Opinión

Los intereses como precio del tiempo

Los tipos de interés también se pueden entender no como el precio del dinero, sino el valor del dinero en el tiempo, que «es el gasto más costoso»

Frankfurt Am Main (Germany), 04/05/2023.- European Central Bank (ECB) President Christine Lagarde addresses a press conference following the meeting of the ECB Governing Council in Frankfurt am Main, Germany, 04 May 2023. (Alemania)
Christine Lagarde, máxima responsable del BCERONALD WITTEKEFE/EPA

Antifonte (480-411AC), aunque no se sabe demasiado de él, es el más antiguo de los diez oradores del canon clásico griego. Hay referencias de que compuso unos sesenta discursos, pero solo se conocen algunos y unos fragmentos que, eso sí, son textos que los expertos consideran de «muy notable interés» y que todavía tienen relevancia económica. «El gasto más costoso es el tiempo», escribió. El historiador financiero Edward Chancellor, en su libro «El precio del tiempo», publicado en castellano la semana pasada por Deusto, se remonta al orador helénico para desarrollar la idea, quizá obvia pero también fascinante, de que el «precio del tiempo explica que el interés no es exactamente el precio del dinero, sino el valor del dinero en el tiempo».

Chancellor también defiende la convicción de que la reducción artificial de los tipos de interés es el origen de algunos de los problemas actuales económicos, pero sobre todo del resurgimiento del populismo. Explica con detalle que el dinero fácil y barato –casi gratis en algunos momentos– y la política monetaria laxa crean distorsiones económicas que desincentivan el ahorro, lanzan a los inversores y ahorradores a asumir riesgos excesivos y también dificultan la distribución de la renta y la riqueza, algo que, aunque para algunos resulte paradójico, acaba por perjudicar a los más desfavorecidos de la sociedad, como también sucede con la inflación.

El libro de Chancellor llega a España cuando la zona euro, por una parte, y los Estados Unidos, por otra están pendientes de próximas y esperadas bajadas de tipos de interés. La pelota está en manos del Banco Central Europeo (BCE) que preside Christine Lagarde, a este lado del Atlántico, y de la Reserva Federal, que encabeza Jerome Powell, al otro lado. La política monetaria, la que decide y ejecuta el BCE, es la única política común de la Unión Europea, mejor dicho de la zona euro de esa Europa con problemas y que el presidente francés, Emmanuel Macron, advierte de que «puede morir», mientras reclama, entre otras cosas, la «construcción de una defensa creíble del continente europeo». Costará dinero si sale adelante que, sin duda, procedería del endeudamiento, que será mutualizado o no será. El BCE, como prestamista de último recurso, tendría mucho que decir en ese momento, pero esa es otra historia.

El BCE, ahora, si no hay sorpresas, está dedidido a bajar los tipos de interés en junio, aunque solo sea un cuarto de punto. Es lo que se desprende de las repetidas declaraciones de la presidenta Lagarde, del vicepresidente Luis de Guindos y de otros miembros del Consejo del banco, incluido el gobernador del Banco de España, cuyo mandato expira, pro cierto, casi en la misma fecha que el BCE debe tomar la decisión. Los alemanes, a pesar de los problemas de la economía germana, piden prudencia, con la también consejera del BCE Isabel Schnabel a la cabeza. Hay otros nubarrones en el horizonte. La inflación en Estados Unidos ha repuntado hasta el 2,7% y aleja todavía más un descenso de los tipos de interés, por mucho que sea año electoral y que, sobre todo, Joe Biden contaba con ello. De las cinco bajadas de tipos de interés que esperaban los mercados este año en Estados Unidos, la única esperanza es que haya una sola, mientras que los más «halcones» monetarios incluso no descartan una mínima subida para apuntalar la sitaución monetaria.

Chancellor explica en su libro –que hay que leer– que algunos defienden que «los tipos de interés reflejan la impaciencia colectiva de una sociedad o su preferncia temporal». Otros piensan que dependen de factores monetarios. La ortodoxia económica apunta al hecho monetario y hay quienes incluso recurren a Aristóteles, que pensaba que «el nacimiento de dinero del propio dinero» era algo aberrante.

Ahora, los gobiernos, endeudados hasta las cejas y más allá, son los primeros que sueñan y presionan para que los tipos de interés bajen y alimentan la «impaciencia colectiva» de la sociedad. No son los únicos, el dinero fácil y casi gratis de los últimos tiempos ha generado legiones de auténticos yonquis monetarios, en los mercados y fuera de ellos, que reclaman «más madera», como en la célebre película «Los hermanos Marx en el Oeste», porque es este caso no es que se detenga el tren, sino que se vienen abajo chiringuitos y otros negocios que generan y venden humo. Chancellor, en su libro más que actual, concluye, la obsesión de volver a unos tipos de interés mínimos puede ser un nuevo «Camino de servidumbre», la no menos histórica obra de Friedrich Hayek (1899-1992), uno de los grandes manifiestos liberales que sin duda admitiría lo costoso del tiempo, como intuyó años Antifonte.

El futuro más o menos incierto en las instituciones europeas

La vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, será la candidata del PSOE en las elecciones europeas. Aspira a una vicepresidencia en la Comisión Europea, unida a responsabilidades en Energía. Ecologista radical y enemiga frontal de la energía nuclear, no está claro que pueda estar al frente de los temas medioambientales. La apuesta parcial de la UE por la nuclear y la posible pérdida de influencia de Sánchez en Europa complican sus aspiraciones.

Londres, la ciudad más lenta del mundo en automóvil y Vitoria en España

El navegador Tom Tom elabora el que denomina «Traffic Index», que mide los tiempos de desplazamiento en automóvil en las grandes ciudades. Londres es la que sale peor parada, ya que se necesitan 37 minutos para un trayecto urbano de diez kilómetros. La siguen Dublín y Toronto, con 29 minutos cada una. En España, Vitoria es la urbe más lenta, en donde hacen falta 21 minutos para ese recorrido. Barcelona, con 19 minutos, está en el puesto 99 y Madrid, con 18, en el 124, de un total de 387.