Viajes
Róterdam, el legendario puerto de Europa
Las cifras del mayor puerto de Europa lo sitúan como una de las mayores obras arquitectónicas del hombre. Es una faceta clave en el crecimiento de la ciudad y su visita es indispensable.
En ciertas partes del mundo, la naturaleza ha sido definitivamente doblegada por las ideas del hombre. Aquí apenas caben unos rastrojos de color verde, invadidos de inmediato por los colores grises del hierro y del cemento. La cuidada mano de la naturaleza cede el paso a una mano igualmente cuidada, con meticulosidad matemática que es la de las mejores mentes europeas, para dar forma a un espectacular puerto, el mayor de Europa. Solo los megapuertos de Shanghái y Singapur pueden superarlo en tamaño.
Un megapuerto con cifras de infarto
Para comprender las dimensiones del puerto de Róterdam haría falta utilizar el remedio lingüístico de la comparación: su profundidad equivale a un piso de ocho plantas y algunos de sus tanques de almacenamiento tienen espacio para un Boeing 747. Se extiende a lo largo de 40 kilómetros. Cada año recibe 34.000 cargueros, además de varias decenas de miles de barcos fluviales, barcos de recreo y yates de lujo. 460 millones de personas se benefician, de una forma u otra, de las casi 500 millones de toneladas que se descargan anualmente.
Es la mano del hombre, extendida como una enorme palma, que ha aplastado la tierra y hurgado en ella hasta crear este milagro de la arquitectura. Una hazaña tras otra componen el puerto. Los brazos del río Rin se despliegan a lo largo de sus últimos kilómetros antes de alcanzar el codiciado Mar del Norte, y tan solo 25 kilómetros antes de llegar a su destino final, cruza este puerto descomunal, confundido por las fosas y los meandros y canales y diques y muelles escarbados por esta mano del hombre. El Rin, ahora convertido en dos ríos, el Waal y el Lek, había fluido libre durante 1.200 kilómetros sin que nadie le importunase y ahora, este es su destino, él no lo sabía cuando atravesaba la Selva Negra, lo descubre en este momento, al sentir en sus carnes la cuchilla tibia de cargueros de incluso 397 metros de eslora.
Es cierto que el hombre no es una criatura tan experimentada como la naturaleza, su trabajo se desarrolla con lentitud, y mientras un volcán reduce a cenizas en pocos días el escenario más verde posible, y de la ceniza renace en décadas un verde más intenso que el anterior, el puerto de Róterdam ha tardado siete siglos en alcanzar su aspecto actual. Piedra a piedra, con mucho cuidado. En 1872, bajo el reinado de Guillermo II, se abrió un canal de 20 kilómetros conocido como el Nieuwe Waterweg - el nuevo camino del agua - y la ciudad entró en la categoría de las grandes ciudades portuarias de Europa. La clave del éxito radica en la profundidad de sus aguas, que permiten la navegación de buques de hasta 24 metros de calado (para hacernos una idea de estas proporciones dantescas, el Titanic tenía 10 metros de calado), y una de las labores principales de mantenimiento pasa por mantener esa profundidad. Diques y canales se abren y cierran continuamente para dar paso a los niveles de agua correctos, y la inexistencia de puentes en el trayecto que lleva del puerto al mar hace todavía más sencillo su tránsito.
El cuidado de cada detalle
Claro que cada detalle es cuidado hasta rozar lo maniático. Más de 310.000 personas trabajan de forma directa o indirecta en el puerto y su zona industrial que, por poner un ejemplo de tantos, recibe en torno a 250.000 vehículos procedentes de Japón y Corea todos los años. Así el puerto se divide en diferentes zonas en función de su especialidad. En las áreas de Vierhaven y Merwege, en la orilla norte, se sitúan las empresas de trasbordo y almacenamiento de frutas y zumos; en Botlek y el Europoort se encuentran las refinerías de petróleo y las industrias químicas; carbón, hierro, crudo y minerales varios son procesados en Maasvlakte, en la desembocadura del río; en los puertos de Eemhaven y Waalhaven, situados en la orilla sur y más tierra adentro, se concentran los contenedores para cargar los barcos pequeños y de menor calado.
El movimiento de grúas y de barcos, los peones ajetreados en tierra firme, todo ello rodeado por un decorado de cemento y hierro, dan al visitante la sensación de estar presenciando una gloriosa obra de teatro contemporáneo. Cada parte del guión está cuidadosamente escrita, cada centímetro del puerto tiene su propio guión, y es tal la efectividad de este brutal complejo portuario que sus capacidades están tocando el límite. Los últimos años ha experimentado un descenso en su crecimiento económico, lo cual le ha ganado - siempre existen este tipo de personas - toda clase de críticas cuestionando su utilidad. Aunque la realidad sería que el puerto ha llegado a ser tan útil y efectivo que no da a más, físicamente hablando. De albergar un solo barco más, un nuevo contenedor que no cuadre en sus números, el puerto estallaría, volarían el hormigón y las grúas por los aires, el río se retorcería salvaje.
La belleza paciente del hombre
¿Solución? Hacer más amplio el puerto. Aunque signifique empequeñecer el mar. Funciona constante la mano del hombre, a cada década más extendida, y su fuerza devoradora llega a los límites de la naturaleza para avanzar un poco más. En la zona de el Maasvlakte, justo en la desembocadura del río, se ha construido una nueva lengua de tierra de 2.000 hectáreas, con capacidad para recibir a los barcos más grandes del mundo. Sin excepciones.
Reconozco que no soy un admirador de lo moderno. Lo veo demasiado seco y desprovisto de sentimiento, sin adornos, tan pulido y cuadriculado que me cuesta considerarlo como algo bello. Prefiero buscar impresiones en las esquinas donde la naturaleza todavía se alza invicta, también en los edificios viejos y ornamentados, ellos sí que expresan grandes dosis de poesía.
El puerto de Róterdam es liso, nuevo, y todo apunta a que no sea un destino de interés para románticos como yo. Sin embargo, observando la increíble extensión que maneja, sus cifras estrambóticas y la delicadeza con que se repasan cada uno de sus detalles, cada gramo de minerales descargado, el puerto lleva inherente una cantidad inevitable de belleza. Que es la belleza paciente del hombre. Siete siglos de paciencia excavando el terreno, domando al río y encajando cada hueco, han transformado el puerto de Róterdam en una obra humana digna de situarse entre las maravillas del mundo. Su tamaño y su historia le han otorgado la categoría de legendario. Es el puerto de Europa.
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