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Operación Triunfo

El «bicho raro» Famous gana OT 2018

El sevillano recogió el testigo de Amaia tras recibir el 36% de los apoyos.

Famous recoge su premio. Foto: RTVE
Famous recoge su premio. Foto: RTVElarazon

El sevillano recogió el testigo de Amaia tras recibir el 36% de los apoyos.

Famous es la página 13 de un cómic de “Dragon Ball”, el cargador USB para el coche con forma de R2-D2 y la quinta hora de la versión extendida de “El Señor de los Anillos”. Entre tanta inercia y tanta moda, ha sabido desmarcarse de los gregarismos musicales y se ha posicionado en ese punto intermedio entre el buen gusto y lo intelectual. Anoche ganó la décima edición de Operación Triunfo, pero lo más importante es que lo hizo siendo un bicho raro: su voz es genuina; su opinión, categórica; y su estilo, irrepetible. Cada vez que se ha subido a las tablas del concurso, ha recogido con maestría todos esos elementos y los ha integrado con solvencia en sus actuaciones. La de anoche fue el broche perfecto a todo un recorrido marcado por su extensa personalidad: en su “And I'm telling you I'm not going” (de Jennifer Hudson) cambió las revoluciones con acierto, acompañó al público de forma premeditada y alternó líneas melódicas modernas con otras vintage. Si por algo se ha caracterizado el concursante de 19 años es por ser consecuente, por sonar diferente y por explotar su derecho a serlo.

Ser único es un sentimiento que abunda poco hoy, pero que da color ante tanta verborrea barata y apariencia sin sentido. Famous lo ha conseguido con humildad, con trascendencia y con trabajo. Desde que puso un pie en la Academia, su objetivo nunca ha sido convertir su música en un pedestal, sino en un refugio para quienes se sienten especiales. Aquel “Faith” (de Sing) que cantó en la gala 0 ya lo dejó patente y ahora, tres meses después, lo ha vuelto a corroborar. Ha sido de los pocos aspirantes que ha convertido sus defectos en virtudes. De hecho, los suyos son preciosos. Son los que han guiado al espectador entre la realidad más cruda y el sueño más ensordecedor. No hay mayor virtud que darse cuenta de que ellos son los que marcan nuestra vida y los que delimitan nuestro entorno. Somos lo que somos por lo que fallamos y el sevillano lo sabe de sobra. Esta sensación es la que le ha permitido levantar la cabeza cada semana y entender que errar en una gala también es ganar. Esto es algo que ella ha aprendido con sus versiones de “Fast car” (de Tracy Chapman), “Nobody but you” (de Cesar Sampson) o “September” (de Earth, Wind & Fire). Si ha llegado hasta aquí es porque, en vez de ocultar sus imperfecciones, las ha acentuado.

Sus trece interpretaciones reúnen buena parte de toda esta idea: todas son sus vicios madurados, llevados hacia la serenidad y vividos desde la alegría. Son un ramillete de flores, cada una con su color, con su pesticida y con su bicho incrustado. En definitiva, únicas. Sus juegos guturales y sus ritmos cambiantes han variado cada semana sin sentido del orden y sin control de los tiempos. Y, precisamente, ahí está la gracia de “El reloj” (de Lucho Gatica), “Take me to church” (de Hozier) o “Uptown funk” (de Bruno Mars): animaron las anodinas galas y cumplieron su cometido con solvencia. Sin avisos, a pelo. Cada una entraba como una bala, rompía y salía. Y así hasta acabar una competición que ha dejado a Alba (35%) y a Natalia (29%) a escasos votos de hacerse con el primer puesto. Al igual que Famous, ellas han conseguido hacer del inmenso plató de Operación Triunfo un espacio un poquito más íntimo. Así se lo reconoció anoche el jurado tras cantar “Never enough” (de Loren Allred) y “Creep” (Radiohead), respectivamente. Los tres consagraron la sencillez de su sonido, el colorido de su ideario y la satisfacción del que disfruta de sí mismo. Sin pretensiones, sin quejas. Su paso por el formato ha estado condicionado más por sus polémicas que por su evolución. Quizá por eso haya destacado un poquito más el ya sucesor de Amaia: se ha limitado a autoexplorarse, a reconocer que los prejuicios no entorpecen.

