Opinión

Cuentas y cuentos para cuatro años

La ministra en funciones Montero ya ha encargado que se preparen los Presupuestos de 2024. Tendrá que lidiar con los socios del futuro Gobierno que exigirán, otra vez, más gasto

La vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño (i), conversa con la ministra de Hacienda, María Jesús Monteroante un pleno en el Congreso de los Diputados.
La vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño (i), conversa con la ministra de Hacienda, María Jesús Monteroante un pleno en el Congreso de los Diputados. Juan Carlos HidalgoAgencia EFE

Adam Smith (1723-1790), venerado como padre del liberalismo, insistía en que «el único presupuesto bueno es el presupuesto equilibrado». María Jesús Montero, ministra de Hacienda en funciones, que espera seguir en el puesto cuando Pedro Sánchez logre ser investido, no comulga en exceso con las ideas del escocés, autor también de la «Teoría de los sentimientos morales», un libro tan importante, si no más que la celebérrima «Riqueza de las naciones». Montero, no obstante, es consciente de los problemas de los déficits –porque hay que buscar dinero para financiarlos entre otras cosas–, aunque al mismo tiempo debe y deberá atender las exigencias de los variopintos –y sobre todo gastones– socios del Gobierno que pretende formar el líder del PSOE, tras recibir el encargo del rey Felipe VI que, en la práctica y en la teoría, no tenía otra opción.

La titular del fisco, María Jesús Montero, es médico de profesión y de formación. No es una excepción que en Hacienda recaiga alguien que no procede, de forma directa, del mundo económico. Ha habido distintos ejemplos, pero destaca José Echegaray (1832-1916), ingeniero y dramaturgo que, además, en 1904, obtuvo el Premio Nobel de Literatura. Poco después, un 20 de noviembre de 1906, como ministro de Hacienda, dijo en las Cortes aquello de que «para un creyente, la salvación está en el santo temor de Dios; para todo ministro de Hacienda, la salvación está en el santo temor al déficit. Y si no queréis hacerlo santo, decid en el patriótico temor al déficit». Casi 120 años después, parece tan inconcebible que haya un premio Nobel de Literatura al frente de Hacienda, como que invoque el «santo» y mucho menos el «patriótico temor al déficit». No tardaría algún «indepe» ignaro o algún radical de extrema izquierda, más o menos yolandista, en acusarlo de «fascista» o algo parecido. Pedro Solbes (1942-2023), en la primera legislatura de Rodríguez Zapatero, fue uno de los pocos y el último titular de Hacienda en poder presumir de superávit en las cuentas públicas. Sus antecesores, Rodrigo Rato y él mismo, y sus sucesores Elena Salgado y Cristóbal Montoro lo intentaron, pero no lo lograron. María Jesús Montero es otra historia. Su jefe, Pedro Sánchez, el primer doctorado en economía al frente del Gobierno, nunca ha estrado preocupado por el déficit, siempre que en Bruselas, gracias a los oficios de Nadia Calviño y las sucesivas crisis, la recesión y la pandemia, se lo permitieran. El ahora aspirante a una nueva investidura aplica la receta de que «gobernar es gastar», sobre todo cuando sus socios y su clientela le reclaman más y más gasto, en muchas ocasiones justificado por su teórico carácter «social», que es la llave mágica que parece abrir todas las cajas de las arcas públicas, en los últimos años alimentadas por los manguerazos monetarios del Banco Central Europeo (BCE) que preside Christine Lagarde y por tipos de interés en mínimos históricos, incluso negativos, una situación que no se repetirá.

Sánchez busca –y conseguirá, salvo sorpresa mayúscula– apoyos para su investidura pero también quiere dejar atados los próximos Presupuestos Generales para 2024 que, en el mejor de los casos, se discutirían y aprobarían en el primer trimestre del próximo año. La ministra en funciones Montero ya ha encargado que se preparen las cuentas, a falta de los cuentos que quieran contar, que serán exigencias, los aliados del futuro Gobierno. Todos reclamarán más dinero y más gasto, conscientes de que aunque no logren todo, sí obtendrán una buena parte. En pocas palabras, más gasto y, por supuesto, déficit que, en teoría, debería rondar como máximo el 3 % porque las reglas europeas –las de Bruselas– volverán a estar en vigor y, aunque sean flexibles, serán más exigentes que la manga ancha actual.

El próximo Gobierno tiene la ventaja de los casi 90.000 millones en créditos –que serán más deuda, con lo que se acercaría a los 1,7 billones de euros– de los fondos Next Generation. Eso significa que habrá liquidez, pero no evitará que el Estado tenga que volver a pedir dinero a los mercados, que se fijan mucho en los déficits y ahora serán más exigentes, no solo con España, también con Francia y, sobre todo, con Italia. Ahí está el algodón de la prima de riesgo española, ya un 30% superior a la portuguesa, aunque la mitad que la italiana. Hay dos opciones en escenario, recortar gastos o subir impuetos o ambas. El ajuste es un anatema para los socios del Gobierno y no está claro que más presión fiscal logre muchos más recursos. Esta legislatura no va a ser un camino de rosas, ni político, ni tampoco económico, y nadie el Gobierno osará recordar lo del único presupuesto bueno, el equilibrado de Adam Smith.

La hora de replantear la transición energética en Europa

El consejero delegado de Repsol, Josu Jon Imaz, ha defendido en Londres en la jornada anual de inversores que ha llegado la hora de «replantearnos la transición energética en Europa. Estamos rechazando invertir en determinadas fuentes de energía por razones ideológicas, no tecnológicas ni científicas. Como consecuencia, "los consumidores acaban pagando más por la energía que necesitan, y las industrias con un alto consumo energético luchan por competir en mercados globales".

El precio del oro cae, al mismo tiempo que el dólar vuelve a fortalecerse

El analista Juan Ignacio Crespo llama «combinación feliz» a una situación, poco frecuente pero tampoco rarísima, en la que conviven un dólar al alza y una subida del precio del oro. Una parte del año, los precios del dólar y el oro fueron parejos hasta que la moneda americana empezó a apreciarse con fuerza a partir de julio, mientras que desde ese momento el oro ha ido en retroceso y ha perdido casi todo lo que ganó desde el principio de 2023 y que llegó a ser un 13%.