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Corondeles para Manuel Alcántara

El periodista y escritor falleció ayer en Málaga a los 91 años tras una larga trayectoria en la que escribió más de 30.000 artículos.

El poeta y periodista Manuel Alcántara
El poeta y periodista Manuel Alcántaralarazon

El periodista y escritor falleció ayer en Málaga a los 91 años tras una larga trayectoria en la que escribió más de 30.000 artículos.

Un resfriado se ha llevado para siempre a Manuel Alcántara, tan mundano, tan de andar por casa, un resfriado complicado, con 91 años después de haber dicho adiós a la vida, a su vida, de articulista tras alcanzar la cima del columnismo español. Como en los previos del boxeo que tanto amaba, como si tuviéramos que adelantar su logro ante la muerte en el cuadrilátero de la existencia. Más de 60 años de escritura generan una montaña de palabras que supera los 30.000 artículos. «Top on the top», Manuel Alcántara. Atleta de la rapidez escritora donde hay que exprimir audacia, reflejo e ingenio para afrontar con garbo el «recado de escribir» y ser imbatible en los metros finales. Alcántara no sólo tenía bien graduada la mirilla y engrasado el disparador, también disfrutaba del nervio suficiente para ver desde lejos cómo se iba a comportar el artículo, para saberlo traer a su sitio, para acabarlo rotundo, para domar la palabra y salir airoso del trance ante el lector. Qué sabor una columna suya en un periódico viejo, del día anterior, de pasadas dos semanas, daba igual, era Alcántara entre corondeles, sobre unas páginas manoseadas por la vida. Puro periodismo de tecla con Dry Martini.

Llegó muy joven, con su padre ferroviario, a un Madrid que ya olía a cocido rancio, abrigos remendados, largas tardes de charleta con solo un café y el estómago vacío. Desde los catorce ya lo conocían los camareros de los bares, escenario donde se sentía cómodo y mandaba. Era la capital en el 50 y tantos para buscarse un hueco en los periódicos y contar la vida desde la mañana de la noche anterior. Así estaba Alcántara, como calentando en la banda, y dando sorbos y letras con Camba, Ruano, Cela y Umbral. En este siglo XXI nos ofrecía su mano y con ella se llegaba a lo mejor de las letras del siglo pasado, de ese medio siglo contado a medidas que se dedicó a narrar un día detrás de otro en «Ya», «Pueblo», «Arriba», «Marca» o «La hoja del lunes». Paraíso de la opinión con los Mariano de Cavia, Joaquín Romero Murube, Luca de Tena o Javier Bueno en la estantería. Galardones por su periodismo de trago corto, que alternaba con la poesía. Un universo para saborear ante el agua y las gaviotas del mar malagueño que le vio nacer. «Manera de silencio» (1955) fue su arranque en la poesía, donde logró el Nacional de Literatura por «Ciudad de Entonces» (1962).

Al «cesarísimo», mano izquierda apoyando la derecha que escribe con pluma Corona, le escribió en 1979 el prólogo a sus «Memorias». Aquellas veladuras sobre la propia vida de González Ruano tuvieron como previas una de las mejores entradas sobre el oficio periodístico que se hayan publicado jamás. Quizás, en ese cara a cara con fondo de recuerdos, se entiende cómo vivió y escribió Manuel Alcántara cada día. «El artículo puede que sea algo así como los cien metros, pero hay plusmarquistas de esa distancia que tienen bastante más interés que muchos maratonianos de esos que siempre llegan en el pelotón de en medio», escribió entonces, pero llegó al final en la cabeza de carrera, «tête de la course» para saber mirar la vida desde el lado bueno y esperando la siguiente olita del mar desde la complicada sencillez. Ya saben sus versos: «Le gustaban pocas cosas: /el alcohol y las ventanas, /el mar desde una colina, /el mar dentro de la playa, /el olor de los jazmines,/los libros de madrugada, /el sol, el pan de los pueblos, /Quevedo, recordar África, /las noches y los amigos, /el verano y tus pestañas». Adiós Manuel.