Para él, nada ha estado siempre completo ni perfecto. Eso le ha permitido reconciliarse con la incertidumbre, con el fracaso y con el paso del tiempo. No tener esos complejos es lo que también le ha diferenciado de Sabela (12%) y de Julia (10%), las otras dos finalistas. Ambas han reflejado su valía por mostrarse cómo son, por desterrar estereotipos. La primera con su particular “pellizco”; la segunda con su carismático folklore. No basta con cantar bien, con dar mejor en cámara o con componer un himno generacional... hay que ser auténticos y, por desgracia, de los 145 intérpretes que ya han pasado por la Academia en estos 17 años, tan solo un porcentaje muy reducido vive de la música. La gaditana y la gallega podrían formar parte de ese grupo de privilegiados, pues en los 92 días que ha durado el programa han conseguido consolidar una propuesta alternativa dentro de lo alternativo. Sus “Tris, tras” (de Marful) y “Déjame ser” (de Manuel Carrasco) taladraron muchas cabezas, dejando una sensación adictiva. Eso sí, sin alcanzar ese estado casi místico que ha derrochado Famous semana tras semana.

Ecléctico y sugerente

Él es el lado más extremo de una resaca: todas las veces que ha pisado el escenario ha dejado que la reflexión fluyese a borbotones, que el bienestar de los silencios reconciliase al público con su mundo particular. Ha sabido zarandear su subconsciente con suma precisión, generando una adicción tan amarga como placentera. Sus ojos oscuros, su postura firme y sus pisadas profundas han compactado cada una de sus actuaciones, dando lugar momentos tan eclécticos como sugerentes: un verdadero romance entre el indie y la electrónica, entre las guitarras distorsionadas y las letras ensordecedoras. Marca de la casa, no hay duda. Aunque habrá que esperar a escuchar sus propias canciones, lo que permitirá no solo bailar solo viejas y nuevas glorias, sino también entender el origen y el destino de los sonidos de Famous. Nunca le ha importado el estilo musical al que enfrentarse, tampoco el tiempo necesario para llegar a sus seguidores. Ellos solo se han limitado a escuchar, adulterar y encajar. Todo lo demás les ha llegado a través de esa dependencia que generan sus “beats”, ese golpe tan agradable como perforador que bien puede hacerte bailar toda una noche, bien puede torturarte a la mañana siguiente. Es lo que tienen sus versiones, que son tan adictivas como turbadoras, tan atractivas como inquietantes.

Eso es lo que Joe Pérez-Orive, Manuel Martos y Ana Torroja captaron desde el primer momento que le escucharon cantar. Ha ganado OT 2018 por romper con todas esas etiquetas que nadie quiere soportar en sus vidas: no tener que excusarse por pensar una cosa y luego otra, no tener que pedir perdón por sentir más o menos de la cuenta, no tener que justificarse por dar un paso adelante o hacia atrás. Así lo ha demostrado a diario. Pero lo más importante de toda esta utopía es la posibilidad de ser consecuente con uno mismo y no necesitar la aprobación de nadie. La música y la actitud de Famous no necesitan explicación. Cante lo que cante siempre hay un sentimiento por encima de las notas, un carisma que supera la intensidad de los acordes y una voz que traspasa cualquier dimensión. Si por algo se ha impuesto al resto de sus compañeros es por haber conseguido que el arte haya impuesto por encima de todo. Un objetivo que ha costado alcanzar en una edición donde han primado la “mariconez” de Mecano, el catalán de “Una lluna a l’aigua”, el despido de Itziar Castro, el “me cago en la Falange” de Noemí o la filtración de las nominaciones del jurado. Todo un bicho raro, no hay duda. Incluido para Operación Triunfo.