Opinión

Asurbanipal, la deuda USA y los cheyennes

El aumento del techo de deuda americana podría desencadenar, de rebote, una recesión económica que quizá empezaría después del próximo verano y tendría efectos globales

President Joe Biden speaks during the White House Correspondents' Association dinner at the Washington Hilton in Washington, Saturday, April 29, 2023.
Joe Biden resolvió esta semana la suspensión de pagos de EE UUCarolyn KasterAgencia AP

Pedro Lozano Bartolozzi, profesor emérito de la Universidad de Navarra, escritor y periodista, sabía cómo llamar la atención. A finales de los años 70 del siglo pasado, en un seminario universitario, habló sobre «Las consecuencias del derrocamiento de Asurbanipal para la coexistencia pacífica entre los cheyennes y los arapahoes, a la luz de la Realpolitik en el barroco tardío». El desopilante enunciado buscaba dos objetivos: despertar la curiosidad de los alumnos y condensar la explicación de que ya entonces, antes incluso del auge de la globalización –ahora de capa caída–, todo estaba y había estado relacionado y que, además, con frecuencia la confusión presidía todo y en primer lugar las relaciones internacionales, que era la materia que impartía Lozano.

El presidente Joe Biden y el líder republicano Kevin McCarthy, después de muchos tiras y aflojas, alcanzaron un acuerdo sobre el límite de deuda americana, cuya principal virtud quizá sea que no satisface a nadie. Hay consenso de que es un parche para evitar algo así como una suspensión de pagos, al menos interna, poco más. Las consecuencias del pacto se extenderán por todo el mundo y afectarán tanto a los descendientes en Oriente Medio de Asurbanipal (669AC-631), que era uno de los pocos reyes de la antigüedad que sabía leer y escribir, a la Realpolik de hoy mismo y, por supuesto, a los cheyennes y arapahoes que todavía existen.

Todo era más grave de lo que parecía. Al final de la semana pasada, el saldo de la cuenta del Tesoro USA en la Reserva Federal (FED) –es decir, el dinero del que podía disponer el Gobierno– era de 23.362 millones de dólares. Esa cantidad, para ponerla en contexto, es poco más del doble del gasto mensual de España en pensiones y 26 veces menos que el gasto de todas las Administraciones Públicas españolas. El problema es que en enero, la misma cuenta del Tesoro USA tenía más de 400.000 millones, que es la cantidad de maniobra más o menos mínima que Janet Yellen, la secretaria del Tesoro USA, considera necesaria para el funcionamiento del Gobierno y la Administración americana. Ahora, tras el acuerdo Biden-McCarthy, el Departamento del Tesoro USA ha explicado que espera alcanzar los saldos normales –entre 400.000 y 500.000 millones de dólares– en su cuenta de la Reserva Federal a mediados de septiembre.

Significa, porque no hay otro método, que Estados Unidos colocará en el mercado Letras del Tesoro por importe total de más de 1,1 billón –con «b» de barbaridad– en los próximos cuatro meses, un tsunami monetario con unas consecuencias como las que el profesor Lozano atribuía al derrocamiento del rey asirio y que llegarán a Europa y a España. Estaba previsto, pero si había alguna duda, el Banco Central Europeo (BCE), que preside Christine Lagarde, tiene un argumento adicional para volver a subir los tipos de interés el próximo jueves.

Jerome Powell, presidente de la FED, que si está más obligado, es probable que tarde algo más, pero el mercado USA ya descuenta otra subida de tipos de interés, inevitable para poder colocar la nueva montaña de deuda pública. En definitiva, coincidirán varios fenómenos, en teoría contradictorios, que afectarán al crecimiento económico. La avalancha de Letras de Tesoro USA retirará alrededor de 800.000 millones de euros netos de la economía, al mismo tiempo que sube el precio del dinero y justo antes de que el Gobierno de Biden vuelva a gastar a espuertas, lo que puede reavivar la inflación a ese lado del Atlántico. Ron Paul, del liberal Mises Institute, advierte del regreso de «un impuesto inflacionario, el peor de todos, porque está oculto y es regresivo» y recuerda que el presupuesto militar USA, el más grande de la historia, es mayor que el de los siguientes diez países con más gasto.

Habrá más efectos colaterales. Los bancos sufrirán. Muchos clientes se llevarán dinero al calor de la rentabilidad de las Letras del Tesoro y durante un tiempo habrá menos liquidez, algo que notarán las Bolsas. Los más agoreros ven inevitable una recesión en EE UU, que acentuaría la técnica en la que ya ha entrado la zona euro –España se salva y el Gobierno presume de ello, pero no es inmune– justo a pocos días del inicio oficial de la campaña de las elecciones del 23-J, con Sánchez y Núñez Feijóo frente a frente y el convencimiento de que el día después solo puede quedar uno, con multitud de deberes económicos pendientes sea quien sea. Los enemigos de la globalización han anunciado su muerte, ignaros quizá de que a pesar de todo las consecuencias de hechos como el derrocamiento de Asurbanipal o el techo de deuda USA siempre tienen efectos globales, hasta para los cheyennes como ironizaría Pedro Lozano.

Récord de empleo en la zona euro, pero con menos horas trabajadas

Los países de la zona euro han alcanzado un récord de 165 millones de trabajadores y todavía tiene margen para aumentar, sobre todo entre las mujeres y los mayores de 55 años, según afirman en el blog del Banco Central Europeo (BCE), Óscar Arce, director general del BCE, y los economistas Agostino, Consolo, António Dias y Matthias Morr. También apuntan que a pesar del récord de empleo, el promedio de horas de trabajadas ha descendido un 1,6% desde antes de la pandemia.

La advertencia de la inversión, aunque sea temporal, de la curva de la deuda

El miércoles pasado el Tesoro español logró colocar 13.000 millones de euros en deuda a 10 años a un interés del 3,56%, con una demanda récord de 80.000 millones. Al día siguiente, las obligaciones a 10 años rentaban en el mercado secundario un 3,42, mientras que las Letras del Tesoro a 6 meses ofrecían un 3,37% y un 3,49% a un año, respectivamente. Es lo que se llama inversión de la curva de deuda, cuando se paga más a corto que a largo plazo y, casi siempre, es el anuncio de una crisis próxima.