejecución que le avalan como el mejor del mundo en la materia, sin duda. Su actuación fue completa, variadísimo en los lances de capa y poderoso con la muleta. La serie inicial de rodillas con pases en redondo fueron de locura colectiva, y la estocada de efecto rapidísimo hicieron sacar el pañuelo al Presidente, que en su primero le negó ante la unánime petición.

El paisano Luis Bolívar se llevó la papeleta gris del sorteo. Poco sirvieron sus dos oponentes, el primero sin casta y el segundo se fue a menos rápidamente. Ambos eso sí, con nobleza. Los lances de rodillas al comienzo nos hicieron pensar el anhelado triunfo, pero terminaron sin colaborar: uno metido en las tablas y el otro parado con apenas amagos de embestir. Por encima, la enorme voluntad del diestro que fue justamente reconocida con las palmas abundantes de la afición.