Viajes
El golf más exclusivo se juega en la Isla de La Toja
Reconocido como uno de los campos de golf más bellos de Europa, el Real Club de Golf de La Toja deleita al visitante con unas vistas espectaculares de la Ría de Arousa, regada por sus aguas medicinales y su interesante historia
Un pequeño puente separa los terrenos de lo exclusivo del resto del mundo. Un puente, así de sencillo, incluso parece fácil cruzarlo. Antes de decidirnos a dar el primer paso, vemos desde la orilla del mundo ordinario una espesa arboleda de pinos, algunas casas agazapadas entre ellos y tentadoras playas de arena clara sortearse con las olas. Queremos cruzar el puente y entrar en ese mundo.
Un marqués muy ingenioso
Es la Isla de La Toja, en Pontevedra. Veterana en lo exclusivo. Lo que en años lejanos fuera una zona de pastoreo para los habitantes de El Grove, sintió en 1903 las vibraciones del cambio a manos de la genialidad del marqués de Riestra, cuando quiso aprovechar las aguas medicinales descubiertas en 1841 - ricas en sodio, calcio, hierro y magnesio, y que manan a una temperatura de entre 35º y 60º C- para construir un hotel balneario y una fábrica de sales y jabones.
El marqués lo tuvo claro. Aprovechando la cercanía de la isla con varios puertos internacionales en A Coruña y Vigo, quiso ofrecer a los turistas británicos un centro de descanso único en Europa, donde se organizaban tiradas de pichón, campeonatos de crockett y agradables cenas sazonadas por viento vigorizante de la ría. Construyó un casino y mandó traer arquitectos franceses para imitar el estilo de la Costa Azul. Fue pionero, y los pioneros nos encantan, en el turismo de balneario y de lujo, aunque no todo fueron alegrías en su caminar por la aventura hotelera.
Además de sufrir un cruento incendio que destrozó el balneario original y obligó a construir uno nuevo, se dice que una escritora británica se quejó con mucho revuelo de que ir a Galicia o Inglaterra era exactamente lo mismo - debido al clima - y que era mejor quedarse en casa, antes de disfrutar las delicias que el marqués les tenía preparadas. Así me lo confía Jorge Canal, director del Golf La Toja, mientras caminamos por el área del que antaño fuera el Beach Club del balneario y junto al campo de crockett recién restaurado. “Debe ser que no había probado las zamburiñas”, añade.
Aunque entendemos a la disgustada inglesa y sus airadas declaraciones. Lo exclusivo no es para todo el mundo. También hace falta ser exclusivo para disfrutarlo. Y aquí, en el culmen del placer delicado, coloreando de un verde suave la pequeña isla pontevedresa, entra con fuerza en escena el Real Club de Golf La Toja.
Un campo de golf propio de las leyendas
Son pequeñas aventuras. Aventuras de una tarde. Aventuras sufridas y excitantes, sintiendo los coletazos de sal de la Ría de Arousa golpeando las mejillas. Así quiero ver los partidos de golf en la Isla de La Toja. Y como toda aventura, sigue un recorrido circular, el héroe sale desde una posición placentera y privilegiada en dirección a un destino incierto, pasa por bunkers maliciosos y arboledas incómodas, traicioneros trechos de agua - que dependiendo de la marea serán más o menos amplios - y vistas espectaculares, disfruta pequeñas victorias hasta regresar al punto de partida una vez más. Al final del recorrido, el héroe sabe que algo ha cambiado. Puede ser el handicap que subió o bajó, pero los más habrán añadido un nuevo párrafo de disfrute en las experiencias de su vida. Es un placer reservado a 20.000 personas cada año.
Una aventura conlleva, a su vez, ciertas dosis de leyenda. Sin leyenda, la aventura se queda en un simple viaje. Cuentan por la zona que el primer campo de golf en La Toja fue un pequeño recorrido de menos de cinco hoyos, diseñado por el marqués para sus selectos invitados. Se abrió entonces la puerta a una turbamulta de ideas excitantes, no bastaba con un pequeño campo cuando la localización era preciosa y tras pasar la isla a manos del Banco Popular, en 1976 se construyó el campo de golf de 9 hoyos que hoy puede encontrarse en La Toja ¿Lo conoces? Deberás cruzar el puente para hacerlo. Porque es una aventura, conlleva un riesgo, aunque te adelanto que la recompensa es embriagante.
Dicen las leyendas - y un buen número de encuestas - que se trata de uno de los campos más bellos de Europa, y su famoso Hoyo 5 es sin duda alguna el más bonito de España. Comienza desde una posición elevada para descender hasta la línea exacta donde se extiende la ría, en una pequeña península que guarda el green. Si golpeas demasiado fuerte, la ría se tragará la bola. Si el viento sopla furioso y juegas despistado, la ría se tragará la bola. Si golpeas corto, la ría se tragará la bola con su glotonería habitual.
El Hoyo 5 es la prueba definitiva con que el visitante podrá demostrar ser exclusivo por sí mismo y, en consecuencia, digno de La Toja. Es así como funciona. Uno debe probarse merecedor de esta clase de experiencias, nunca al contrario.
Los botines de la victoria
Una vez probada su pericia, el héroe tiene permiso para descansar y disfrutar de sus botines. La Toja ya le ha aceptado como un igual, está dispuesta a agasajarlo. Ya sea saboreando una copa de la victoria en el Eurostars Gran Hotel La Toja, o cruzando de nuevo el puente hacia tierra firme para disfrutar de un arroz con zamburiñas y rape, en la arrocería Villa Rolendis. Algún mecanismo de nuestra mente se desenvuelve con mayor fluidez al sentirnos merecedores de estos caprichos.
Caprichos para el paladar y caprichos para el espíritu, caprichos para los ojos cuando, al levantar la vista desde cualquier hoyo del campo o en la terraza donde disfrutamos de nuestros botines, la naturaleza gallega se extiende en bruto a nuestro alrededor.
Una última visita indispensable es la Ermita de San Caralampio y San Sebastián, también conocida como la Capilla de las Conchas. Este peculiar nombre se debe a que toda su fachada exterior está cubierta por conchas de vieira, otorgándole un agradable color blanco ceniciento y convirtiéndola en una espectáculo para la vista. Es espectáculo más en la Isla de La Toja, minutos antes de regresar definitivamente al mundo de lo ordinario, sintiéndonos una pizca más heroicos y una pizca más limpios que cuando entramos.
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